Info General
Informes CLG
Noticias que importan

La Higuera y su trabajo territorial en El Impenetrable y en la Cuña Boscosa


CLG dialogó con Gustavo Farrugia, médico pediatra y fundador de esta ONG rosarina, que desde 2003 se dedica a la medicina social y el desarrollo en comunidades rurales y aisladas

Por Santiago Ceron

Hace 18 años que un grupo de profesionales de la salud de Rosario decidió seguir el ejemplo de referentes emblemáticos como el doctor Esteban Laureano Maradona o Salvador Mazza y dedicar su trabajo a comunidades rurales, zonas de difícil acceso y con serias necesidades. Así nació en 2003 La Higuera, una ONG dedicada a la medicina social y el desarrollo comunitario en comunidades rurales y aisladas. Hoy esta institución desarrolla un profundo trabajo territorial en comunidades rurales de El Impenetrable chaqueño y de la Cuña Boscosa santafesina; además de capacitar médicos y profesionales en la atención rural. En este marco, CLG pudo dialogar con Gustavo Farrugia, médico pediatra y fundador de La Higuera.

En primer lugar, Farrugia se refirió al trabajo que están realizando actualmente en dos áreas muy necesitadas: «Desde hace muchos años llevamos adelante los programas de salud rural para comunidades aisladas, haciendo base en Rosario. Actualmente estamos trabajando en terreno en dos lugares: en el Chaco, como venimos haciendo desde 2006, y en la Cuña Boscosa, en el norte de Santa Fe. Trabajar en la provincia de Santa Fe era una deuda que teníamos porque somos rosarinos. Obviamente que la realidad sanitaria es más problemática en el Chaco, pero la Cuña Boscosa también tiene sus problemas».

Desde sus inicios, el Chaco ha sido la provincia a la que más labor le han dedicado, luchando contra el mal de Chagas, la desnutrición infantil y ayudando a las comunidades aisladas a acceder a agua potable, atención médica y al desarrollo de emprendimientos productivos: «Tenemos en Chaco la Casa de la Salud Rural, un predio de 30 hectáreas que adquirimos en 2010 gracias a un recital de Juan Baglietto. A partir de ese lugar en el paraje Las Hacheras nos instalamos y comenzamos a armar un sistema de salud integral en la región a 100 kilómetros a la ronda», contó Farrugia.

El doctor Esteban Laureano Maradona, emblema histórico de la medicina rural

«Hoy, además de atender en comunidades aborígenes a niños, adultos y mujeres, y hacer prevención de embarazos adolescentes; también empezamos a hacer cosas relacionadas con el desarrollo, como puede ser el agua potable. En el lugar donde estamos viven 120 familias y no había agua potable. Comenzamos a realizar producción de agua y proyectos productivos que tienen que ver con generar alimentos de calidad para la población. Hoy a la fecha tenemos un espacio donde producimos miel y leche caprina, la gente viene a capacitarse en eso. También hacemos productos elaborados, como dulce de leche y queso», ahondó.

Además, el fundador de la ONG se refirió a su principal labor, la de brindar atención médica, y la alarmante falta de una estructura sanitaria en el área: «Hay 34 parajes alrededor y en toda la zona el sistema de salud no tiene médicos, pediatras, ecologistas, y demás. Aquí una mujer para hacerse una ecografía tiene que irse a un pueblo en Santa Fe que está a 200 kilómetros por camino de tierra».

Es por eso que en Rosario, base de La Higuera, llevan adelante un programa de formación permanente de profesionales para su intervención en las poblaciones rurales más alejadas y necesitadas del país: «Tenemos la Escuela de Salud Rural, que funciona en el Centro Don Laureano en Cerrito al 3200 avalado por la UNR y por el Colegio Médico. Brindamos cursos presenciales o a distancia para todo médico especialista que quiera hacer una pasantía en la zona. Desde que empezamos han rotado 1.200 profesionales en la zona. Hoy estamos dando un curso a distancia de medicina rural para áreas emergentes».

«Estos lugares implican adaptar la técnica, los conocimientos y todo lo que te enseña la universidad a esta región. Tratamos de implementarlo para que esto esté en las currículas de las carreras de los posgrados y de los pregrados también, no es algo que actualmente se enseñe en la facultad», destacó Farrugia.

En ese sentido, el fundador de La Higuera ahondó sobre las condiciones con las que se encuentran en estos parajes: «Trabajar en estos contextos implica empezar a adquirir otro tipo de conocimientos y a entender problemáticas que tienen que ver con la zoonosis, con el agua, con la alimentación. Aquí hay una presencia importantísima de enfermedades crónicas no controladas y muy poco prevenidas, como son la diabetes o la hipertensión. Trabajar en esos contextos es muy complejo por los choques culturales y la idiosincrasia de la gente. Eso hace que tengas que tener una dinámica de trabajo muy artesanal y creativa. Hay que adaptarse al lugar».

«También hay una gran falta de emprendimiento en la región. La gente está muy atomizada por los planes sociales y los subsidios, por lo que hay una lucha permanente entre la posibilidad de producir y tener autonomía, y la seguridad económica. A nosotros nos costó muchísimo conseguir personas que quieran encargarse de coordinar las 30 hectáreas, dedicarse a llevar adelante emprendimientos de apicultura y lechería. Esto es lo que más cuesta», añadió.

Además, se refirió a la situación que se vive en el norte de la provincia de Santa Fe, que no dista mucho de lo que ocurre en el Chaco: «En la Cuña Boscosa lo más importante es la falta de agua potable, son comunidades a las que le cuesta mucho acceder a ese servicio. También hay una falta de accesibilidad a la región muy importante por los caminos. Hay una deserción escolar muy importante y el embarazo adolescente es una problemática muy presente».

Al ser una ONG, La Higuera depende también del aporte del ciudadano común, es por eso que no sólo tienen abierta la posibilidad de un aporte económico, sino que también fomentan la venta de productos fabricados en las comunidades: «Tenemos una página web a través de la cual pueden colaborar con un monto mensual, pero lo que más queremos es que compren los productos que producimos, como el dulce de leche o la miel».

«Nosotros podemos llegar a tener una producción que no tenga techo. Aquí la gente tenía cabras pero no usaba la leche. Estamos haciendo una especie de capital semilla, con el que favorecemos al pequeño productor para que tenga su corral con sanidad, sin brucelosis, se trabaje la leche, y a partir de la venta de los productos la rueda vaya girando y vayamos teniendo más pobladores. Ese es el centro de nuestra institución», concluyó.