Opinión
Política y Economía

La desigualdad pandémica


Por Diego Añaños

Allá por comienzos de la pandemia, en el año 2020, muchos analistas esperaban que la misma produjera cambios importantes en la dinámica de los sistemas económicos globales. Existía muy poca información con respecto a la evolución de la crisis sanitaria, y nadie podía tener dimensión de la profundidad de lo que se avecinaba. Aún así no eran pocos los que especulaban con que lo cambios que se avecinaban serían notables. Incluso en medio del proceso, algunos pensaban que, si bien no existía certeza de que ocurriera, fenómenos de este tipo abrían una pequeña ventana de oportunidad para transformar la economía mundial en un entorno un poco más vivible. Por ejemplo, que eventualmente podría retormarse la idea de revisar la distribución del ingreso global o iniciar procesos de cooperación para la condonación de las brutales deudas soberanas que oprimen a los países emergentes. Confieso que me incluyo entre estos últimos. Bien, nada de eso ocurrió. Probablemente estemos más lejos que antes de que eso ocurra. De hecho hoy la mayoría de los analistas con la afirmación que la pandemia, lejos de provocar profundos cambios, no ha hecho más que acelerar las tendencias que veníamos observando. Y esto se hace particularmente evidente en la distribución de las pérdidas y las ganancias de la crisis sanitaria. Mientras que el 99% de la población mundial vio mermados sus ingresos, el 1% restante, el más rico, claro, mejoró su situación relativa. Según un informe reciente de la ONG global OXFAM, en los últimos años se creaba un millonario cada 26 horas, a medida que el 99% de la población mundial se empobrecía. Concretamente, 160 millones de personas cayeron en la pobreza.

Paralelamente, y como contracara, en ningún momento de la historia se había registrado un aumento del total de la riqueza de los multimillonarios como durante los últimos dos años. Ahora, si desagregamos los datos de ese 1%, nos vamos a encontrar con algunos datos muy impresionantes, ya que la tendencia se profundiza aún más. Ya a fines de 2020, las 20 personas más acaudaladas del mundo acumulaban un 24% más que un año atrás. Hoy, las 10 personas más ricas de esas 20, más que duplicaron su riqueza, pasando de U$S700.000 millones a 1,5 billones. Para muestra basta un botón. Jeff Bezos, dueño de Amazon, por ejemplo, que fue durante muchos años el hombre más rico del mundo, y hoy cuenta con la tercera fortuna del planeta. Fue uno de los grandes beneficiados por el crecimiento exponencial que registraron las ventas online a causa del confinamiento, como decíamos, sólo por dar un ejemplo. Pero no sólo fue el confinamiento lo que favoreció el negocio de los empresarios más ricos del mundo. Buena parte de las gigantescas inyecciones de recursos en los mercados financieros que instrumentaron los bancos centrales durante la pandemia, terminaron siendo capitalizadas por los multimillonarios. Se estima que el volumen de los desembolsos gubernamentales a nivel global alcanzaron alrededor de U$S16 billones, y favorecieron, en gran medida a un pequeño grupo de no más de 2.800 milmillonarios por la consecuente expansión de los mercados bursátiles. La directora de OXFAM Internacional, Gabriela Bucher, ensayó un intento de dimensionar la magnitud del asunto y dijo: “Si las diez personas más ricas del planeta perdieran mañana el 99.99% de su riqueza, aún seguirían siendo más ricos que el 99% de los habitantes del planeta”. Y concluyó: “Hoy acumulan seis veces más riqueza que los 3.100 millones de personas más pobres”.

Como era previsible, también, la pandemia golpeó de un modo absolutamente asimétrico al mundo del trabajo. Se espera que este año el desempleo alcance a 205 millones de personas alrededor del mundo. Y claro, como no podía ser de otra manera, los sectores más afectados son los que están en condición de informalidad.

Por otro lado, la misma brecha que se registra entre ricos y pobres se visualiza en un aumento de la brecha entre países ricos y países pobres. De hecho, y por primera vez en muchos años se espera que esa brecha se amplíe. El principal motivo es la escasa atención que los países desarrollados le han prestado a las complejidades extra que involucró la pandemia para los países emergentes. En este sentido, no olvidemos los reclamos del ministro Guzmán, acompañado por otros ministros de economía de la región, para que el FMI modifique los criterios de distribución de la última emisión especial de los derechos especiales de giro de modo de derivar recursos de los países más ricos hacia los países más pobres para poder enfrentar los efectos económicos de la crisis sanitaria.

Incluso, y para terminar, fenómenos como la espantosa que venimos soportando se vincula con este fenómeno, ya que las emisiones producidas por el 1% más rico duplican a las producidas por la mitad más pobre de la población mundial. Todas las luces de alerta están encendidas. ¿Se tomarán en cuenta esta vez?