La letanía de desastres naturales en Japón ha puesto de relieve la vulnerabilidad de infraestructuras importantes, empezando por el aeropuerto de Kanzai, el primero del mundo construido en una isla artificial.
La región de Osaka (oeste), barrida por el tifón Jebi la semana pasada, «representa el 10,9% de la riqueza japonesa», afirma Kohei Iwahara, economista de Natixis Japan Securities. «Es algo más que Bélgica y casi el equivalente a Suecia».
Kansai acoge el aeropuerto KIX, cerca de Osaka, fundamental para el turismo y la distribución de mercancías. Sus pistas están inundadas y miles de pasajeros estuvieron bloqueados durante 24 horas. Días después del paso del tifón, el tercer aeropuerto del país, con 28 millones de pasajeros por año, sigue sin funcionar con normalidad.
A merced de los desastres
Además de los daños sufridos en sus instalaciones, el puente, único acceso a tierra firme, ha sufrido destrozos por el choque de un petrolero.
«La pregunta es: ¿cuánto tiempo durará esto?», dice Iwahara.
Es la enésima peripecia para este aeropuerto inaugurado en 1994 tras las obras colosales realizadas en la bahía de Osaka, a 5 km de las costas, para evitar el ruido.
Era el primer aeropuerto del mundo levantado en una isla artificial, una proeza con varios inconvenientes: su peso provoca un hundimiento lento en el mar y su ubicación lo expone a todo tipo de calamidades naturales.
Con los años el aeropuerto se ha dotado de una serie de dispositivos costosos que elevan la deuda a miles de millones de dólares. Le sirven para la evacuación de las aguas y para protegerse de las lluvias torrenciales, de las olas y tsunamis y de las mareas altas provocadas por tifones.
Turismo
Unos sistemas insuficientes frente a Jebi en un momento en el que el aeropuerto se encontraba en plena expansión.
KIX atrae a muchos visitantes de Asia por la cercanía de las islas turísticas de Kioto y Nara.
También es una plataforma para el transporte de mercancías: «5,3 billones de yenes en bienes, muchos de ellos semiconductores y componentes eléctricos, parten de allí, o sea 7,2% de las exportaciones de Japón», precisa el profesor Yoshihisa Inada, del centro de investigaciones Asia Pacífico con sede en Osaka.
«Las compañías pueden optar con bastante facilidad por itinerarios diferentes», estima el profesor universitario, más preocupado por las repercusiones en el turismo.
«De los 28 millones de visitantes del archipiélago en 2017, 10 millones fueron a Kansai y se gastaron 885.000 millones de yenes (6.800 millones de euros, 7.900 millones de dólares)», afirma Inada. «Si la situación actual del aeropuerto se prolonga un mes ¿cómo vamos a compensar la pérdida de beneficios?».
Apagón en Hokkaido
Antes del tifón Jebi, seguido de un terremoto en la isla de Hokkaido (norte), Japón sufrió lluvias torrenciales al comienzo del verano que, según la agencia nacional de turismo, provocaron «cancelaciones y un impacto sobre la demanda de Corea del Sur y de Hong Kong».
Este rosario de catástrofes «disuadirá a los turistas a corto plazo, pero volverán», matiza el analista de Natixis, Iwahara.
Los recientes desastres evidencian asimismo los fallos de la red eléctrica: en Hokkaido, el parón automático de la principal central térmica, situada cerca del epicentro, provocó un apagón que afectó a tres millones de clientes, algo nunca visto. Y no volverá a la normalidad hasta noviembre, como muy pronto.
La penuria de corriente eléctrica afecta a los hospitales, granjas y fábricas. En Japón el caos no dura mucho tiempo. «Los terremotos y los tifones forman parte de nuestro día a día. En el plano económico -estima Kohei Iwahara- lo habremos superado en unos meses».