Deportes
Informes CLG

#InformeCLG

Los Gladiadores: el equipo de rugby que va por la reinserción social


Por Belén Corvalán

“Con muchas dudas”. Así describe Fernando Benítez la sensación de incertidumbre que lo invadió el día en que atravesó la puerta de la unidad penitenciaria N°6, junto con Germán Dileo y una pelota de rugby bajo el brazo. Así empezó, hace tres años, lo que luego se materializó en la Fundación Tercer Tiempo, que utiliza el rugby como herramienta de reinserción en cárceles. Hoy asume el desafío de ser pionera y protagonista de una experiencia que se realizará por primera vez en la provincia de Santa Fe: Los Gladiadores, el equipo conformado por internos y ex presos, se enfrentará contra el plantel superior de Old Resian en la cancha del Hipódromo del Parque Independencia este miércoles.

“Es un desafío para los chicos que van a salir, porque ellos son la cara visible de esto que armamos entre todos. Están muy excitados, es mucha la expectativa”, dice a CLG Benítez, entrenador y fundador de Tercer Tiempo, respecto a este evento que significa mucho más que un partido. Es que desde hace tres años la fundación encabezada por él y por Germán Dileo trabaja dando clases de rugby a más de 250 personas en las unidades penitenciarias N°6, N°11, el Instituto de Rehabilitación para Adolescentes de Rosario (IRAR) y la Unidad N°16 en la localidad de Pérez.

“Siempre me pareció que faltaba algo que intente transmitir ciertas reglas y pautas claras de conducta para que el paso de la persona que estaba privada de libertad le permita incorporar cierto sentido al castigo, porque hoy casi todas las cárceles del mundo se limitan a encerrar al sujeto peligroso y nada más”, apunta Benítez. Con esa idea latente que lo acompañó durante mucho tiempo una noche, en una reunión con amigos de la que también participaba Germán, se verbalizó la iniciativa de hacer algo. Ambos unidos por el rugby, una actividad deportiva que comparten desde hace años en el Club Old Resian de Rosario, coincidieron en ir al penal a transmitir y devolver todo lo que a ellos les había dado este deporte.

“Al principio fue raro, sobre todo porque las poblaciones penitenciarias están muy influenciadas por el fútbol, y más en la provincia de Santa Fe y en las cárceles de Rosario que por lo general hay mucho barra brava o personas vinculadas a la hinchada futbolera”, relata Fernando. Sin embargo, para sorpresa de todos, el primer entrenamiento contó con una gran convocatoria: alrededor de ochenta personas se anotaron, sobre un total de quinientos reclusos que aloja la Unidad N°6. “Empezamos a ir una vez por semana y aproximadamente a los tres meses el servicio penitenciario nos planteó hacerlo en otras cárceles”, cuenta. El éxito se reflejaba en los resultados: después de la práctica de rugby disminuía notablemente el nivel de conflictividad de los internos. “Muchos nos han manifestado que ante una situación de conflicto que antes la resolvían con una piña. Hoy intentan poner una palabra”, remarca.

Contrariamente a cierta creencia social que considera al rugby como un deporte excesivamente agresivo, lo que lo caracteriza de las demás actividades deportivas es que el juego está enmarcado por un riguroso reglamento que de no cumplirse como está establecido se atenta con la suspensión inmediata del partido. Solo la guía de la World Rugby establece más de 600 reglas. “Y tiene algo que es fundamental. Para que se pueda realizar el juego, sí o sí se tiene que respetar lo que dice el árbitro. Lo que dice no se cuestiona, y eso lo tratamos de extrapolar a los ejemplos de la vida misma. El respeto al adversario, a tratar de solucionar el conflicto con la palabra y no con el golpe”, subraya.

Una de las reglas básicas de este deporte es el knock on, que establece que si en el primer pase la pelota se cae para adelante, se suspende el partido. “Aunque al comienzo costó que lo incorporen, hoy ya no. El contacto físico es muy elevado y hasta ahora nunca hemos tenido problemas de que hayan intentado devolver el golpe desde otra forma que no sea mediante las reglas del juego”, señala Fernando.

El trabajo en equipo representa la transmisión y puesta en práctica de valores tales como el respeto, la disciplina, y el sentido de camaradería. “Muchos internos nos han dicho que esperan las prácticas de rugby como una visita, porque sus familias por distintas causas no van a verlos, entonces para muchos somos en algún modo el único contacto afectivo que tienen”, desliza.

Cortar el círculo vicioso y hacerlo virtuoso

Lo cierto es que jugar al rugby fue y es la excusa para abordar desde adentro de la cárcel una problemática que sufre la mayoría de los reclusos una vez que cumplen la condena y salen en libertad. “La reinserción social es la gran tarea pendiente que tiene la sociedad”, enfatiza Fernando.

“En la mayoría de los casos, cumplen con el tiempo que la Justicia establece pero no se ocupan de reinsertarlos en la sociedad, y tarde o temprano por el sistema penal que tenemos todos vuelven a estar en libertad, y si no se aprovecha y se reinterpreta ese tiempo por el que la Justicia condena a una persona estamos en la misma que antes, porque esa persona vuelve de nuevo al mismo lugar, sin educación, ni trabajo, con las mismas broncas y sin haber aprovechado el tiempo en el que estuvo en la unidad penitenciaria”, agrega.

Por ello el deporte es la herramienta que encontraron para generar empatía y que luego los profesionales de distintas áreas puedan hacer un seguimiento individual en articulación con organismos del Estado, y con los actores sociales que hay en la ciudad. “El objetivo es armar una red de contención para esa población”, dice.

Actualmente hay cerca de treinta voluntarios, entre los que hay psicólogos, trabajadores sociales y entrenadores que participan en las distintas unidades penitenciarias brindando un abordaje multidisciplinar durante los cinco días de la semana: los lunes y jueves hay práctica de rugby; los martes un “taller de control y manejo del enojo” a cargo de los psicólogos; mientras que los viernes se utiliza el gimnasio. Paralelamente, las trabajadoras sociales acompañan realizando entrevistas individuales y grupales con las familias de los que están próximos a salir en libertad. Asimismo, se ocupan de monitorear el seguimiento de ese chico y articularlo con algún programa social para reincorporarlo socialmente cuando esté afuera. “Es una población vulnerable que viene estigmatizada. Es muy difícil conseguir un trabajo y el circulo vicioso muchas veces se vuelve a completar porque el único camino que conocen es el delito. Cortar ese círculo y convertirlo en uno virtuoso es un trabajo que no es sencillo”, asevera.

Derribar prejuicios propios y ajenos y aplicar la empatía y la comprensión como método para entender y no juzgar otras realidades. Esa es la receta diaria con la que Fernando Benítez y Germán Dileo y otros tantos voluntarios interactúan con 250 personas condenadas por la ley por haber cometido algún hecho ilícito. “No es lo mismo opinar en abstracto, a encontrarse cara a cara y darnos cuenta de que esa persona sufre, que tiene necesidades y todo eso hace que se apueste a lo mejor”, expresa.

“Hay un porcentaje de la población penitenciaria que vive del delito, que es su fuente de ingreso, y es difícil cambiar eso, pero también hay un montón de otra gente que ha caído en esa situación por una mala decisión o una adicción y que es recuperable, y a ellos apuntamos. Nos podemos equivocar y ellos también y pueden volver a cometer un hecho ilícito, pero hasta ahora hemos tenido suerte y con todas las poblaciones con las que trabajamos no los hemos vuelto a ver en la cárcel”, añade Benítez.

Porque cuando practican rugby se juega mucho más que un deporte, se establecen vínculos y valores de equipo como el respeto y el compañerismo, que sin duda trascienden la cárcel. Al día de hoy, un grupo de ex internos que ya están en libertad los días miércoles y viernes se reúnen con profesores a jugar al rugby en el barrio 7 de Septiembre, donde les prestan una cancha. “Cuesta porque muchos empiezan a trabajar y se complica por los horarios, pero lo seguimos sosteniendo”, esgrime.

Los gladiadores que derrumban muros

“Va a ser la materialización de un trabajo complejo, al que le pusimos muchas ganas, energía, tiempo y pasión”, resume Benítez, en referencia a lo que sucederá este miércoles, fecha dispuesta en la que Los Gladiadores competirán con el plantel superior de Old Resian Club en la cancha de césped sintético del Hipódromo, donde el año próximo se jugará el Mundial de Rugby juvenil. “No fue fácil, pero lo conseguimos. Nos acompañó mucho la gente del servicio penitenciario y de Desarrollo Social. Somos muy cargosos y tenemos mucha recepción, eso nos motiva a seguir porque si no sería muy difícil”, expone Benítez, entusiasmado.

Aunque en la unidad N°6 alrededor de sesenta internos practican rugby, solo un porcentaje muy chico, “que tiene una gran responsabilidad”, participará de la jornada del miércoles ya que “por la situación procesal de condena no todos tienen la posibilidad de hacerlo”, explica el entrenador. El equipo Los Gladiadores, como ellos mismos se autodenominaron, está compuesto en su mayoría por ex internos y diez reclusos que de acuerdo a su situación penal están próximos a quedar en libertad. “Depende de cómo salga esto, la idea es repetirlo y ampliar la cantidad de internos que puedan y estén en situación de poder salir a jugar un partido, porque también significa una logística importante para el servicio penitenciario”, resalta Benítez.

Respecto al resultado del partido, entre risas Fernando opina que estará difícil. “Aunque sigue siendo amateur en nuestro país, todos los clubes de rugby de la Argentina hoy entrenan con un formato casi profesional”, sin embargo destaca que los internos tienen un alto entrenamiento, por lo que asegura que estará peleado. “Hay que ver qué pasa en la cancha, estamos muy entusiasmados”, repite.

Aunque asume que posiblemente mucha gente no comparta su forma de ver las cosas y esté en desacuerdo, manifiesta que todos elegimos si hacemos algo al respecto o no. “Nosotros formamos parte de la sociedad, y más allá de echarle la culpa al Estado o a la Justicia, tenemos todos en mayor o menor medida la responsabilidad de mejorar esto. Cada uno desde su lugar con un granito de arena y con una pequeña dosis de humanidad puede aportar para que ese círculo vicioso se corte de una vez”, concluye.