Por José Calero. Jefe de Economía de la agencia NA.
Tras ganar una primera batalla para reducir la brecha cambiaria, el ministro de Economía, Martín Guzmán, buscará esta semana mantener el poder de fuego con el fin de evitar que la presión sobre el dólar, siempre mayor en el arranque de mes, complique sus planes de «tranquilizar» el mercado de divisas.
En medio de la tensión cambiaria, la vicepresidenta Cristina Kirchner salió a advertir que el bimonetarismo es el mayor problema de la Argentina y abogó por alcanzar consensos para hacerle frente.
Decirlo es fácil, pero lograrlo, hasta ahora una misión imposible en una Argentina donde todo el mundo actúa pensando en que, tarde o temprano, llegará la devaluación.
Guzmán parece coincidir con el diagnóstico y por eso insiste en la necesidad de construir un mercado de deuda en pesos sólido.
No solo para reducir el riesgo del endeudamiento, sino también de cara a incrementar los préstamos destinados a los sectores productivos.
Con la reducción de la brecha cambiaria, el Gobierno dio un primer paso para aplacar la expectativa de que la devaluación estaba a la vuelta de la esquina.
Pero lo que viene será aún más difícil, en medio de fuertes versiones de que el Banco Central se quedó sin reservas netas y está gastando a cuenta de terceros -los depósitos en dólares- las que tiene, para hacer frente a las presiones.
Existe consenso entre los especialistas en que las reservas líquidas propias se agotaron, y que lo único genuino que le queda a la autoridad monetaria son el oro y el swap de monedas con China.
Mientras ese panorama no termina de aclararse, el ministro de Economía volvió a sostener el objetivo de «continuar con la agenda de normalización de la economía y seguir construyendo un mercado de deuda local en pesos».
Durante noviembre el Palacio de Hacienda deberá afrontar vencimientos por unos $340.000 millones, para lo cual ya fijó un calendario de licitaciones.
Y en la semana del 9 de noviembre realizará una colocación de bonos en dólares con el fin de solucionar un factor de fuerte presión sobre el contado con liquidación, la necesidad de fondos de inversión de salir de la Argentina.
El principal fondo es PIMCO, que se sumó a los títulos en pesos lanzados en 2017 por el gobierno de Mauricio Macri y, dicen en la city, perdió mucha plata y quedó expuesto en moneda local.
Eso lo llevó a presionar en las últimas semanas sobre el segmento del contado con liquidación, lo que elevó la brecha cambiaria.
Ahora, Guzmán estaría dispuesto a darle la revancha a PIMCO y otros fondos de de inversión, proponiéndoles sumarse a la licitación de bonos por u$s 750 millones, en una Argentina que tiene despejado al menos hasta 2023 el horizonte de vencimientos de deuda en moneda extranjera.
Mientras se aguarda esa operación, en el mercado creen que esta semana Guzmán seguirá apostando a la estrategia de vender bonos de la deuda para mantener a raya al dólar.
Como aliado clave, se estima que el 75% de los 3,4 millones de personas que compraron divisas en septiembre -está pendiente el dato de octubre-, ya no podrán hacerlo en noviembre, con lo que la presión sobre la divisa se reducirá.
Guzmán, quien siguió a la Argentina desde Estados Unidos por varios años antes de ser ministro, vivió en carne propia el apetito de los ahorristas por la divisa norteamericana, con el fin de cubrirse ante una devaluación siempre latente.
Sería muy costoso para la Argentina devaluar, teniendo en cuenta sus enormes compromisos en dólares, a los que se sumó el reciente bono atado a la cotización de la moneda norteamericana por el que recibió el equivalente a u$s 1.660 millones.
Pero el ministro está convencido de que, si le dan tiempo, tiene el remedio para normalizar el funcionamiento de ese mercado siempre cruzado por las tensiones.
El hecho de que las reservas del BCRA hayan perforado el piso de los u$s 40.000 millones es un dato que le juega en contra.
Pero el ministro pide esperar al desempeño del mercado cambiario en los próximos días: «Se terminarán de convencer de que no vamos a devaluar», le prometió al presidente Alberto Fernández, quien le ratificó la confianza y lo mantiene en el centro de las decisiones de política económica.
Lo que no terminan de convencerse son los importadores, que comenzaron a observar algunas trabas adicionales para traer mercadería y temen que se profundice esa política de intervención que hizo escuela durante el último gobierno de Cristina Kirchner.
Con un contado con liqui en torno de los $150 y el paralelo en $169, en Economía creen que aún hay margen para que la divisa estadounidense se siga desinflando.
El Gobierno tiene por delante cinco meses clave, hasta que hacia fines de marzo de 2021 comiencen a ingresar los dólares del complejo sojero, un mercado con precios internacionales en alza, ya que el poroto se mantiene a un paso de los u$s 400 la tonelada en Chicago.
En Economía creen que también jugará a favor la llegada de turistas esperada para las próximas semanas, a partir de la apertura dispuesta en medio de la pandemia.
Brasileños, chilenos y uruguayos se verán tentados a viajar al país para aprovechar las ofertas y las liquidaciones de stocks.
Con un mercado informal que les paga alrededor de $160 por cada dólar, a esos turistas todo les costará muy barato.
Para noviembre también está prevista una nueva visita de la misión del FMI que, ya con el resultado electoral definido en
Estados Unidos, tendrá más claro el panorama de cómo avanzar en un acuerdo con la Argentina.
Guzmán confía en que los números del Presupuesto, que el Senado convertirá en ley este mes, le darán señales de previsibilidad a los técnicos del organismo.
Debe lograr la refinanciación de vencimientos por unos u$s 44.000 millones y podría activarse la posibilidad de que el Fondo habilite otros u$s 5.000 millones para dotar de poder de fuego al BCRA.
Lo que aún no existe es certeza sobre cuándo podría quedar aprobado un acuerdo, a pesar de la relación fluida entre Guzmán y la jefa del Fondo, Kristalina Georgieva.
El ministro destacará ante los enviados del organismo su plan de reducción gradual del déficit fiscal y buscará lograr un préstamo de facilidades extendidas a 10 años de plazo.
Pero el primer paso que pretende dar es desalentar las expectativas devaluatorias, para lo cual necesita consolidar varias semanas de «tranquilidad cambiaria».
Un dato conspira contra la estrategia de Guzmán: se vienen dos meses bravos en materia de gastos.
Sobre todo diciembre, donde se debe hacer frente a múltiples obligaciones extra que presionarán fuerte sobre un Tesoro que tiene exhausta la billetera en medio de la pandemia.