Mauricio Macri, junto a varios otros presidentes y jefes de Estado y cientos de los empresarios más poderosos del mundo y de la Argentina, están reunidos en el Foro Económico Mundial que se desarrolla en Davos, un pequeño y superlujoso centro de esquí en Suiza. «La riqueza combinada de esas personas alcanza varios cientos de miles de millones de dólares, y tal vez se acerque al billón de dólares. Nunca en la historia de la humanidad la riqueza por kilómetro cuadrado fue tan alta«, escribió hace un par de días Branko Milanovic en una nota titulado Dutiful Dirges of Davos, que podría traducirse como El Ritual Obligado de Davos.
Este economista serbio-estadounidense es considerado uno de los mayores expertos mundiales en materia de desigualdad social, y en esa nota expresa con ironía la hipocresía con la que en Davos se habla mucho sobre inequidad, como un ritual obligado por la culpa.
Efectivamente, en la agenda de actividades de esa cumbre anual del establishment mundial hay varias sesiones dedicadas al tema. En la primera jornada se trató Cómo el capitalismo rentístico agrava la desigualdad, y hubo otra sesión titulada Del crecimiento a la prosperidad sobre el eje de que «el comercio global y las inversiones impulsaron el crecimiento pero también la concentración de la riqueza». El miércoles hubo un debate sobre El Acuerdo Social del Siglo XXI con la consigna de «cómo podemos frenar el aumento de la desigualdad y renovar nuestro compromiso con las generaciones futuras». Y para este viernes está agendado un debate sobre Ingreso garantizado y Crecimiento que se pregunta si la aplicación de un «ingreso básico universal es un abordaje justo y factible para reducir la desigualdad».
Y no son las únicas sesiones para cumplir con el ritual de hablar de desigualdad en el evento que reúne a varios de los responsables de que ello ocurra y de frenar la posibilidad de cambio.
Tampoco es casualidad que el Fondo Monetario Internacional, cuya directora gerente Christine Lagarde es una de las figuras más activas en Davos, haya publicado esta semana en su blog una nota que comienza señalando que «atacar la desigualdad no es sólo un imperativo moral, sino que es crucial para que el crecimiento sea sustentable«. Entre otras medidas, proponen encarar el ataque a la desigualdad mediante políticas impositivas y de transferencia de ingresos a sectores vulnerables (dan como ejemplo el programa Bolsa Familia en Brasil), reforzando la educación y la salud, protegiendo el gasto social y mejorando su eficiencia,y redireccionando subsidios que benefician a sectores acomodados.
Es evidente que esa batería de medidas se parece poco a la que, por ejemplo, el FMI recomendó para la Argentina tras la reciente auditoría. Pero en los papers y conferencias hay que cumplir con el ritual de referirse a la desigualdad. Lagarde lo cumple casi siempre, y a veces se apoya en datos de organismos muy críticos del FMI y de lo que representa Davos, como cuando hace algunos meses ilustró la desigualdad reinante diciendo que las ocho personas más ricas del mundo tienen tanta riqueza como la mitad más pobre, que es una comparación que divulgó Oxfam, una ONG creada en Oxford durante la Segunda Guerra Mundial para combatir el hambre.
Oxfam es precisamente una de las ONG más activas en aprovechar la cumbre de Davos para agitar el tema de la desigualdad. Lo hace con la participación en el foro de su directora, la ugandesa Winnie Byanyima, y con una campaña de difusión con el slogan Acabemos con la Desigualdad Extrema. Dicen que «las personas más ricas y poderosas de todo el mundo que participan en el Foro Económico Mundial de Davos deben saber que ya somos millones las personas decididas a combatir la injusticia de la desigualdad», y para mostrar como «la crisis de desigualdad se está agravando» ponen como ejemplo que «el 82 por ciento de la riqueza mundial generada durante el año pasado fue a parar a menos del 1 por ciento más rico de la población mundial, mientras el 50 por ciento más pobre -3.700 millones de personas- no se benefició lo más mínimo de dicho crecimiento». Agregan: «El año pasado se produjo el mayor aumento de la historia en el número de personas cuyas fortunas superan los mil millones de dólares, con un nuevo milmillonario cada dos días. En tan solo 12 meses, la riqueza de esta élite ha aumentado en 762.000 millones de dólares. Este incremento podría haber terminado con la pobreza extrema en el mundo hasta siete veces«.
Curiosamente, la foto que ilustra esta columna está en la página web en la que el FMI publica sus trabajos sobre desigualdad y en la página que Oxfam le dedica al tema. Es una foto tomada en 2008 por Tuca Vieira (Oxfam le da crédito, el FMI no) que muestra lindantes a la favela paulista de Paraisópolis con el lujo del barrio Morumbí.
Otra de las campañas contra el espíritu de Davos es impulsada por Fight Inequality (Combatir la Desigualdad), una alianza de movimientos sociales, sindicatos y organizaciones de la sociedad civil. Publicaron varias fotos (ver imagen) de una montaña de basura en la villa Dandora en Nairobi, Kenya, para contrastar con la belleza de las montañas nevadas que rodean a Davos. Ben Phillips, director de una de las ONG que integra la Alianza, dijo en una entrevista a la agencia Thomson Reuters que «el Foro de Davos continúa incluyendo a la desigualdad como uno de los mayores desafíos mundiales, pero ellos no están interesados en resolver ese desafío. Es muy lindo asistir a un evento lujoso y decir que todos los niños deben ir al colegio y que todas las madres merecen tener buena salud mientras se toma champagne y se come caviar. Pero esa misma gente es la que hace lobby para que las grandes corporaciones tengan exenciones impositivas y fugan el dinero de países que lo necesitan para educación y salud».
En igual sentido, Branko Milanovic dice que en Davos hay mucha gente que evade impuestos, que no permite que en sus compañías se organicen cuerpos sindicales, que usan las ambulancias estatales para asistir a los trabajadores que se desmayan de calor por el ahorro en aire acondicionado, que no cumplen con la debida protección al trabajador, y que saben cómo armar compañías offshore en guaridas fiscales.
Agrega con sarcasmo que los asistentes a Davos «nunca encuentran el dinero suficiente, o el tiempo, o tal vez la voluntad de hacer lobby para ayudar a que se implementen las políticas que todos ellos van a acordar como apropiadas para reducir la desigualdad durante las sesiones oficiales: aumentar lo que paga de impuestos el 1 por ciento más rico, gravar las herencias, pagar salarios decentes, reducir la brecha entre lo que ganan los CEOs y el trabajador promedio, dedicar más recursos a la educación pública y reducir la corrupción en los contratos públicos y en las privatizaciones».
Y remata: «Ellos son renuentes a pagar salarios dignos, pero no a sustentar el presupuesto de una orquesta filarmónica».
El foro cierra este viernes con un concierto del coro de cámara de Davos. En la apertura actuó el primer bailarín de La Scala de Milán con música de la orquesta de cámara del teatro, que interpretó una fusión de la música de Antonio Vivaldi y Astor Piazzolla, como forma de «explorar la fina línea que hay entre el caos y la armonía en las relaciones con la naturaleza«.
Se la podría interpretar como una metáfora entre la desigualdad social y el deslumbrante paisaje de Davos.
FUENTE: Infobae