"Hay pacientes que se despiertan desesperados, su cuerpo no les responde, a veces no reconocen a sus familiares", contó el jefe del Servicio de Kinesiología de un hospital de Flores
Las personas con coronavirus que superan las internaciones en terapia intensiva deben enfrentar secuelas cognitivas, psicológicas y físicas por las cuales pueden llegar a desconocer a sus familiares o no poder interpretar indicaciones sencillas como identificar un color, consecuencias que abordan kinesiólogos, psicólogos y nutricionistas que con distintas herramientas buscan que el paciente se recupere y pueda volver a valerse por sí mismo.
«Hay pacientes que se despiertan desesperados, su cuerpo no les responde, a veces no reconocen a sus familiares o simplemente les pedís que levanten la mano cuando escuchen la letra A y no comprenden la consigna», explicó en diálogo con Télam Jorge Rivera, jefe del Servicio de Kinesiología del hospital Teodoro Alvarez del barrio porteño de Flores.
Este tipo de patologías son frecuentes en pacientes que pasan varios días en cuidados intensivos ya que están bajo el efecto de muchos fármacos, pero en el caso de quienes tiene Covid-19, además, hay que agregar «el hecho de estar completamente aislado; se despiertan y sólo ven personal de salud con equipos de protección que no te permiten ni verles las caras», señaló el especialista.
Actualmente 3.093 personas están en terapia intensiva con Covid-19 en Argentina, 55,2% de las cuales se encuentran en establecimientos de la Ciudad y de la provincia de Buenos Aires, 12,5% de Córdoba y 3,2% de Mendoza, de acuerdo a los datos actualizados hoy por el Ministerio de Salud.
El promedio de internación en cuidados críticos de un paciente con coronavirus es de tres semanas y una vez que mejora su cuadro y ya no requiere respiración mecánica, es derivado a una sala de atención intermedia, donde comienza una ardua tarea de recuperación en la que deben intervenir kinesiólogos, enfermeros, médicos clínicos, psicólogos, fonoaudiólogos, nutricionistas y trabajadores sociales.
«Pedir un esfuerzo más al paciente», dice un cartel puesto sobre la pizarra que da la bienvenida al cuarto de descanso de los profesionales que integran la sala de Rehabilitación Intensiva Post Covid del Hospital Alvarez que visitó Télam. «Siempre monitoreando los riesgos», agregó Rivera, que también es coordinador de este equipo.
El jefe de kinesiología que trabaja hace 30 años en el hospital sostuvo que «estos pacientes presentan delirium, polineuropatías, desnutrición, entre otras cosas, y es necesario tratar de recuperarlos lo antes posible para poder darles el alta y que sigan su tratamiento de manera ambulatoria, porque la rehabilitación completa puede llevar meses».
En este sentido, explicó que la recuperación física apunta al «área pulmonar que esta enfermedad ataca fuertemente y a la parte muscular, que se ve afectada por la inactividad, pero también porque es común que a estos pacientes se los coloque durante horas boca abajo y eso puede provocar una distención en los músculos de un brazo».
Además de las dificultades que se presentan a la hora de realizar algún ejercicio físico «aparecen situaciones muy complejas; a veces, de la nada, un paciente irrumpe en llanto o te empieza a contar lo preocupado que está por la situación de la familia, por eso el abordaje de la recuperación es interdisciplinario», apuntó el especialista.
«Ahora intentá levantarlo con las dos manos, lo más arriba que puedas», le dice Ana Rosanda, residente de kinesiología de tercer año, a un paciente que apenas puede levantar una caja de jugo de un litro, cumpliendo con la premisa de la pizarra del «office».
«Dependiendo el caso, la capacidad pulmonar de los pacientes Covid se reduce mucho, por eso si bien le insistimos en que haga un ejercicio más o lo alentamos a terminar, tenemos que monitorear constantemente su oxigenación», detalló a Télam la mujer de 31 años cuando comenzaba a sonar una guitarra desde la habitación contigua.
Los pacientes a veces llegan muy confundidos y con música o alguna melodía en especial se encienden distintas áreas del cerebro que estimulan la memoria o la motricidad y pueden activar respuestas cognitivas, explicó Rosanda, mientras observaba desde afuera a su compañera tocando una guitarra criolla mientras un paciente acompañaba el ritmo con una pandereta y con un movimiento de cabeza.
La kinesióloga señaló que sus tareas cambiaron «mucho», ya que «antes las guardias eran atender a los pacientes ya asignados, seguir tratamientos y ahora estamos haciendo triage en los ingresos y tenemos mucho tiempo asignado a la UTI (Unidad de Terapia Intensiva)».
«Muchos asocian la kinesiología con la recuperación muscular únicamente, pero estamos en las terapias programando respiradores, junto a los médicos y enfermeros, y también tenemos que hacer recorridas en las salas de pacientes intermedios donde se controlan las secreciones», agregó.
«Estamos -como todo personal de salud- expuestos todo el tiempo, bajo la presión de repasar en la cabeza todo el tiempo los procedimientos de cuidados para nosotros y para los pacientes, no paramos desde marzo, y al miedo al contagio nuestro o de familiares le tenemos que sumar el agotamiento físico», concluyó.
El hospital Alvarez, ubicado en Aranguren al 2700, es uno de los cuatro centros de salud públicos porteños que cuentan con la Sala de Rehabilitación Intensiva Post Covid-19, por lo que junto con el Fernández, el Pirovano y el Argerich concentran el trabajo de la recuperación de los pacientes que necesitan apoyo tras una internación.