La serie de Claudia Piñeiro y Marcelo Piñeyro llega este miércoles a su fin con el estreno de sus seis episodios en la plataforma de streaming Netflix
Los reconocidos Peter Lanzani y Diego Peretti son el bien y el mal personificados en la segunda y última entrega de «El Reino», serie de Claudia Piñeiro y Marcelo Piñeyro que a través del cruce de la política y la religión institucionalizada imagina una Argentina corrompida por la teocracia, y que llega este miércoles a su fin con el estreno de sus seis episodios en la plataforma de streaming Netflix.
«Me gustaría acaparar la atención de todo el mundo. Vamos con todo», aseguró Peretti en diálogo con Télam de cara al término de esta trama de suspenso y evocando el espíritu ambicioso de Emilio Vázquez Pena, el pastor evangelista que interpreta y que las audiencias conocieron un año y medio atrás, cuando todavía era un candidato a vicepresidente con muchas decisiones que tomar tras el asesinato de su compañero de fórmula durante el acto de cierre de campaña.
Con una elipsis que deja lugar para especular qué ocurrió en el mientras tanto, los nuevos capítulos de «El Reino» comienzan con Vázquez Pena ocupando hace algunos años el sillón de Rivadavia y luchando contra las resistencias que halla la aplicación de su fe en la conducción del Gobierno.
Pero dentro de todo ese ya conflictivo clima social reaparece una figura antagónica que no esperaba: se trata de Tadeo (Lanzani), quien luego de abandonar la iglesia fundada por el presidente al descubrir que la utilizaba como fachada para cometer abusos a menores, se convierte de manera inesperada en un héroe popular de corte mesiánico y abanderado de la justicia social durante su escape en el norte del país.
La polarización entre la búsqueda del bien común y el hambre de poder concentrado -que incluso amenaza con poner en jaque la democracia- se transforma en el eje de esta última entrega, que deja de lado el misterio criminal y pasa a un desarrollo más directo para ver quién ganará la pulseada en esta ficción, la primera de sello argentino que retomó sus rodajes en plena pandemia de coronavirus y que logró capitalizar la atención de miles de espectadores desde el aislamiento en sus hogares.
«Para mí fue importantísimo, cada personaje o proyecto que elijo me deja una huella desde lo profesional, compartiendo con actores y actrices que admiro muchísimo, y desde lo personal, con el esfuerzo casi deportivo de afrontar un set y ponerle el cuerpo y la emocionalidad», comentó por su parte Lanzani sobre su paso por la serie y a poco de su vuelta desde Los Ángeles, donde dijo presente en la gala de los premios Oscar por su papel en la aclamada «Argentina, 1985».
En este cierre, la dupla protagónica comparte elenco nuevamente con Mercedes Morán, Joaquín Furriel, Nancy Duplaá y Chino Darín, junto a los recién llegados Diego Velázquez, Julieta Cardinali, Maite Lanata y Agustín Aristarán.
—En esta temporada Emilio y Tadeo se transforman definitivamente en las dos caras de una misma moneda. ¿Cómo encararon ese planteo de esta continuación?
Peter Lanzani: La verdad es que nos cruzamos poco y nada en esta temporada, pero teníamos a favor que ya sabíamos quién era cada personaje, ya nos habíamos desenmascarado. Así que no necesariamente hubo encuentros para ver cómo íbamos a jugar, pero sí hubo muchos ensayos con Marcelo (Piñeyro), que es un director muy presente y no deja nada librado al azar, y hubo mucha lectura, porque esta temporada arranca unos años más adelante y teníamos que ver qué pasó en ese tiempo, para saber cómo arrancar. Desde ahí, me parece que fue más un trabajo de intuición que cualquier otra cosa.
—¿Ese camino más claro y menos misterioso los obligó a reformular algún aspecto de sus personajes?
Diego Peretti: Puede ser que la trama esté muy jugada para un lado y para el otro, pero sin duda que en su dirección, hacia dónde se dirige cada uno de los personajes, se mantiene constante hacia el destino final. En el caso de Emilio, él pasa de una promesa de personaje y en este segundo capítulo es la concreción, donde se gastan todas las balas. Fue poner en acción todo lo que veníamos prometiendo, de alguna manera.
PL: Para mí mantienen su esencia pero llevada a extremos. Tadeo es un tipo espiritual, bondadoso, pero lo que sí tiene de diferente es que ya está mas abordado de todo lo sucedido, ya no es el Tadeo que no sabía cómo afrontar sus situaciones y hasta le ganaba un tartamudeo. Es un Tadeo un poco más plantado, que ya no puede callarse, aunque no busca convertirse en la figura en la que se convierte, porque se lo da la vida misma, y su gran desafío es qué hacer con todo eso.
—»El Reino» fue una de las series que marcó el impulso que tuvo la producción nacional para el streaming desde la pandemia. ¿Creen que proyectos como este amplían los límites de lo que se puede contar en el formato televisivo argentino?
DP: Una de las cosas buenas que tienen las plataformas, para mí, es que elevaron un poco la forma de narrar y lo técnico, se hizo más rigurosa, más profesional. Yo trabajé mucho en TV, y en el caso de una plataforma como esta los recursos están presentes, podés desarrollar un buen guion con todo lo que querés decir, de una manera más cinematográfica, hecha con más tiempo. Y al hacer algo con más tiempo, te sale algo un poco mejor, en general. Puede no ocurrir, en el arte a veces la menor cantidad de recursos te ayudan a crear algo mucho mejor que si los tuvieras, pero en este caso me parece que funcionó para que la historia tuviera la potencia que creo que tiene.
—¿Cómo creen que funcionó «El Reino» en ese terreno de las plataformas, donde los contenidos locales están disponibles también para un público global?
DP: Me parece que en esta serie pudimos ser folclóricos, telúricos e internacionales. En otros casos por ahí ves atravesado un discurso de la plataforma que no coincide con lo que vos querés decir, y ahí se complica. Pueden suceder ese tipo de cortocircuitos, de quita de cultura nuestra en pos de una fórmula internacional abstracta, pero en este caso no ocurre, creo que todo está potenciado, todo está bueno. Yo veo películas noruegas o iraníes, que antes ni loco, pero ahora también un noruego puede vernos a nosotros con «El Reino», y eso es un cambio muy importante.
PL: Las plataformas también buscan la diversidad, de repente a un español le puede interesar ver qué pasa en el conurbano, como acá hay argentinos que ven series españolas. Depende del proyecto y del público que quieras encarar, quizás te «argentinizás» menos en tu relato, pero eso está hasta en las técnicas actorales. Ves una serie yanqui y tienen una manera muy distinta de actuar a la nuestra, son más neutros, como los europeos. Nosotros somos más expresivos, y eso no se va a perder nunca.