Opinión

La escuela nos enseña a no discriminar y es la construcción colectiva del conocimiento


Por Eduardo López, secretario general de CTA y secretario gremial Ctera.

Este 11 de septiembre será muy distinto a todos los anteriores. Llegamos al Día del Maestro y la Maestra en medio de una pandemia que nos impide recibir abrazos dentro de los edificios escolares, pero protagonizando una verdadera epopeya educativa que profundiza los lazos de la comunidad educativa.

«¡Habilitá el micrófono profe!», es tal vez una de las frases que más escuchamos en esos encuentros virtuales en los que chicas y chicos nos muestran su capacidad de adaptación y su habilidad para guiarnos en el uso de herramientas que les resultan más familiares que a nosotros.

Lamentablemente en esos momentos también notamos la ausencia de quienes no cuentan con herramientas tecnológicas y, por lo tanto, se encuentran en una situación real de desigualdad. El Covid-19 nos alejó de manera física en una sociedad en la que las desigualdades se potenciaron como consecuencia de años de políticas de desescolarización y reducción sistemática y constante del presupuesto educativo en la Ciudad.

La pandemia dejó al descubierto una realidad y la interrupción de la presencialidad profundizó las carencias mientras multiplicó el compromiso de estudiantes, familias y docentes.

En este marco, desde el comienzo del aislamiento social preventivo y obligatorio, las y los docentes de la Ciudad venimos reclamando a Horacio Rodríguez Larreta la entrega de computadoras y la provisión de conectividad a las niñas y niños que no disponen de esos recursos.

Mientras tanto, desarrollamos un abanico de estrategias para mantenernos en contacto con niñas, niños y adolescentes, alzamos nuestra voz sin descanso porque queremos que cada estudiante de la Ciudad tenga las mismas oportunidades, sin necesidad de exponerse al contagio.

Celebramos las iniciativas del Gobierno nacional que primero declaró servicio esencial a Internet y posteriormente ofreció al Gobierno porteño la entrega de dispositivos y wifi a 6500 estudiantes desconectados. Al mismo tiempo, lamentamos la insistencia en abrir espacios informáticos en escuelas mientras llegamos al momento de mayor circulación comunitaria del virus, que es la única respuesta del Gobierno porteño, cuyos funcionarios recorren los medios de comunicación pregonando la «necesidad de volver a clases».

El Gobierno porteño no comprende que las escuelas no están cerradas porque nunca dejamos de dar clases. No lo entiende porque sus autoridades nunca pisaron un aula y porque se ocuparon de construir un muro que les impide ver que una escuela no es un edificio. Es una canción, es la amistad, es acortar distancias, imaginar mundos posibles, construir nuevos destinos. La escuela es la que nos quita los miedos a lo diferente y nos enseña a no discriminar, diferenciando información y conocimiento para desterrar prejuicios y es, fundamentalmente, la construcción colectiva del conocimiento.