Opinión

Los muertos de Bérgamo y la acción de la “bestia económica”


Por Carlos Duclos

El relato de la periodista Alba Sidera, del diario digital español Contexto y Acción, es crudo, pero real; no tiene vueltas, como debe ser, y deja en evidencia una realidad repugnante, repudiable y que marca un hito en la historia del coronavirus que asola a la humanidad. Una realidad que pone al desnudo la barbarie del sistema económico ultra capitalista y neoliberal. Haciéndose eco de las líneas de la periodista, el diario Con la Gente replicó la noticia, uno de cuyos párrafos merece destacarse: “En Codogno, población lombarda donde el 21 de febrero se detectó el primer caso oficial de coronavirus, bastaron 50 casos diagnosticados para cerrar la ciudad y declararla zona roja. ¿Por qué no se hizo lo mismo en Val Seriana? Porque en este valle del río Serio se concentra uno de los polos industriales más importantes de Italia, y la patronal industrial presionó a todas las instituciones para evitar cerrar sus fábricas y perder dinero. Y así, por increíble que parezca, la zona con más muertos por coronavirus por habitante de Italia –y de Europa– nunca ha sido declarada zona roja, a pesar del estupor de los alcaldes que lo reclamaban, y de los ciudadanos, que ahora exigen responsabilidades. Los médicos de cabecera de la Val Seriana son los primeros en hablar claro: si se hubiera declarado zona roja, como aconsejaban todos los expertos, se habrían salvado centenares de personas, aseguran, impotentes”.

Hay que ser claros y no andar con rodeos cuando se trata de temas fundamentales para el destino humano: la avidez por “no perder la ganancia” (valga la contraposición lingüística), las ataduras a un sistema económico que está más pendiente de su destino que del destino humano, fueron determinantes para que cientos de seres humanos perecieran en Bérgamo, Italia. Lo dicen los médicos de esa región.

Lo cierto es que no se trata del único caso, pues varios gobernantes priorizaron en un primer momento la economía por sobre la vida humana; sucedió en Norteamérica, en Brasil y hasta en Inglaterra. La realidad les asestó un golpe a Trump, a Boris Johnson (hospitalizado y enfermo por Coronavirus), a Bolsonaro y a muchos otros.

También en Argentina se han levantado voces contra la medida del presidente Alberto Fernández, quien con sensatez dijo que “de la economía se vuelve, de la muerte no”. Se han escuchado voces de un sistema económico y social que ha llevado al mundo y a todas sus criaturas inocentes a un estado de cosas calamitosas, como calentamiento global, contaminación, enfermedades como consecuencia, hambre, injusticia, narco criminalidad, pobreza y humillación de los sectores más débiles y vulnerables que constituyen el 70 por ciento de la población mundial. El 70 por ciento, porque entre tales sojuzgados debe contarse no solo a los indigentes y pobres, sino a una clase media sometida también a diversos vejámenes (aunque a veces no lo advierta).

Lo de Bérgamo y otras partes del mundo es el ejemplo de un sistema déspota, inescrupuloso, que justifica siempre su accionar con las banderas de la defensa de la economía y de las fuentes de trabajo, cuando se sabe que los trabajadores para este sistema significan menos que una herramienta ¿Cuáles son las soluciones que están buscando en estos días los hombres y mujeres del poder mundial concentrado en una pocas cabezas y familias dominantes? “Algunos lamentablemente tendrán que morir”, expresan desfachatadamente los capataces del poder. Pero el propio poder, indiferente ante la muerte, más refinado, más delicado en sus expresiones, pero no menos cruel, trabaja en el impulso de la robótica. Es decir, en máquinas inteligentes que suplanten al ser humano; máquinas que son inmunes a las enfermedades de todo tipo, a las que no se les paga, no se enferman, no reclaman derechos y duran mucho tiempo.

Lo de la región norteña de Italia, es un proverbial ejemplo de cómo actúa la bestia apocalíptica, la que lleva el número 666 y que no deja ni comprar ni vender a nadie sino lleva su marca. Esta es la cruda realidad de nuestros días. Como ha sido expresado alguna vez, el demonio no es un macho cabrío con tridente; nada de eso, el demonio está representado, entre otras cosas, por un sistema económico que ha pasado los límites, que corrompe y hunde en muchas miserias a los hombres buenos e inocentes. Nada de lo que sucede hoy en el mundo es casualidad y muy pocas cosas pueden adjudicarse a la naturaleza.