Por José Narosky*
Hay hombres a los que le toca ubicarse, circunstancia mediante, en un lugar relevante en las páginas de la historia de su Patria.
Este sitio le tocó ocupar a Francisco Narciso de Laprida.
Es sabido que nuestro país obtuvo la declaración de su independencia el 9 de julio de 1816, por declaración del Congreso general reunido en Tucumán.
Seis años antes, el 25 de mayo de 1810, ya se había cortado parcialmente los lazos con la corona española.
El Congreso de Tucumán se reunió un 24 de marzo.
Tres meses antes de ese histórico 9 de julio de 1816, al amanecer del 24 de marzo, una salva de 21 cañonazos anunció a los ciudadanos tucumanos el acontecimiento que quizá se llevaría a cabo.
A las 9:00 de la mañana se reunieron los diputados llegados de distintas provincias, se eligió como presidente provisional al doctor Pedro Medrano, como secretario al doctor José Mariano Serrano y a Juan José Paso, que recordemos ocupó el mismo cargo en la Primera Junta patria.
Había emoción, anhelos, suspenso, se intuía que se estaba consolidando una nueva Nación.
Las reuniones siguieron casi diariamente por varios meses, hasta el 9 de julio de ese año 1816: ese día ya presidía el congreso un diputado por San Juan, abogado, de rostro juvenil y de solo 29 años, se llamaba Francisco Narciso de Laprida.
Agreguemos, el otro diputado por San Juan era nada menos que Fray Justo Santamaría de Oro, de tan destacada trayectoria patriótica.
Eran las 15:00, por moción del diputado por Jujuy Teodoro Sánchez de Bustamante se dio prioridad a un proyecto de liberación sobre la total independencia de la Patria.
El diputado por Buenos Aires Juan José Paso preguntó a los congresales luego de un extenso debate, «¿Desean ustedes que las Provincias Unidas del Río de la Plata se transformen en una Nación libre e independiente de los reyes de España?».
Un fervoroso y unánime coro de aprobación resonó en el recinto de la sala.
Se redactó el acta, que en resumen decía, «Los representantes de las Provincias Unidas declaramos solemnemente nuestra voluntad unánime de romper totalmente los vínculos que nos ligan a los reyes de España».
«Y al recuperar los derechos de lo que fuimos despojados deseamos investirnos como Nación libre e independiente del rey Fernando VII y de sus sucesores de la metrópoli española».
Dos líneas sobre el ilustre ciudadano que presidió este congreso: Narciso de Laprida, era sanjuanino y había nacido en 1786, sus padres eran españoles de Asturias, estudió en Buenos Aires en el Real Colegio de San Carlos y cursó la carrera de Derecho en Chile.
Ya abogado, regresó a San Juan, donde ejerció algunos cargos públicos importantes, no demasiado conocido es el hecho de que colaboró con José de San Martín en la organización del Ejército de los Andes.
Después de disuelto el congreso que presidió, fue elegido gobernador de San Juan y un detalle que revela sus valores espirituales: habiendo jugado un valioso papel en la independencia de su Patria y luego de haber sido gobernador de su provincia, se dirigió a Mendoza, huyendo de la persecución de Facundo Quiroga.
Era unitario y pese a tener antecedentes tan relevantes, se alistó simplemente como cabo en un regimiento en Mendoza.
¡Qué modestia auténtica!.
Trató de huir de un lugarteniente de Facundo Quiroga, José Félix Aldao, pero fue descubierto y lo asesinaron cobardemente en septiembre de 1829, teniendo 42 años.
Pero la muerte de Laprida no borró su acción patriótica ni sus valores morales, que no pueden ni podrán ocultarse.
La luz que irradia su figura lo hizo estar siempre expuesto, ya que vivió, diría, iluminado.
Fue, además, un hombre que sufrió como propio todo el dolor de su conciudadanos.
Un aforismo final para este insigne patriota: «Hay llamas que encendidas no podrán apagarse».
(*) – Poeta y escritor argentino, considerado el «rey del pensamiento corto». Se especializa en aforismos.