Para que las construcciones sean energéticamente eficientes, además de la orientación y la ventilación, cobran una importancia decisiva los materiales de aislación térmica como la lana de vidrio para los techos, el poliestireno expandido o EPS y el poliuretano
Por Marcelo Bátiz – Télam
El ahorro de energía en las viviendas familiares no depende tanto de los electrodomésticos y la iluminación, sino del aislamiento térmico de las casas y edificios de departamentos, lo que a su vez implica un desafío en la construcción y la remodelación, si se tiene en cuenta que la mayor parte de las edificaciones datan de épocas previas a la adopción de normas de eficiencia.
En ese sentido se expresó Federico García Zúñiga, consultor técnico de la Asociación Nacional de Industrias de Materiales Aislantes (Andima) y profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata.
En diálogo con Télam, García Zúñiga puso el acento en la importancia de la aislación térmica eficiente y, de cara a la política de segmentación tarifaria, aseguró que su aplicación permitiría «ahorrar hasta un 35% en el consumo de energía y hasta un 60% en las facturas sobre la luz y el gas consumidos para climatizar un hogar».
Pero el interés excede a la preocupación individual o familiar para terminar siendo de los propios Estados nacionales, de acuerdo con una ecuación formulada por el especialista, según la cual «con la misma energía que se alimenta una vivienda casi podrían abastecerse a dos», con el consiguiente ahorro de recursos energéticos y fiscales.
«La eficiencia energética no debe ser la letra chica del contrato de compra o de alquiler; muy por el contrario, debería ser una de las primeras cláusulas», enfatizó, para agregar que el desafío es doble puesto que, además de obligar a sancionar nuevas normas en una actividad de regulación provincial y municipal, implica una toma de conciencia general de la población.
En ese sentido, advirtió que «hay muy poca conciencia en general» y para esto no basta más que preguntarle a una familia interesada en comprar o alquilar una vivienda si, además de tener en cuenta precio, ubicación, superficie y servicios comunes, suman la eficiencia energética de la construcción al conjunto de requisitos.
Si bien las respuestas son mayoritariamente negativas, García Zúñiga concedió que las afirmativas van en ascenso «por las intervenciones de los profesionales», y que no sólo se tiene en cuenta aspectos económicos y ambientales sino la propia salud de los habitantes de los inmuebles.
«Una mala aislación puede producir condensación en las paredes y eso se comprueba con la aparición de moho en muebles y ropa, pero también en la afectación de las vías respiratorias», manifestó.
García Zúñiga remarcó la importancia de analizar el problema considerando que, hasta tanto no se complete el proceso de transición energética en todo el planeta, los recursos no renovables son escasos y eso implica que los países deban asumir costos cada vez mayores para abastecer a su población, una concepción que en Europa -precisamente por su dependencia de combustibles fósiles- comenzó a cobrar cuerpo en medio de la crisis petrolera de la década de los ’70 del siglo pasado.
«Ahora están redoblando la apuesta», acotó, en alusión a los problemas de abastecimiento de gas y petróleo luego del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.
La suba del precio internacional de la energía y el elevado nivel alcanzado por los subsidios económicos estableció un marco propicio para que esa preocupación y toma de conciencia se instale también en la Argentina y, para ello, García Zúñiga aseguró que ya se cuenta con la legislación adecuada, más allá de la necesidad de actualizaciones permanentes.
Una de esas normas es el etiquetado de viviendas, similar al aplicado en los electrodomésticos, una iniciativa que, de a poco, se va instalando y que desde la Secretaría de Energía se difunde a través de talleres de capacitación en todo el país, con la participación de la directora de Energía Renovables, Gabriela Richter; la responsable del Programa de Eficiencia Energética, Irma Padilla, y la referente del Programa Nacional de Etiquetado de Viviendas, Paola Sandoval.
García Zúñiga rescató la experiencia de España, en la que el etiquetado ya figura en los avisos de las inmobiliarias y «de esa manera, la gente toma la decisión de comprar o alquilar, entre otras cosas, en función del etiquetado».
De todos modos, reconoció que tanto en España como en la Argentina y la mayor parte del mundo existe un factor que juega en contra y es que «hay un parque edilicio que es previo» a la aplicación de medidas de eficiencia energética, y que el proceso de reacondicionamiento o «retrofitting» demandará varias décadas.
Al respecto, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico comprobó, luego de un relevamiento realizado en 2018, que el 84% de las viviendas españolas cuenta con las calificaciones más bajas (de E a G), con un consumo de energía 90% mayor al de las categorías A o B, con apenas el 1% del total del parque edilicio.
Para que las construcciones sean energéticamente eficientes, además de la orientación y la ventilación, cobran una importancia decisiva los materiales de aislación térmica como la lana de vidrio para los techos, el poliestireno expandido o EPS y el poliuretano.
García Zúñiga asegura que la incorporación de esos materiales representa un costo adicional de no más del 1,5% para un emprendimiento que comienza de cero y que, en consecuencia, la eficiencia energética dista mucho de ser una preocupación exclusiva de sectores medios o altos.