En las escuelas suele aprenderse a resolver ecuaciones o analizar una oración. De vez en cuando se aprende también a crear algo, como una mesa o una silla. Y en casos muy especiales se aprende a ser solidario, a ayudar, a compartir desde el lugar que le toque a cada uno. Esa es la historia de dos grupos de estudiantes, uno de General Madariaga, en Buenos Aires, y otro de Colón, en Entre Ríos.
Los alumnos de la Escuela de Educación Técnica N° 1 “15 de Noviembre” de Madariaga entregaron el último jueves una tricicleta con silla de ruedas a Romina, una joven con discapacidad que siempre había querido andar en bicicleta. El contacto con la institución fue por medio de la hermana que se había acercado a averiguar quién podía construir algo así y encontró la respuesta.
Romina tiene 19 años y una parálisis que le impide caminar y mover los brazos. La idea de su hermana y la perseverancia de docentes y alumnos le brindó la posibilidad que tanto anhelaba de recorrer su ciudad en bicicleta, en este caso, tricicleta.
Los materiales para construir el vehículo los fueron aportando los vecinos. El tapicero del lugar se encargó de confeccionar un sillón lo más cómodo posible, el bicicletero se hizo cargo de los frenos y los cambios, y los propios alumnos fueron llevando las ruedas que tenían de bicicletas viejas en sus casas.
Ahora, los estudiantes trabajan a la par con el kinesiólogo de Romina para crear otra bicicleta, esta vez que cumpla una función en la rehabilitación. Ayudaría, principalmente, a sus piernas.
Por otro lado, el programa “Construir Inclusión en la Educación Técnico Profesional” fue le puntapié inicial para esta iniciativa en Colón. Los alumnos de la Escuela de Educación de Educación Técnica Nº 1 «Dr. Herminio Juan Quirós» construyeron una silla postural pediátrica diseñada por el INTI y ya le encontraron propietaria.
En este caso, la silla se le entregó a una pequeña niña de la institución Rayo de Luz de educación especial de la ciudad entrerriana. En la técnica tienen planes de seguir también con este tipo de trabajos, siempre dentro de los plazos que se puede cumplir en un centro educativo, pero para brindar ayuda a quienes lo necesiten.
Una de las apuestas, por ejemplo, es invertir en tecnología que permita que los estudiantes deben fusionar los conocimientos de varias materias para ir creando nuevos objetos.
Algunos de los trabajos de los que ya se han encargado se puede mencionar unas ménsulas para mesadas de acero inoxidable en el Hogar de Niñas local, una parrilla móvil y el arreglo de sillas de ruedas para el Banco de Aparatos Ortopédicos del Rotary Club.
En ambos casos, la necesidad de alguien sirvió como motor de enseñanza para los estudiantes, no sólo específica y computable en la currícula, sino también para su vida en general. Y a la inversa, la educación sirvió para cubrir necesidades, para establecer un puente solidario y crear conciencia.