Por Leo Ricciardino
Para todos aquellos que se afanan en buscar las diferencias entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández, de un lado y del otro; hay malas noticias. La vicepresidenta ya ha demostrado estar tres o cuatro jugadas políticas antes que cualquiera y el presidente no sólo entiende esta situación sino que comparte los criterios generales.
Esto quedó ampliamente demostrado esta semana en la que el tema crucial -después de muchos meses concentrados en la pandemia- fue “la mesa de los argentinos”. El descontrol en los precios, la espiral inflacionaria que se come día a día el salario de los argentinos.
Alberto Fernández cumplió a rajatabla lo que la titular del Senado había manifestado hace meses en sus conocidas cartas abiertas: Iniciar un diálogo con los número uno para una concertación que logre encausar la tensión entre los precios y los salarios que se mantuvo latente por la pandemia de Covid, pero que nunca cedió. Así el presidente se reunió esta semana con la Mesa de Enlace del campo, los empresarios más encumbrados y los líderes sindicales más poderosos. Lo que muchos titulares interesados describieron como una nueva “guerra contra el campo”, terminó siendo un acuerdo para buscar ya no la suba de las retenciones sino un modelo más parecido al de los exportadores de aceite: Una forma de fideicomiso que compense ganancias con el mercado interno.
Para los sindicatos, la promesa de que las negociaciones paritarias serán sin techo, con el campo libre para pujar por alcanzar la inflación y compensar la pérdida salarial. Con los empresarios encumbrados la tarea de recalcular el esquema de formación de precios que, se sabe mucho más ahora, influye más el desarrollo de la cadena comercial que las diferencias entre los precios externos e internos.
Por otra parte, el gobierno también se dispone a hacer su tarea: Acaba de crear el Consejo Federal de Comercio Interior para incrementar los controles de precios en góndolas. Y ese es un punto clave porque muchos creyeron que el esquema personalista de Guillermo Moreno era suficiente. En realidad ese período tuvo más de teatralidad política que de eficacia. Y de eso se trata, el Estado tiene que hacerse más eficaz en sus intervenciones en las distintas cadenas de valor. Estar al lado de las pymes y vigilar con mano dura a los gigantes productivos y comerciales.
Por supuesto, las voces que representan a estos últimos intereses intentan poner al Estado como enemigo y centrar todos los males en la supuesta “alta carga impositiva” que le imponen. La realidad está lejos y la concertación política iniciada parece ser el camino más corto y efectivo para alcanzar la meta. El otro gran punto es el bimonetarismo, el componente dólar de nuestros insumos industriales que también figuró en la agenda de las cartas abiertas de la ex presidenta. Ubicar los problemas reales, despejar la cantinela ideológica y romper moldes que ya fracasaron, es una receta que entusiasma. Por supuesto, la tensión siempre existirá porque felizmente, habitamos un país productivo.