«Acá estoy, feliz de despertarme a las cinco de la mañana para actuar todo el día!», dice Agustín Sullivan en una pausa del rodaje de Sandro de América. Es el más joven de los protagonistas de la nueva serie -dirigida por Adrián Caetano para Telefe- sobre la vida del ídolo. Este actor del semillero de Nora Moseinco les pone el cuerpo a los años más rockeros de uno de los grandes mitos de la cultura popular argentina. Comparte el papel con Marco Antonio Caponi y Antonio Grimau, encargados de las siguientes etapas en la vida del ídolo. «Yo no era fan de Sandro pero fui al casting habiendo visto todas las entrevistas, todos los shows, todo lo que podía», dice Sullivan. «Como tardaban en llamarme, empecé a llamar, insistí todos los días: sabía que quería y podía hacerlo.»
La idea de filmar Sandro de América surgió hace unos años cuando Juan Parodi, ideólogo y productor del proyecto, entendió que el género biopic crecía en Latinoamérica y se puso a pensar qué personaje argentino merecía su propia miniserie. Su historia ideal tenía que tener buenas chances en Argentina y posibilidades de exportación. Parodi indagó en su memoria y, más que nada, en Google: descubrió que «Sandro de América» era una búsqueda frecuente en México, Colombia y Venezuela incluso más que en nuestro país. Fue entonces, con los números en la mano y la seguridad de que sus fans trascienden las fronteras nacionales, que se decidió por contar la vida de Sandro en este programa de trece capítulos. La confianza que otorgan las cifras se fue transformando en algo más cercano a la fascinación y el convencimiento genuino de que el proyecto podía funcionar cuando empezó a encontrar los hitos que ostenta la historia personal y profesional del cantante: «Sandro fue el tipo que trajo el rock a Latinoamérica, que después abrió el camino para la existencia de un rock hecho por argentinos, el artista que dio el primer recital transmitido satelitalmente por TV desde el Madison Square Garden… A medida que nos fuimos zambullendo en su biografía, fuimos encontrando cada vez más anécdotas alucinantes para contar. En este personaje hay una fuerza única», se entusiasma.
Una vez que recibió el visto bueno de Tomás Yankelevich -por ese entonces responsable de programación de Telefe- y quedó claro que el equipo autoral estaría dirigido por Esther Feldman, el productor convocó a Caetano para dirigir la serie. Y Caetano, que nunca antes había hecho una biopic televisiva, se dejó enamorar de entrada. «Lo que más me interesó fue contar la vida de un tipo que vivió épocas tan distintas, desde sus orígenes hasta el final», dice Caetano. «Mostrar todos los cambios del personaje y del entorno: del músico duro que fascinaba a los hombres al cantante por el que se morían las mujeres. Pero contar la historia como la de un rockstar, siempre, porque Sandro fue un rockero antes que nada.»
Pero, mucho antes de llegar a firmar contrato con el director de Pizza, birra, faso, Parodi tuvo que vérselas con una buena cantidad de abogados y gestores en Argentina y Estados Unidos: «Estuve casi dos años tramitando derechos antes de empezar a grabar. Al margen de la imagen y el nombre, que hubo que negociar con Olga, su viuda, estaban los derechos musicales [en la serie sonarán todas versiones originales]. Sandro compartió los derechos de todos sus temas con Oscar Anderle, su representante histórico, y hoy son sus hijos los que deciden sobre ellos. Por otro lado, está la corporación que administra la música de Elvis, de quien Sandro hizo covers durante toda la primera época. Y así fueron apareciendo otros tantos temas de todas las épocas, en muchos casos ni siquiera estaba claro con quién hablar: hubo que rastrear durante meses».
Y es que, a diferencia de gran parte de los artistas mitificados por la cultura nacional, ceñidos a un género y una época, Sandro tuvo más de 50 años de carrera activa. Por eso la serie, que repasa la historia del ídolo a lo largo de las décadas del 50, 60, 70, 80, 90 y (¡uf!) 2000, hace alarde de una variedad de vestuarios, locaciones y escenografías inusual para la televisión nacional.
«Hay un cuarto Sandro, en realidad», dice Parodi. «Es una escena inicial de Sandro a los 10 años interpretada por un actor de nueve. Es un pasaje breve, pero fundamental en su vida, donde se ve a Roberto de chico, en su colegio de Valentín Alsina. En el medio de un acto del 25 de Mayo, nadie entiende bien a cuento de qué, le piden que haga playback de un tema de Elvis: en un momento el disco se rompe, pero él sigue cantando. A la gente le encanta lo que ve. Ese día, Roberto se da cuenta de que le encanta hacer eso: fue el despertar.»
Nadie puede confirmar a esta altura si esta anécdota sucedió tal y como la cuenta Parodi, pero ¿acaso importa? «Sandro de América es una ficción, y en ese sentido nos tomamos las licencias que la ficción permite», explica Caetano. «Hay dos caminos a la hora de contar la historia de alguien que existió: o elegís ser fiel a los hechos y los datos o elegís ser fiel a un espíritu. Me interesa mucho más esto segundo, buscar la imitación perfecta me aburre.»
Después de las idas y venidas con Pablo Echarri, que en un momento se dijo que quedó fuera de juego porque desde la señal consideraron que su inclinación política «dividía demasiado la pantalla», Parodi dice estar «chocho» con el seleccionado de actores que contará la historia de Roberto Sánchez Ocampo. «A mí me encantaba la idea de que fuera Pablo, porque además el parecido físico es notable. Pero la verdad es que Yankelevich de entrada dijo que quería otro actor, y Grimau nos parece una alternativa muy buena.» Además de los tres Sandros, el elenco está compuesto, entre otros actores, por Luis Machín en el papel de Anderle, Calu Rivero como la primera novia de Sandro, Julián Kartun y Gastón Soffritti como integrantes de Los de Fuego, Isabel Macedo como la primera mujer, Muriel Santa Ana como Olga y la China Suárez como una joven Susana Giménez. ¿Es el casting ideal o lo mejor que podía lograrse merced a los requerimientos de la TV comercial? «Ni una cosa ni la otra y ambas cosas a la vez. Mucho más que en el cine, en la televisión tenés que salir a la búsqueda de un espectador, hay una mirada puesta en que el proyecto funcione, el director trabaja mucho más cerca del productor, y en este caso el productor es una voz muy atendible. No es que haya que hacer caso, como lo chicos, pero yo diría que hay que buscar la paz.»
Natalia Laube