Por Gerónimo de Sierra, profesor titular de la Facultad de Ciencias Sociales de Uruguay, ex directivo de Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
Analizar desde las ciencias sociales las sociedades convulsionadas por el coronavirus parece a primera vista algo muy simple. De hecho, ya han sido producidos innúmeros trabajos con ese espíritu. Tratando la amenaza, el miedo, la disciplina y el disciplinamiento, el emerger del espíritu solidario, la manipulación política y de precios, su impacto sobre los mercados, etc. Trabajos que miran una sociedad concreta y sus políticas públicas y las reacciones de su gente, hasta los análisis bien globales del mundo capitalista «digiriendo» el coronavirus y sus efectos como uno más de los desafíos que ha enfrentado ese modo de producción periódicamente.
También han sido difundidos estudios que analizan los micro procesos funcionalistas y las interacciones entre actores públicos y privados, ricos y pobres, etc., en tal o cual sociedad convulsionada por la amenaza de esa nueva gripe, ya que finalmente se trata de eso. Cierto que es una gripe que avanza muy rápido y al no haber aún vacunas contagia a más gente, más velozmente y satura los hospitales.
Sin embargo, estamos ante algo diferente a las sucesivas infecciones de coronavirus que hemos sufrido. Diferente por el impacto global y simultáneo, por la magnitud del número de afectados, por la ubicación de los epicentros, justamente en algunos de los países rectores del poder mundial, económico y político. También por haber sido desplegado por los estados el manejo masivo de las nuevas tecnologías para guiar y también controlar y seguir a cada ciudadano y a cada infestado.
Desde su inicio en China ya se desplegaron todos los poderes fácticos del Estado digital para dirigir y controlar los hechos y las personas. Información y desinformación combinadas; orden y mando y represión junto a directivas funcionales y prácticas. Confinamientos a gran escala, encierros de grandes masas, que luego se fue extendiendo como metodología a varios países europeos y posteriormente ya ha llegado a nuestro continente. El formato jurídico tomó variantes según los países, pero en casi todos, la cuarentena ha sido radical con el efecto inmediato de postergar y paralizar todas y cada una de las movilizaciones, concentraciones y procesos de tipo masivo o incluso grupales que estaban en curso.
Cierto que enfrentar la pandemia exige casi obligatoriamente esa gestión de la movilidad humana. Pero también es cierto que al mismo tiempo esa metodología paraliza casi todas las vías del accionar social autónomo, en lo político y en lo social. Estamos en pleno desarrollo de la crisis y veremos qué pasará en cada caso; pero al menos en nuestra región eso ha frenado centenares de acciones sociales y políticas opositoras, alguna de gran trascendencia y dramatismo. Desde México hasta la Patagonia pasando por los casos de Centroamérica, Chile, Brasil, Ecuador, Bolivia y Perú, etc.
¿Y por qué esto es importante? Porque en cada caso son justamente las masas de estudiantes pobres y de clase media, los trabajadores informales o mal pagos, las mujeres y los niños de bajos ingresos, los sindicatos, los movimientos feministas, los partidos democráticos y progresistas, quienes tienen las agendas llenas de reclamos urgentes. Y son esos reclamos los que han de quedar postergados y agravados, ya que la cuasi paralización de las economías regionales y la vida política normal ha de dramatizar aún más las desigualdades y la pobreza de grandes sectores de la población.
De modo tal que esta cuarentena de la política y la democracia normal tiende a favorecer la ejecución de los mecanismos más crudos del poder fáctico. Y cuando se vuelva a la normalidad habrá inúmeros sectores de la población que habrán sido sumergidos y que habrán pagado el precio más alto de la crisis. Es decir que la crisis sanitaria es y será también una crisis socioeconómica y material de toda la sociedad.
Estamos entonces ante una verdadera tragedia societal que ha de dejar huellas hondas en nuestras sociedades. Incluyendo la naturalización del control «orweliano» de las poblaciones por el Estado y las grandes empresas del bigdata. En cierto modo todos hemos sido sometidos a un gran experimento de laboratorio macrosocial del cual saldremos distintos, así como la sociedad misma.
(*) Este articulo forma parte del Observatorio social del Coronavirus Pensar La pandemia de CLACSO (https://www.clacso.org/pensar-la-pandemiaobservatorio-social-del-coronavirus/).