Por Lic. Patricia Martínez, psicóloga (MN 24.411) especialista en familia; integrante de Halitus Instituto Médico
Comienza junio, el mes de la fertilidad, y es un buen momento para reflexionar sobre la importancia de contar con un espacio de reflexión y acompañamiento. Muchas veces el camino de la búsqueda de un hijo es difícil, largo, extenuante. Por eso, atravesar los tratamientos de fertilidad con el asesoramiento adecuado y con un espacio personal de escucha permite tomar decisiones más ajustadas a la realidad y posibilidades de cada sujeto. Informarse sobre los procedimientos médicos en términos de posibilidades reales y alcances esperables, proyectarse en un escenario real, desarmar mitos y fantasías, atravesar fantasmas infantiles, derribar supuestos y mandatos, son algunos de los tantos movimientos que una persona sometida al proceso de la fertilidad debe realizar.
En el espacio de la consulta psicológica se dan tres movimientos lógicos. En primer lugar, se habilita a la expresión emocional de los procesos angustioso/ansiosos que se vienen jugando en la esfera de lo íntimo de cada persona. Se abre un canal para que cada uno pueda poner en palabras las connotaciones y los alcances que tiene el hecho de no poder engendrar un hijo. Muchas veces las personas o parejas se sorprenden de lo esclarecedor que puede ser escucharse a sí mismas en el contexto adecuado y lo importante que es esto a la hora de tomar una decisión. Si bien el proyecto de tener un hijo puede ser de a dos, el deseo es singular y único, por esta razón las repercusiones de la falta son diferentes en cada persona. El espacio terapéutico debe aportar un marco para que cada uno pueda expresar lo que siente sin que esto signifique desborde. Saber que angustiarse, incluso deprimirse, es esperable y transitable, y atravesar el desequilibrio emocional no pone en riesgo un tratamiento médico, al contrario, enfrentar nuestros fantasmas nos fortalece. Nunca recomendamos «ponete fuerte»,» no pienses», «relajate y ya te vas a embarazar». Es más saludable que cada uno transite su proceso y articule los recursos emocionales para enfrentar el tratamiento.
Por otro lado, se establecen los acuerdos básicos entre los miembros de la pareja o con la persona sola en cuanto a expectativas, creencias y motivaciones para realizar un tratamiento y evaluar las alternativas ofrecidas, como, por ejemplo, la aceptación de gametas donadas. En este punto se aporta información desde lo simbólico y se ajustan conceptos que al creerse sabidos muchas veces son conceptos verdaderos, pero no reales, como por ejemplo los conceptos de maternidad/paternidad o biología y genética.
Por último, se definen los diferentes planos de acción para cada persona y/o pareja consultante. Se trabaja sobre las decisiones tomadas en relación al tratamiento, sopesando los pro y contras de la alternativa escogida. Cada tratamiento tiene sus particularidades, e implica ganancias, pero también posibilidades de pérdidas, y en ese caso se proyecta un escenario incluyendo el manejo de la frustración. En este último movimiento se trabaja, además, el hijo desde la perspectiva real e ideal. Se abre el espacio para la proyección y se interroga acerca de idealizaciones y construcciones imaginarias que a veces generan temores y fantasías. Se señalan los temores relativos al tratamiento y se diferencian de aquellos que acompañan a cualquier proceso de búsqueda de embarazo sin la intervención de las técnicas de reproducción asistida.
La búsqueda de un hijo está naturalmente acompañada de temores, fantasías, dudas, incertidumbre, pero también de mucha esperanza.