Con un texto sobre su concepción de la lírica, la poeta obtuvo el galardón y participó de la entrega realizada en formato virtual
La poeta estadounidense Louise Glück participó hoy en forma virtual del acto de entrega del Premio Nobel de Literatura a través de un discurso de aceptación, que fue publicado en la página web de la institución que otorga los célebres galardones y en el que sintetizó su concepción de la lírica, enmarcada en esas dos fuerzas contrapuestas que son la voz íntima y personal del escritor y su posterior recepción por parte de los lectores.
«Fue una sorpresa para mí en la mañana del 8 de octubre sentir el tipo de pánico que he estado describiendo. La luz era demasiado brillante. La escala era demasiado grande», sostuvo la escritora en el texto a propósito del día en que recibió la noticia de que había sido distinguida con el Nobel de Literatura. Y aseguró también que el premio fue una decisión de «honrar la voz íntima y privada, que la expresión pública puede a veces aumentar o extender, pero nunca reemplazar».
Luego, la autora de obras como «Averno» y «El iris salvaje» destacó que siempre se ha sentido atraída por los poemas de «selección íntima o complicidad, poemas en los que el oyente o el lector hace una contribución esencial, como destinatario de una confidencia o una protesta, en ocasiones como co-conspirador».
«Aquellos de nosotros que escribimos libros presumiblemente deseamos llegar a muchos. Pero algunos poetas no ven la posibilidad de llegar a muchos en términos espaciales, como en el auditorio lleno. Ellos ven llegar a muchos temporalmente, secuencialmente, muchos a lo largo del tiempo, en el futuro, pero de alguna manera profunda estos lectores siempre llegan por separado, uno por uno», indicó.
En un año trastocado por la pandemia de covid-19, Glück (Nueva York, 1943) no hizo la lectura de aceptación del galardón en directo, sino que el discurso fue publicado en la página web de los Nobel. Allí habla de su forma de entender la poesía, de la relación entre autor y lector, a través de sus recuerdos de infancia y adolescencia y sus lecturas, donde sobresalen Stephen Foster, Emily Dickinson, William Blake o los cantos de las obras de William Shakespeare.
En torno a Blake, la poeta recordó siendo una niña de apenas cinco o seis años, ya conocía los versos del gran escritor inglés y había elegido, en concreto, los de «The Little Black Boy», como finalista junto a «Swanee River», de Stephen Foster, para decidir cuál de ambos se proclamaba el mejor poema del mundo. En su apreciación ganó Blake: «De alguna forma, era consciente de que estaba siguiendo mi competición. Sabía que estaba muerto, pero también sentía que estaba vivo, ya que era capaz de percibir su voz hablándome; disfrazada, pero era su voz», indicó.
Glück pone estas obras como ejemplo de esa sintonía que existe entre la voz poética y quien la lee, por muchos siglos que los separen. También expresa su temor sobre cómo las obras pierden precisión con la generalización de su alcance. En este sentido, prefiere que sus versos no se diluyan en una masa anónima, sino que expresa su deseo de que interpelen a cada lector de uno en uno: sustituye el concepto espacial por otro de temporalidad y secuencia, un alcance profundo en el tiempo.