Por Mónica Macha, diputada nacional por el Frente de Todos, titular de la comisión de Mujeres y Diversidad.
Las violencias machistas han acentuado su crueldad como un modo de enviar un mensaje y ensañarse con nuestros cuerpos. Podríamos decir, siguiendo a Rita Segato, que hay una pedagogía de la crueldad que se expande y se retroalimenta entre las prácticas machistas, las representaciones de los medios de comunicación y un poder judicial que muchas veces legitima la violencia contra las mujeres, lesbianas, trans y travestis. En otra época, los medios necesitaban del poder judicial como fuente de información, pero hoy vivimos un tiempo en el cual pareciera que poder judicial machista depende en buena medida de la visibilidad, las sentencias y la agenda de los medios y la conversación pública. Muchas fueron las veces que torcimos, corregimos e hicimos un acto de justicia a partir de hacer público un fallo que propiciaba la impunidad. Nosotras, desde todos los espacios sociales, debemos desmontar ese sentido y esas prácticas. Quitar el rol de poder y potencia que siguen teniendo los varones que ejecutan la violencia contra nuestros cuerpos.
En este punto, dimos un paso fundamental en el ámbito legislativo que se compone de dos movimientos. Uno ya es histórico y ha inaugurado un espacio institucional para las luchas feministas que es la Comisión de Mujeres y Diversidad, que me toca presidir en la Cámara de Diputados. Y el otro, es la demostración de una voluntad política transformadora: hemos acordado con la diputada Carolina Gaillard, presidenta de la Comisión de Legislación Penal, que todos los proyectos que salgan sobre violencia de género desde esa comisión cuenten con nuestra mirada feminista y una perspectiva de género.
El pasado jueves celebramos la primera reunión informativa conjunta. Y ya descubrimos que este aporte es transformador, muchos diputados se comprometieron a revisar sus proyectos en función de una mirada feminista, para que el acceso a la justicia y los modos de hacer justicia contemplen la desigualdad que históricamente sufrimos y pueda revertirse y repararse en el ámbito penal.
Necesitamos de una mirada integral, incluso desde lo legislativo (que es un poder de nuestra democracia), para definir acciones coordinadas y que tiendan a evitar la fragmentación, la multiplicación o la segregación. Pensamos en proyectos que aborden el problema de la violencia a través de sus distintas dimensiones, sin dejar puntos ciegos ni lugares donde el patriarcado quede inmune. La violencia por razones de género es un problema social, nuestra propia pandemia, que no depende de una sola variable.
La violencia de género encadena y anuda otras violencias (las que ya sabemos se desagregan de la violencia por motivos de género: económica, simbólica, etc.) pero también otras violencias sociales: de clase, de raza, institucional. Combatir la violencia por razones de género implica desmontar una serie de violencias naturalizadas y entramadas. Una serie de cadenas de violencias que no se dan de forma aislada y que reclaman de un abordaje coordinado, integral, artesanal y sofisticado.
Sin un poder judicial feminista no tendremos condena justa a la violencia machista. La justicia creada a medida del patriarcado deja impune sus crímenes o no los tipifica o califica como tales. Una justicia feminista es un paso clave para que la impunidad y la inmunidad no sean parte de los salvatajes del patriarcado para tener libertad y crueldad sobre nosotras. Si el poder es machista, nunca habrá una justicia igualitaria. Venimos a transformarlo todo para una vida social justa y libre de violencia. Tenemos a favor la fuerza de la historia que no se puede detener.