La nueva ola de protestas que vive Irak, que cumple una semana este jueves, se ha intensificado a la espera de una sesión parlamentaria que podría desembocar en la destitución del primer ministro Adil Abdul-Mahdi, luego de que sus aliados le retiraran su apoyo. Las manifestaciones, que estallaron este mes en protesta por la corrupción y el desempleo, entre otras cuestiones, han escalado a la exigencia de una reforma total del gobierno.
Miles de personas volvieron a protestar en la céntrica plaza Tahrir de Bagadad para pedir más servicios básicos y un cambio de gobierno, en el séptimo día de manifestaciones luego de una pausa de tres semanas. Las marchas han sido fuertemente reprimidas, y al menos 257 personas han muerto y más de 10.000 han resultado heridas desde su inicio, el 1 de octubre.
La semioficial Comisión de Derechos Humanos de Irak informó el miércoles que, sólo en la última semana de protestas, hubo al menos 100 muertos y más de 5.500 heridos. Los manifestantes se concentraron también en barrios del este y oeste de Bagdad en el día con las protestas más multitudinarias hasta el momento, según informó la agencia de noticias EFE, que citó a fuentes del Ministerio de Interior.
El motivo de la escalada de las protestas se debe a la sesión parlamentaria que tendrá lugar este jueves y en la que, según medios locales, podría caer Abdul Mahdi. El premier, de 77 años, llegó al poder el año pasado como figura de consenso entre los líderes de los dos partidos con más escaños en el Parlamento, el clérigo chiita Muqtada Al Sadr y el jefe paramilitar Hadi Al Amri. Pero ambos le han retirado el respaldo y pedido su renuncia y elecciones anticipadas, por lo que sus días se consideran contados.
Mientras las protestas reverberaban por toda Bagdad, el presidente Barham Saleh se reunió el martes en secreto con el presidente del Parlamento, Mohammed al-Halbussi, y con Al Amri para discutir la salida del premier, informó ayer la cadena Al Jazeera.
La alianza de gobierno se vio afectada por las protestas, ya que el bloque de Sar, Saeroon, ha apoyado las manifestaciones. La milicia Hashed al-Shaabi, cuyo brazo político, Al Fatah, es el segundo mayor partido en el Parlamento y tiene por líder a Amri, hasta ahora había apoyado al gobierno.
Varias sedes de Hashed fueron incendiadas en el sur de Irak la semana pasada, lo que tensó aún más las relaciones. Desde la invasión estadounidense que derrocó al luego ejecutado presidente Saddam Hussein, en 2003, el sistema político iraquí se ha caracterizado por el clientelismo, el sectarismo y la corrupción.
El descontento es mayor entre los jóvenes, que constituyen el 60 % de los 40 millones de habitantes. El desempleo juvenil es del 25%, y una de cada cinco personas vive bajo la línea de la pobreza pese a las grandes riquezas en petróleo del segundo productor de curdo de la Opep.