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La otra cara del presupuesto bélico: el hambre en el mundo


Con apenas el diez por ciento, o menos, de lo que todas las naciones gastan en armamento, se podría acabar con el hambre en el mundo, dicen los investigadores en cuestiones armamentísticas y sociales. Se deduce que con el 20 por ciento, entonces, las personas tendrían todos sus derechos básicos satisfechos, y con el 40 por ciento del presupuesto de “defensa” aplicado al bienestar social, el ser humano sería feliz y su vida estaría muy próxima a ese estado paradisíaco o mesiánico que sustentan algunas religiones.

Pero la realidad es otra, la realidad está construida por el mal y los malignos, poderosos en lo económico y en lo bélico, que sojuzgan y aplastan derechos y sumergen a la gran masa mundial de la población en la más desgraciada y angustiante realidad. Las cifras oficiales (que suelen disimularse para no empeorar la escena) dicen que uno de cada nueva habitantes de este planeta padece hambre. Los pobres son más.

Un informe “optimista” de las Naciones Unidas, da cuenta de que los desnutridos en el mundo alcanzan a 820 millones de personas. El hambre y la pobreza superan, como se deduce,  holgadamente esa extraordinaria cifra.

La población hambreada solamente en África alcanza la escalofriante cifra de más de 220 millones de personas y el año pasado estaban en peligro de desnutrición aguda grave, y a punto de morir, un millón seiscientos mil niños solo en la región delimitada entre el norte de Senegal hasta Chad.

Cuesta creer que el ser humano, la criatura más evolucionada que habita este planeta, sea a la vez -en los más inteligentes y poderosos- la causa de semejante injusticia, violencia, dolor y muerte.

América Latina ha visto incrementado su porcentaje de hambrientos, es decir de quienes no tienen para alimentarse lo suficiente como para satisfacer las demandas del organismo. Cuarenta millones de personas en esta región carecen de alimentos en cantidades adecuadas y necesarias, según un informe de las Naciones Unidas. Y, para prestar atención, el mismo organismo señala que “desde el año 2015, el hambre aumentó en tres países: Argentina, Bolivia y Venezuela”.

Todos las instituciones internacionales y nacionales encargadas de efectuar mediciones serias, coinciden en que la pobreza en Argentina ha aumentado de modo inquietante, y también el hambre y la desnutrición.

La Universidad Católica Argentina, en uno de sus últimos informes, ha señalado que “entre el 2016 y el 2017 la pobreza infantil pasó del 60,4% al 62,5%, es decir, creció un 2,1%. Esto implica que hoy en la Argentina hay 8 millones de niños con algún tipo de privación en su vida diaria”. Semejante situación en «el granero del mundo», es mucho más que una falta de respeto al amor, a la ética y a la moral, es un crimen.

Y mientras esta realidad construida por el mal y sus malignos del mundo, con asiento en el Hemisferio Norte de la Tierra y capataces en todas partes, arroja a cientos de millones de personas en el Hemisferio Sur a la hambruna, las enfermedades y la muerte, las políticas de proliferación de armamentos se multiplican sin límites a partir del año pasado. El presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump, ha urgido a sus socios de la OTAN a que inviertan más en producción bélica. Y los socios, sin escrúpulos ni compasión por el mundo sumergido, le han dicho que sí. Así, sin más. La idea es que todos los países de la OTAN cedan, en el año 2.024, el 2 por ciento de su Producto Bruto Interno a la producción y compra de armas.

España, solamente, ha prometido un incremento de más de 20 mil millones de dólares en su presupuesto militar para la OTAN ¿Se imagina el lector esa fortuna invertida en unidades productivas industriales en Argentina hoy?

Lo triste, y a la vez repudiable, es que este poder no es ignorante, es ilustrado, inteligente, y egresado de La Sorbona, Harvard, Oxford y otras excelsitudes académicas por el estilo. Faltos de empatía, de amor, de respeto por el planeta y sus criaturas, han amasado y acrecentado su nivel intelectual para sojuzgar a miles de millones.

Los modernos imperios, que son modernos, pero no nuevos, eligen la producción armamentística que atenta contra la vida de las personas, incluso en tiempos de paz, pues, como se sospecha, eso es lo que ocurre con armas electromagnéticas, químicas, nucleares, y otras de gran sofisticación con las que se experimenta ¿Todo para qué y por qué? Porque el negocio de las armas es el más grande y rentable, aunque con él caigan millones de personas en la guerra y en la pretendida, pero mentirosa paz.

*Imagen del sofisticado cañón laser de la Marina de Estados Unidos de Norteamérica*

Cientos de millones de personas hambreadas en el mundo, cientos y cientos de miles de millones de dólares por año en producción de armas. Dos caras de una moneda mefistofélica e indignante gracias a algunos seres humanos extraordinarios por su inteligencia, pero abominables, abyectos y despreciables que la usan para el exterminio de este maravilloso planeta.