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Siria

Los niños prisioneros de Isis y el tormento extraordinario que sufren


Según la organización Save The Children, unos 2.500 niños provenientes de 30 países diferentes, viven en la actualidad en tres campamentos internos en el nordeste de Siria. De los cuales, 38 llegaron a las inmediaciones del lugar completamente solos, sin ningún adulto.

Los niños que son familiares vinculados al ISIS, están separados del resto de la población, y en su mayoría, tienen negado el acceso a la ayuda y los servicios esenciales, dándole la espalda a los Derechos del Niño, y a sus derechos humanos.

La mayoría viven con sus madres, quienes fueron reclutadas por los yihadistas siendo niñas y ahora tienen bebes recién nacidos. Mientras que los que están solos reciben la atención de cuidados temporales.

Save The Children muestra que los pequeños de 12 años retroceden a la edad de 4, se orinan, no duermen, tienen pesadillas y ansiedad. El 85 por ciento de todos los niños en Irak, Siria y Yemen sufren algún trastorno psicológico, en muchos casos grave.

En el informe de la periodista de la agencia de noticias EFE, Marta Rullán, sobre «los niños del califato» que conmueve al mundo, se manifiesta que estos niños «se enfrentan ahora, cuando se acerca la derrota final del grupo yihadista, a un futuro incierto».

«Son supervivientes de algunas de las circunstancias más trágicas que le pueden ocurrir a un ser humano: han sido abandonados, expuestos al miedo, explotados y testigos de atrocidades, son los «niños del califato» y nadie quiere hacerse cargo de ellos», cuenta Rullán en su informe.

Rullán informa que «en los últimos días, miles de personas han abandonado el último bastión del califato en Al Baguz», y entre los que hay cientos de niños que son familiares de yihadistas, secuestrados por el Estado Islámico y que vivían dentro del califato.

A los niños «se les aplica el mismo castigo» que a los radicales sólo por vivir en el territorio y se les «vulnera todos sus derechos», denunció David del Campo, director de Programas Internaciones de Save The Children, a EFE. Y agregó: «No son niños del Estado Islámico, son simplemente niños».

El único país que ha repatriado a un grupo de niños, en pleno debate sobre quién debe juzgar a los yihadistas detenidos, ha sido Rusia. Muchos de los países de donde son originarios estos niños, inclusive los países europeos, no tomaron medidas. Esto es muy preocupante porque es de ellos la responsabilidad legal de protegerlos. La ONU le solicitó a estos países a asumir su responsabilidad con los «niños del califato».

En este sentido, Unicef recalca que «deben ser repatriados a sus países de origen lo antes posible, mediante procedimientos cuya primera consideración sea el interés superior del niño y a través de la cooperación entre estados».

Al Hol es el campamento más grande y donde la situación «es desgarradora. Los niños se están muriendo de hipotermia cuando las familias huyen a zonas seguras», según denunció Elizabeth Hoff, representante de la OMS en Siria.

El invierno más duro de los últimos años y la saturación de los campos convirtieron en desesperada la situación de sus habitantes: más de 60 niños murieron, la mayoría de frío, en esos dos meses, según informó la ONU.

Del Campo le explico a EFE: «Los niños han visto morir a sus familiares, amigos, vecinos o han sido testigos de la destrucción de su hogar o su escuela».

Como si fuera poco, la situación es aún más dramática para los menores yazidíes: niños entrenados para matar y niñas convertidas en esclavas sexuales. «Han visto la peor cara de la violencia, a ellos les han inyectado un odio extremo y a ellas, un miedo aterrador».

Unos 600 niños yazidíes secuestrados por el ISIS siguen desaparecidos, según informó Efe el psicólogo alemán Jan Ilhan Kizilhan que ha tratado a más de 1.400 jóvenes convertidas en esclavas sexuales por los yihadistas.

Sus más de 20 años de trabajo con personas traumatizadas en zonas de guerra le permiten afirmar que los «niños del califato» sufren problemas psicológicos «extraordinarios».

Son fruto de los traumas individuales, los colectivos y la migración posterior, una combinación que requiere ir más allá: «conceptos nuevos de atención integrada».

Aún así Kizilhan es optimista y cree que «con un buen apoyo a largo plazo, podrán tener una vida ‘normal’ y afrontar el trauma». Para ello deben «asistir a la escuela» e ir recuperando la normalidad, siempre con «la estabilidad y un lugar seguro como base del tratamiento».