Ciudad
Opinión

La Patria en coma y envuelta en una bandera corroída


Por Carlos Duclos

Quedan aún, en esta Patria en estado de Coma desde hace tiempo, algunos Belgranos, muy pocos, que sueñan con una Nación viva, digna, pujante, en la que la felicidad y la paz sea para todos y no para unos pocos. Estos próceres anónimos, son los que mantienen viva la esperanza de una vida mejor. No porque con su tarea cotidiana, altruista, bella, solucionen el problema de esta Patria desfalleciente, sino porque en tanto salvan a unas pocas vidas, iluminan el camino a un manojo de almas nobles, firmes y dispuestas, que alguna vez habrán de aparecer para liberar a la Patria de esta infección que algunos no quieren o no pueden combatir.

Pero estos Belgranos de hoy, como el gran prócer, viven olvidados por el poder, con frecuencia en la misma pobreza en la que vivió don Manuel y a menudo han de morir solos, rodeados de unos pocos amigos que pondrán como lápida en sus tumbas el mármol de un viejo mueble de la casa, porque (como el gran prócer argentino) no tienen para más.

Estos Belgranos de hoy, se preguntan, y con razón: ¿cómo es que después de 200 años en la Patria sigue habiendo pobres, más del 30 por ciento de la población en la pobreza? ¿Cómo es que bajo la capa de otros nombres y otros colores, sigue flotando el odio en el pueblo entre Federales y Unitarios, siguiéndole el diabólico tren a dirigentes perversos, a quienes la condena de la cárcel por unos años les quedaría aún holgada? ¿Cómo es que un presidente no asiste a un acto por temor a disturbios? Y la ristra de preguntas podría seguir hasta llenar la larga hoja de los interrogantes y sorpresas.

Es inadmisible para las mentes preclaras, que razonan, que no han perdido el sentido común y no están enceguecidas por el fanatismo, la estupidez y el rencor, que “algunos” hablen de Patria y de Bandera, de Belgrano y su nobleza, cuando están pensando cómo perpetuarse en el poder, no precisamente para lograr el bien común que sigue siendo una utopía; cuando están maquinando cómo, sino pueden ser reelectos, se parapetan y resisten en ámbitos legislativos; cómo encuentran la forma de extraer más del bolsillo de la clase media, que todo lo soporta, para mantener viva la nefasta empresa política.

Resulta ignominioso, para las mentes que reflexionan sin pasión, que se debate (en una fenomenal puesta en escena para tapar la realidad) en el Congreso de la Nación sobre la vida y la muerte en el seno materno, cuando aún no se ha dado solución a la vida digna de los niños, los jóvenes, los adultos y de los hombres y mujeres de la tercera edad; cuando aún se matan los sueños, las esperanzas, la paz interior, la paz social y la misma vida biológica de las personas mediante la delincuencia, el hambre, la pobreza, la droga, la ausencia de prestaciones de salud gratuitas, eficientes y eficaces; la ausencia de una educación adecuada para todos; cuando se diezma el empleo y se pisotean los salarios ¡Hipocresía suprema la de algunos!

A las 7 de la mañana del 20 de Junio de 1820, murió el prócer más grande que tuvo la Nación, en opinión de quien esto escribe; el más grande por una gran cantidad de virtudes que tenía como persona. Tenía 50 años. Murió olvidado por el poder de entonces, y como se dijo, por toda lápida se puso en su tumba de tierra el mármol de un viejo mueble de la casa porque el gran hombre no tenía para más.

Hoy, esa triste realidad pervive en millones de Belgranos; argentinos que sueñan con justicia social, con vida digna, con derechos satisfechos, con paz interior y paz social. Pero es solo un sueño de pobres. Pobres en lo material y de otros pobres que teniendo un buen pasar económico, son arrojados por el poder a la pobreza espiritual por la ausencia de seguridad jurídica, social y de justicia. Muy pocos pueden encontrar paz aquí, porque esta es una Patria en coma, envuelta en una bandera corroída por el egoísmo, la mezquindad, la insensibilidad de algunos. “Algunos”, faltos de esa sensibilidad que poseía don Manuel Belgrano quien desde el cielo debe estar parafraseando a ese Cristo a la que le rendía honores: “estos dirigentes de palabra me honran, pero sus corazones está lejos de mí”.