Binner

La mirada de Hermes


Cuando el mundo vive una de las peores pandemias, en un pequeño territorio del lejano sur, el Estado está presente con un eficaz sistema de salud pública. Hermes consolidó gran parte de esa realidad

Por Miguel Roig, desde Madrid*

Hay un spot publicitario que solo podrían hacer algunos políticos. El resto no lo aguantaría; ni ellos ni nosotros. Es este. Durante unos cuarenta segundos, el protagonista mira a la cámara y no dice nada, solo sonríe, de manera amable, cercana, como solo puede hacerlo un amigo o alguien a quien no conocemos y sin embargo nos inspira confianza. En comunicación, diez o quince segundos de silencio sumados a la ausencia de acción pueden ser eternos. En este caso, dura el doble y sin embargo el silencio no se hace largo y la imagen nos lleva a un cierto sosiego. La locución, breve, ya al final, nos dice de este hombre que nos observa: «Después de tantos años juntos, te puede seguir mirando a los ojos».

Así nos sigue mirando hoy Hermes Binner, como lo hacía en ese spot.

Una tarde, tomando mate, me contó que, en los días del rosariazo, en mayo de 1969, él cursaba el último año de medicina y junto con los estudiantes de otras facultades participaban de una asamblea en el comedor universitario, que entonces estaba en la calle Corrientes donde hoy hay uno de los accesos a la Facultad de Humanidades y Artes de Rosario. La asamblea deliberaba de manera acalorada, pidiendo la lucha y la unidad de los obreros y los estudiantes contra el onganiato. Después, salieron todos a la calle, cortaron el tránsito y la policía los rodeó, armas en mano, repartiendo garrotazos. Los tiros al aire empezaron a sonar y el grupo corrió hacia la calle Córdoba esquivando como podían a los agentes. Hermes y algunos compañeros se refugiaron en la galería Melipal, sobre calle Córdoba y enseguida se dieron cuenta de que ahí no había ningún refugio ni tampoco una salida alternativa, con lo cual, subieron por las escaleras los pisos de oficinas quedando atrapados en el último. Desde allí, bien alto, por el hueco de esas escaleras, escucharon el eco del disparo con el que un oficial de la policía le quitó la vida al estudiante Adolfo Ramón Bello. Hermes volvió más de una vez a mencionar esta historia. Si dijera que era con cierta culpa, sería una exageración pero, estoy seguro, las veces que la repitió, dolido siempre, demuestran que la resignación nunca formó parte de su carácter. Es por eso que su horma política, alimentada por una conciencia social que adquiere ya de chico en su formación con los curas Maristas de Rafaela, se puede observar a pie de calle, siendo intendente, más de treinta años después, en las asambleas populares de 2001 que reunían a los ciudadanos de Rosario, en las que el participó activamente cuando casi ningún político podía salir a la calle. Hermes, con su activismo permanente, de algún modo fue uno de los argentinos que también contribuyeron a que se pudiera juzgar a las Juntas Militares y a que se bajaran los cuadros de los dictadores.

Si la acción política es un ejercicio que intenta con la dialéctica superar las contradicciones y ofrecer, cada día, una vida un poco mejor, Hermes lo hizo desde la defensa de unas idas cuya praxis se puede ver en Rosario al mirar un río que antes estaba oculto por un muro que tiró abajo al igual que quitó el cerco de la Casa Gris de Santa Fe que separaba al pueblo de la gobernación, al asumir como el primer gobernador socialista del país. Es posible que algunos de estos gestos puedan parecer poéticos, pero también hay poesía en los ojos de una criatura atendida en los hospitales que forman parte de un plan de salud público único no ya en el país, sino en la región. En una patria en la que, desgraciadamente, la tercera parte de la población está sumergida en la pobreza, en Santa Fe todos tienen acceso a la misma salud que en otras partes solo está reservada para las capas más altas.

Hoy, cuando el mundo vive una de las peores pandemias que se recuerdan, confinado en cuarentena y contando víctimas fatales diarias, en un pequeño territorio del lejano sur, el Estado está presente arrimando el hombro con un eficaz sistema de salud pública.

Hermes empezó y consolidó gran parte de esa realidad. Es por eso que, después de tantos años juntos, nos sigue mirando a los ojos.

(*) Miguel Roig es periodista, escritor y socio fundador de Hotel Kafka, espacio dedicado a la escritura profesional en España. Actualmente vive en Madrid. Es editor de la Revista Socialista, y trabaja para El Diario en el país europeo, y en Perfil y La Vanguardia, para Argentina.