Por Cristina Messineo (*)
«El verdadero sentido de lo que somos está en nuestra lengua, qom l’aqtaqa… A todos nos gusta aprender el castellano, pero debemos enseñarles a nuestros hijos nuestras costumbres, nuestro idioma, porque si no todo va carcomiéndose… Es como la tierra que está al lado de un río y la fuerza del agua la va gastando y entonces la tierra va perdiendo su fuerza…qom l’aqtaqa es la tierra, el agua es el idioma de los blancos. Por la fuerza del agua, así se conoce cuál es la verdadera tierra». Valentín Moreno (hablante de la lengua toba/qom).
Argentina es un país que históricamente ha negado e invisibilizado su matriz multilingüística, especialmente la vinculada con los pueblos indígenas. El mito de que todos somos blancos y europeos y de que los indios pertenecen al pasado se derriba con solo observar las cifras de los últimos censos en los que el número de personas que reconocen su raíz indígena (casi un millón) supera el de una nación imaginada como homogénea y monolingüe.
Se hablan actualmente en el país más de 20 lenguas originarias. Algunas, como el quechua y el guaraní, transcienden el seno de las comunidades indígenas y ejercen una marcada influencia sobre el español regional.
Existen también las lenguas indígenas habladas por migrantes de países vecinos (Paraguay y Bolivia, por ejemplo), de uso cotidiano en el ámbito familiar y laboral (por ejemplo, en el ámbito de la construcción y la frutihorticultura). Su expansión en los centros urbanos ha tomado dimensiones sociolingüísticas importantes debido al hecho de que cada vez más niños y niñas ingresan a la escuela hablando algún idioma indígena.
A esta situación se suman los movimientos de recuperación lingüística y cultural, llevados a cabo especialmente por jóvenes que reivindican su identidad, como es el caso de los pueblos huarpe, comechingón, ranquel y tehuelche, entre otros.
Nuestra Constitución Nacional, a partir de la reforma de 1994, reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas y garantiza el derecho a una educación bilingüe e intercultural y a la posesión comunitaria de sus tierras.
Algunas de las principales consecuencias de la reforma constitucional han sido la creación de programas de educación intercultural bilingüe a nivel nacional y provincial y la oficialización de lenguas indígenas habladas en Chaco (toba (qom), mocoví y wichí) y en Corrientes (guaraní). No obstante, a diferencia de otros países de América, Argentina no cuenta aún con políticas públicas de revitalización o preservación de las lenguas indígenas que garanticen el reconocimiento, la protección y el desarrollo de los derechos lingüísticos, individuales y colectivos de los pueblos indígenas, así como la promoción del uso y el desarrollo de sus lenguas nativas.
Las lenguas indígenas de la Argentina, como las del resto del continente, presentan rasgos interesantes por su diversidad respecto de otras lenguas mejor conocidas y su estudio contribuye al conocimiento científico del lenguaje en general.
Las lenguas son depositarias del pensamiento humano y de la historia de la humanidad por lo cual cuando una lengua deja de hablarse, desaparece también una parte del conocimiento heredado y de la historia de la humanidad. Cada lengua representa una mirada sobre el mundo; es también un signo de identidad, una forma simbólica que permite expresar las características sociales y culturales de las personas y de los grupos que la hablan. Por eso es fundamental contar con políticas estatales adecuadas que propicien la visibilización y el uso de las lenguas nativas.
Es primordial también la implementación de programas de educación intercultural bilingüe tanto a nivel nacional como provincial y la sanción de leyes de lenguas nativas que reconozcan los derechos lingüísticos individuales y colectivos y que propicien la presencia y el uso equitativo de las lenguas en los medios de comunicación, tal como se establece en la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos.
Así también, es necesario continuar con las investigaciones científicas que contribuyen a documentar y promover el uso de las lenguas indígenas y a desinstalar el prejuicio de que ciertos idiomas tienen estatus lingüístico y otros no.
(*) Doctora en Lingüistica (UBA). Investigadora del Conicet. Instituto de Lingüística-UBA.