África administró la primera dosis de alguno de los inmunizantes al 4,5% de su población mayor de 18 años, mientras que solamente el 2,5% ya tiene la pauta completa
Cinco países que empezaron a administrar terceras dosis contra el coronavirus ya inyectaron más vacunas que lo que hicieron en conjunto 39 de las 55 naciones de África desde el inicio de la pandemia, una desigualdad que se va acrecentar en los próximos días cuando se sumen a esta campaña de refuerzo Estados Unidos, Brasil, Alemania y Francia, entre otros.
Las terceras dosis aplicadas por Turquía, Israel, Chile, Uruguay y Hungría suman casi 11,6 millones, más que el total combinado de las vacunas administradas hasta el momento por los 39 Estados africanos más atrasados en la inmunización, según datos oficiales.
El acumulado de terceras dosis hasta ahora es además casi idéntico al número de vacunas administradas desde el inicio de la pandemia por Sudáfrica, el país que con más de 2,7 millones de casos acumulados acapara cerca del 30% de los positivos de todo el continente.
África administró la primera dosis de alguno de los inmunizantes al 4,5% de su población mayor de 18 años, mientras que solamente el 2,5% ya tiene la pauta completa, una tasa muy baja que se debe principalmente a la dificultad de conseguir vacunas, un problema que solo se va acrecentar con la decisión de muchos países más ricos de ir por una tercera dosis.
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El jefe de emergencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Mike Ryan, lo graficó en términos bastante claros esta semana durante una conferencia de prensa: «Vamos a dar chalecos salvavidas a los que ya tienen, mientras estamos dejando a otros ahogarse sin un solo chaleco. Esa es la realidad fundamental ética».
La agencia sanitaria de la ONU exhortó a suspender los planes de refuerzo y donar esos fármacos a las regiones que más lo necesitan a través del Covax, el instrumento multilateral para mejorar el acceso a las vacunas contra el coronavirus que hasta la fecha solamente distribuyó 215 millones de dosis, poco más del 10% de la meta de 2000 millones proyectada para este año.
Este llamado recibirá un duro revés a lo largo de septiembre, mes en que Francia, Alemania y Brasil, entre otras naciones, empezarán a administrar una tercera dosis ante el temor por la ola de contagios que desató la variante Delta.
A partir del día 20 se unirá al club Estados Unidos, que ofrecerá la nueva inyección a todos los que recibieron los fármacos de Pfizer y Moderna con una ventana de al menos ocho meses desde la segunda dosis.
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Las autoridades sanitarias del Reino Unido, en tanto, se preparan para anunciar que también habilitarán un refuerzo con parte de su lote de vacunas sobrante: esta semana anunciaron la compra de 35 millones más de inmunizantes de Pfizer para alcanzar un stock total de 540 millones de todos los laboratorios desde el inicio de la pandemia.
China también podría sumarse a esta lista, tras la recomendación de administrar un nuevo inoculante a trabajadores sanitarios, inmunodeprimidos y adultos mayores de 60 años que hayan recibido la última inyección hace por lo menos seis meses, según informó el funcionario de la Comisión Nacional de Salud Zheng Zhongwei citado por la agencia Bloomberg.
Al argumento ético sobre este tipo de acciones se suma el médico ya que. mientras autoridades sanitarias como las de Estados Unidos replican el argumento de los grandes laboratorios al afirmar que la eficacia de las vacunas disminuye «con el tiempo», para la OMS no existen datos científicos concluyentes que avalen esto.
Tampoco existe una justificación para Andrew Pollard, responsable de dirigir el equipo que creó la vacuna de Oxford-AstraZeneca.
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«Vamos a necesitar un refuerzo si vemos evidencia de que hubo un aumento en la hospitalización o de fallecidos entre los vacunados y eso no es algo que estemos viendo en este momento», explicó hace dos semanas durante una intervención en la comisión del Parlamento británico que analiza la respuesta al coronavirus.
Un tercer argumento que empezó a emerger es el legal.
La agencia reguladora de la Unión Europea (UE) advirtió que, sin su autorización para una tercera dosis, la responsabilidad por posibles demandas de efectos secundarios recaen en los Estados miembro que dieron su visto bueno.
La Agencia Europea del Medicamento (EMA) manifestó en varias ocasiones que se necesitan más datos antes de aprobar el uso de la tercera dosis, lo que no detuvo a los países europeos de sumarse al selecto grupo de las naciones que la recomiendan o, directamente, anuncian su aplicación.