María Molina lidera un grupo de investigación que utiliza nanogeles, materiales de aspecto similar a cápsulas blandas de gelatina, pero a escala nanométrica, que permiten la liberación controlada de principios activos como drogas anticancerígenas.
Las nanociencias que estudian la manipulación de materiales en una escala nanométrica que transcurre en la millonésima parte de un milímetro tienen el potencial de transformar el tratamiento de enfermedades como el cáncer y, aunque sus aplicaciones en salud aún son experimentales, «son el futuro que se nos viene», dijo a Télam María Alejandra Molina.
Doctora en Ciencias Químicas y especialista en aplicaciones biomédicas de nanomateriales, además de haber sido galardonada con el Premio Estímulo 2022 de la Fundación Bunge y Born, la científica señaló: «Una de las formas más fácil de entender los beneficios de este tipo de sistemas es en terapia anticancerígena».
El principal problema de las drogas contra el cáncer es que «son tan tóxicas que terminan teniendo un montón de efectos secundarios en el cuerpo, como la caída del pelo», indicó Molina, quien se especializa en aplicaciones biomédicas de nanomateriales inteligentes que responden a estímulos del medio ambiente.
En el Instituto de Investigaciones en Tecnologías Energéticas y Materiales Avanzados (Iitema) de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC), Molina lidera un grupo de investigación que utiliza nanogeles, materiales de aspecto similar a cápsulas blandas de gelatina, pero a escala nanométrica, que permiten la liberación controlada de principios activos como drogas anticancerígenas.
«Lo que podrían hacer este tipo de nanopartículas, que encapsularían la droga, es que solamente liberen esta droga en el tumor y no en todo el cuerpo para disminuir un montón los efectos secundarios».
Para entender mejor el proceso, Molina precisó que en el laboratorio se puede «decorar» la superficie de una proteína para que se pegue al receptor de otra proteína específica que está, por ejemplo, en el tumor del páncreas.
«Entonces, se inyectan los nanogeles en el torrente sanguíneo y van a dar vueltas por el cuerpo hasta que lleguen al tumor en el páncreas, encuentren ese receptor y se peguen ahí», detalló.
Por el momento, es experimental el uso de estas terapias con nanotecnología y Molina señaló que llegar a «la clínica en humanos es bastante difícil porque tienen que pasar un montón de fases intermedias».
Si bien las posibilidades de modificar los materiales son infinitas, la investigadora advirtió que están los límites de toxicidad: «se sabe que la acumulación de nanopartículas inorgánicas en el cuerpo es tóxica».
Por esta razón, se desarrollan acuerdos de toxicidad a nivel internacional y en Argentina el marco regulatorio depende del comité de Nanotecnologías del Instituto Argentino de Normalización y Certificación (IRAM), que trabaja en el desarrollo responsable de las nanotecnologías.
Sobre la importancia de esta disciplina emergente en el campo de la salud, Molina explicó que «la ventaja es que podemos aumentar muchísimo la eficiencia de cualquier terapia y reducir los efectos adversos».