La historia oficial ha ocultado injustamente a muchas personalidades que han jugado un papel decisivo en la construcción de nuestra sociedad. Lamentablemente, sus nombres no forman aún parte de nuestra memoria colectiva. Este es el caso de las primeras médicas españolas que, desde finales del siglo XIX, lucharon por construir una Medicina mejor y una Sociedad más justa e igualitaria.
Hoy, que las mujeres representan casi el 70% de los estudiantes de Medicina, pueden parecer insólitas las vicisitudes que tuvieron que sufrir las médicas pioneras de hace poco más de un siglo. Tuvieron que luchar con valentía contra las mentes masculinas que, injustamente, se llevaron los méritos de sus grandes logros en la Medicina y en la Ciencia en general. Resulta sorprendente descubrir la gran cantidad de mujeres cuya lucha incansable permitió avanzar en el reconocimiento de derechos fundamentales de la mujer como poder contribuir a la Ciencia, a las Letras o acceder a una enseñanza universitaria.
Su historia es nuestra historia. Una historia de mujeres valientes y abnegadas, verdaderas heroínas, que se enfrentaron a los prejuicios e injusticias de una sociedad decimonónica que se resistía ferozmente a las corrientes sociales transformadoras y renovadoras que acabarían determinando el curso de los acontecimientos posteriores.
DOLORES ALEU, LA PIONERA
Fue la primera mujer en España en ejercer la Medicina en la historia reciente. Nació en 1857, en el seno de una familia pudiente de Barcelona. Su padre, que era el jefe de la Policía Municipal, apoyó a su hija en su “extraño” deseo de emprender una carrera universitaria como la de Medicina con la condición de que fuera acompañada siempre por dos escoltas. Una precaución necesaria ya que Dolores Aleu recibió pedradas a las puertas de la Facultad de Medicina, que entonces estaba situada en la calle del Carme. Pero ella no se atemorizó y acabó recibiendo los aplausos de sus compañeros estudiantes. Aleu superó los cuatro cursos de la carrera con quince sobresalientes y cinco notables. Aun así, el Ministerio de Educación de la época le denegó inicialmente su solicitud de presentarse a los exámenes para obtener el título de médico y cirujano. Los funcionarios de Madrid escribieron a su universidad para comprobar la veracidad de lo que Aleu refería, que se había matriculado y cursado la carrera de Medicina. Querían saber cómo era posible si no era hombre. El centro respondió que no podían denegar los estudios a nadie que se presentara con el aprobado del Bachillerato.
El 4 de abril de 1882, llegó la autorización para Aleu y superó los exámenes finales dos semanas después. El título de la tesis que defendió (“De la necesidad de encaminar por nueva senda la educación higiénico-moral de la mujer”) ilustra perfectamente que era un alegato en defensa de la educación de la mujer ante un tribunal de médicos que le había denegado los dos años anteriores su derecho a presentarse. La tesis constituyó un verdadero desafío al tribunal. Era un escrito valiente, apasionado y revolucionario sobre la condición de ser mujer y un auténtico mensaje a favor de la equidad.
Después de aprobar la tesis, Dolores Aleu abrió su consulta en el número 14 de la Rambla de les Flors, donde atendió tanto a señoras burguesas que llevan años con dolencias ginecológicas (sin atender por vergüenza de acudir al médico) como a prostitutas, madres solteras, mujeres pobres del Barrio Chino y niños huérfanos.
NO ERAN BIENVENIDAS A CLASE
Otras pioneras aún lo tuvieron peor que la doctora Aleu. En el siglo XIX, las aulas de Medicina eran un lugar hostil para las mujeres. El hecho de poder asistir a clase ya era, de por sí, un logro extraordinario.
La primera que lo consiguió fue Elena Maseras (1853-1905) que obtuvo una Real Orden del rey Amadeo de Saboya para poder estudiar la carrera universitaria, pero en régimen privado, sin poder asistir a clase. Tras tres años de lucha, consiguió ser admitida en el aula por el catedrático de Terapéutica, Narciso Carbón. Fue la primera mujer que conseguía entrar la facultad, pero las trabas burocráticas la hicieron desistir de hacer el doctorado y renunció a la práctica de la Medicina.
Estas mismas dificultades las experimentó Francesca Fontova (1877-1961), la primera médica leridana. Fontova tuvo que esperar tres años para conseguir el permiso para asistir a clase por denegación de la Dirección General de Instrucción Pública. Finalmente, la autorizaron con la condición de que los profesores garantizasen que no habría desórdenes en la clase por la presencia de la “señorita”.
Teresa Bracons (1904-1988) también sufrió este tipo de discriminación ya que la obligaron a sentarse lejos de sus compañeros y salir del aula cuando se trataban temas referentes a la anatomía o patología urogenital o las enfermedades venéreas. Aun así, consiguió doctorarse con un excelente Cum Laude y tuvo una dilatada carrera profesional.
REPRESIÓN CONTRA LAS MÉDICAS
Para ser médica en la primera mitad del siglo XX, había que ser muy, pero que muy, valiente. Pilar Rodillos (1912-2001) lo fue. En 1938 consiguió la plaza de directora de la Casa de Reposo Infantil de Tiana. Cuando se hizo cargo, descubrió graves irregularidades administrativas que causaban perjuicios en el bienestar de los niños. Rodillos lo denunció a las autoridades pertinentes, aunque era consciente de que podía sufrir represalias por parte de los responsables. Se creó un tribunal popular expresamente para tratar el caso y defendió su denuncia con firmeza. Finalmente, consiguió hacer los cambios necesarios para que todo funcionara correctamente.
Julia Coromines (1910-2011) también sufrió la represión, en su caso política. Durante la Guerra fue médico de las guarderías de la Generalitat de Cataluña, pero luego fue perseguida y se refugió en Argentina. Cuando volvió, en 1944, enfocó su carrera a la salud mental infantil y fue la introductora del psicoanálisis en el país.
Los lectores pueden consultar los detalles de estas y otras historias de médicas pioneras en un excelente articulo titulado “Pioneras de la Medicina” y publicado en el blog del Colegio Oficial de Médicos de Barcelona (https://blogcomb.cat/2019/03/07/pioneres-de-la-medicina/)
ROMPER EL TECHO DE CRISTAL
La lista de médicas pioneras con las que tenemos una deuda pendiente es interminable. Fueron mujeres intrépidas que se atrevieron a explorar un mundo que entonces era exclusivo de los hombres. Rompieron tabús. Sus mentes brillantes de mujeres fueron silenciadas por su condición de género. No obstante, debemos agradecerles que muchos de los grandes avances de la Medicina (y de casi todos los campos del conocimiento) fueron obra de ellas.
Pese a que la discriminación de la mujer hacía estragos en todos los ámbitos, sociales, políticos y personales fueron capaces de romper el techo de cristal de la discriminación por género.
LA PLENA IGUALDAD AÚN SIGUE SIENDO UN RETO A ALCANZAR
En pleno siglo XXI, cuando aún existen leyes discriminatorias contra las mujeres y niñas en todos los rincones del mundo, resulta necesario romper la brecha de género dentro de la profesión médica y por ende dentro de todas las profesiones. Hay que mirar el ejercicio profesional con perspectiva de género para hacer avanzar la sociedad.
UN HOMENAJE IMPRESCINDIBLE
No olvidemos que las mujeres que han tenido verdadera relevancia social no han sido actrices ni reinas de belleza. En absoluto. Han sido médicas, enfermeras, filósofas, astrónomas, matemáticas, escritoras, inventoras o físicas. Mujeres de todas las profesiones imaginables que además han jugado un papel decisivo en nuestro mundo.
Se merecen el homenaje y el reconocimiento de todos y todas.
Fuente: Catalunyapress