Opinión

La inflación, el relato canónico y la evidencia empírica


Por Diego Añaños

A mediados del Siglo XVIII, el filósofo inglés, David Hume, terminó de dar forma a la ecuación cuantitativa del dinero, según la cual el nivel de precios multiplicado por el volumen total de la producción era igual a la cantidad de dinero en poder del público por su velocidad de circulación. En realidad, era un intento de demostrar que el principio fundamental del mercantilismo, que aseguraba que la acumulación de oro por la vía del comercio, generaría la riqueza de una nación. De acuerdo a la formulación de Hume, esa acumulación terminaría provocando inflación, y por lo tanto aquello que se ganaba por la vía del comercio, se perdía por la vía de la licuación inflacionaria. Luego aparecerían las formulaciones de Fisher, de Marshall y Pigou, y posteriormente la canónica de Milton Friedman. Si lo queremos traducir al lenguaje llano, lo que se intenta decir es que el nivel de precios de una economía es una consecuencia directa y mecánica del nivel de dinero que circula en la misma. A mayor cantidad de dinero, mayor nivel general de precios. Es decir, la ortodoxia económica, presupone que la inflación es un fenómeno monetario, y se produce por un exceso de dinero en la economía. Es posible una refutación teórica del enunciado, pero dejemos los academicismos y veamos cómo funciona la realidad.

En un reportaje reciente concedido a La Nación, el economista Miguel Ángel Broda explica que el excesivo gasto del Estado en la Argentina, se financia a través de una emisión desmesurada de dinero, lo cual provoca que la inflación se descontrole. En una dura crítica a la gestión de Martín Guzmán el frente del Ministerio de Economía, no sólo adjudica al desmanejo de tales mecanismos la inflación de 2020, sino que previene que, si no se controla el déficit fiscal, la inflación podría estar entre el 50 y el 55% en 2021. Es decir, y resumiendo: Martín Guzmán no tiene idea de cómo se maneja una economía, por lo que no puede controlar la inflación. Según los principales analistas, la inflación 2020 estaría en alrededor de un 37%, punto más, punto menos. Según Broda, si el desastre continúa, y Fernández no consigue domar el déficit, y por lo tanto se sigue disparando la inflación, en 2021 podría escalar por encima del 50%.

Claro, suena lógico. El gobierno gasta desmesurada e irresponsablemente (ñoquis, corrupción, ineficiencia), y para financiar ese gasto loco emite a lo perro; esos pesos inundan las calles y se van a presionar el índice general de precios. Sería imposible no tener inflación bajo esas condiciones. Pero no siempre lo lógico es lo correcto, ni lo evidente está en lo cierto. Hagamos un pequeño ejercicio de memoria, y volvamos un año atrás. Sé que Broda, Melconián y De Pablo eran muy chicos en diciembre del año pasado, por eso salieron a decir cosas muy parecidas esta semana. Pero estoy seguro de que muchos de ustedes pueden recordar.

Argentina cerró 2019, el último año de gestión de Mauricio Macri, con un 0,44% de déficit fiscal primario, uno de los niveles más bajos de la historia. Pero no sólo el déficit estuvo contenido, sino que la emisión monetaria fue celosamente controlada. Algunos de ustedes eran tan chicos que seguramente no lo recuerdan, pero a finales de septiembre de 2018 Macri tuvo que eyectar del Banco Central a Luis “Toto” Caputo, definido por el mismo Mauricio como “El Messi de las finanzas”, luego de que una corrida cambiaria lo dejara virtualmente afuera de la gestión. Asumió en su lugar Guido Sandleris, que puso en marcha un programa de crecimiento cero de la base monetaria. Si bien es cierto que la meta cero fue luego flexibilizada, no es menos cierto que la emisión creció muy por debajo de la inflación. Y cuando les dijo muy por debajo es porque creció menos de la mitad. En resumen: déficit primario cercano a cero y control espartano de la cantidad de dinero circulante en la economía. Si uno le pregunta qué puede pasar en ese país a Broda, a Melconián o a De Pablo, seguramente contestarían que un país como ese no debería tener inflación. Según los libro de texto canónicos, que son los que guían los discursos de los economistas mediáticos, la mecánica económica es clara: sin déficit y con emisión controlada, no hay motivo para que crezca en nivel general de precios. Y sin embargo, la inflación de 2019 fue 53,8%, la más elevada en casi tres décadas.

Hoy, esos mismos economistas nos dicen que Martín Guzmán hizo todo mal. Los hechos nos dicen que, haciendo todo mal, la inflación de este año será casi 20 puntos más baja de la del último año de Mauricio Macri, que hacía todo bien. Incluso van más allá: si Martín Guzmán sigue haciendo todo mal por segundo año consecutivo, la inflación 2021 será similar a la de 2019. No sé qué les pasa a ustedes, si no estuviera en la radio diría que me están agarrando de pelotín, pero vamos a decir que siento que ofenden mi inteligencia.