Por Mag. Claudia Emilia Lascano, directora médica de la Posta Sanitaria Las Lilas y docente de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral, médica de staff del Servicio de Medicina General Ambulatoria del Hospital Universitario Austral
Por Mag. Claudia Emilia Lascano, directora médica de la Posta Sanitaria Las Lilas y docente de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral, médica de staff del Servicio de Medicina General Ambulatoria del Hospital Universitario Austral.
La expresión «medicina social» se originó en Francia en 1848, y apareció publicada por primera vez en la «Gazzette Médicale» de París. Las razones de su conformación están en la historia, en tiempos de pobreza y aspiraciones sociales en ese país, y fue acuñada por el Dr. Jules R. Guérin. En nuestro país se conmemora desde el 2002, en el cual se estableció el 12 de julio como el Día Nacional de la Medicina Social por el nacimiento del Dr. René Favaloro, quien solía decir: «En cada acto médico debe estar presente el respeto por el paciente y los conceptos éticos y morales; entonces la ciencia y la conciencia estarán siempre del mismo lado, del lado de la humanidad». Es un homenaje a todos los médicos que se desempeñan en esa área y que tienen la convicción de llevar adelante proyectos que centren la atención en la persona y todo aquello que determine su salud.
El profesional que hace medicina social y comunitaria está capacitado para abordar el proceso salud-enfermedad y la atención de la población local desde la estrategia de Atención Primaria de la Salud, fundamentalmente en el primer nivel de atención, con criterios científicos, técnicos, sociales y éticos. Personalmente, la medicina social me acerca a las personas y a su medio ambiente, me permite conocer el origen de las causas de las enfermedades, y me ha llevado a ahondar en el conocimiento más profundo del padecimiento de las personas que atiendo.
La visión holística de los padecimientos hace que el proceso de atención sea en un ambiente protector y de respeto, donde la relación médico-paciente es entre dos personas de una misma naturaleza, y, sobre todo, donde la persona es única e irrepetible. En la Medicina Social, el profesional de la salud sabe reconocer el estado vulnerable, de sufrimiento, de dolor, de limitaciones y, también, de esperanza de cada persona.
Muchos de los problemas que jerarquizan las personas de la comunidad que atendemos hoy son «determinantes sociales de la salud». La OMS los menciona como las circunstancias en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, incluido el sistema de salud. Esas circunstancias son el resultado de factores sociales, culturales, económicos, educativos y políticos que influyen en estado de salud de las comunidades.
La pandemia trajo consigo circunstancias sociales y psicológicas que están causando estrés crónico y estados continuos de ansiedad, con la percepción de falta de seguridad que están afectando a la salud con distintas formas de presentación. La falta de trabajo o los escasos ingresos de dinero, sumados a la precariedad de los hogares que dependen de ingresos informales, tienen efectos importantes, como la imposibilidad de acceder a una alimentación saludable. El distanciamiento social impide las relaciones sociales que brindan apoyo y mejoran la salud en el hogar, el trabajo y la comunidad.
Esta realidad hace que la medicina social busque entender cómo las condiciones sociales y económicas impactan la salud, y requiera de un abordaje interdisciplinario en las intervenciones y el seguimiento de las personas y sus familias.
Hacer medicina social hace que, en muchas oportunidades, los médicos debamos demostrar conocimientos que exceden a lo asistencial para ayudar a la persona y a su familia a afrontar problemas que no son médicos sino, muchas veces, situaciones tristes y difíciles. Lo hacemos con una mirada amplia que reconoce la condición biológica, psicológica, social, económica, cultural y espiritual; aspectos que tienen un grado de influencia sobre sus enfermedades actuales o futuras.