Marieme y Ndeye nacieron hace dos años y ocho meses en Senegal. Aquel día, nadie esperaba que su madre diera a luz a dos bebés, pero la sorpresa que se llevaron fue más grande aún. Marieme y Ndeye son siamesas.
Los niños que nacen en estas condiciones son pocos y la mayoría de ellos nacen muertos o pierden la vida a los pocos días. Contra todo pronóstico, las niñas siguen creciendo.
La salud de las pequeñas se mantiene estable, por ahora. Pero se sabe que en el futuro comenzará a complicarse. Marieme tiene el corazón muy débil, por lo que hay alto riesgo de vida. Ndeye es más fuerte que su hermana, pero en caso de que una muera, ambas lo harán.
Ibrahima Ndiaye, el padre, se enteró de todo esto el día del nacimiento. Él y su esposa esperaban tener sólo una bebé. «Las ecografías mostraban una niña. Solo una niña», contó a la BBC. Aunque el destino les tenía deparada otra cosa.
Aquel día, «los médicos se llevaron a la bebé rápidamente» y le dijeron que todo estaba bien. Un poco más tarde, lo buscaron y le explicaron la condición de sus hijas.
«No lo entendía», contó Ibrahima. «Estaba en silencio, tratando de entender cómo no se habían dado cuenta. Estaba tan enojado con la gente que había hecho las ecografías. No podía hablar, lloraba», recordó.
Después de las explicaciones pertinentes, lo llevaron a conocer a sus hijas. La realidad era mucho más difícil de lo que él pensaba. «Esperaba que pudiese ser algo simple y que pudiesen separarlas fácilmente», aseguró.
Luego del proceso de aceptación y comprensión, Ibrahima entendió que sus pequeñas necesitan más cuidados médicos y las llevó al hospital infantil local. En el lugar fueron conectadas a varias máquinas y un respirador.
También allí, Ibrahima se dio cuenta de que iba a haber varias complicaciones. No con la salud de las niñas, sino con la aceptación de la gente. En Senagal hay un serio conflicto con la forma en las que se perciben las discapacidades.
«Hay mucha ignorancia», señaló. «Muchos lo ven como un castigo de Dios o creen que es producto de la brujería. Esto es una opinión generalizada y es tabú hablar de ello», agregó.
Con el tiempo, se dio cuenta de que no había un plan específico para ayudarlas y comenzó a buscar especialistas alrededor del mundo. Finalmente, dio en Londres con la respuesta del médico Paolo De Coppi, del Hospital Great Ormond Street. Y viajaron para conocerlo.
Con el paso del tiempo, la situación económica fue desmejorando. La pareja gastó todos sus recursos y la madre de las niñas decidió volver a Senegal a cuidar de su otro hijo. Ibrahima quedó solo al cuidado de las pequeñas y viven muy austeramente.
Actualmente residen en Cardiff llevando adelante la vida de la forma más normal que pueden. Las niñas son como cualquier niño. Les gusta jugar y la televisión. Están empezando a hablar y disfrutan estar con otros chicos.
A cada momento que pasa, sin embargo, el corazón de Marieme se torna más débil y el riesgo mayor. «El futuro es incierto y mis niñas luchan por la vida cada día y yo me siento bendecido», manifestó.
El padre de siamesas y en los años venideros deberá tomar una decisión muy difícil: permitir que las separen con los riesgos que eso implica, sobre todo para la vida de Marieme o dejarlas que mueran juntas.