Opinión

La circulación viral desde el inicio de la pandemia nos propuso cientos de desafíos


Por la Dra. Carolina Marotta, pediatra (MN 77841), miembro del comité de pediatría ambulatoria de la sociedad Argentina de Pediatría.

A fin del 2020 con el reinicio de la presencialidad, entrando en época estival y con una perspectiva de disminución de casos, el planteo fue que los chicos pudieran hacer un cierre de clases en presencialidad, lo cual fue de gran ayuda para concluir un año extremadamente difícil, sobre todo desde lo social y vincular.

Este año, la expectativa indicaba un inicio con «plantel docente vacunado», con burbujas de pocos alumnos y con infraestructura edilicia que contemple los protocolos de bioseguridad. Aulas con pocos alumnos, ventiladas y con circulación cruzada, algo fundamental, considerando la dificultad que implica el horario extendido de cuatro horas de la curricula escolar, donde el plazo de 15 minutos de ventilación, obviamente, no puede cumplirse.

Pero llegó abril, y con abril llegaron las cepas de Manaos y del Reino Unido, motivo por el cual la circulación escalo estrepitosamente, así como también las complicaciones y la variación del grupo etario incluyendo a los mas jóvenes, con mayor letalidad general.

Cuando aumentó la masa de población infectada (llegando a 27.000 casos por día) aumentaron también los niños infectados debiéndose abrir nuevas salas de internación en hospitales pediátricos. Claramente los niños SI se contagian. Y claramente, también, y afortunadamente los niños se enferman (en general) de formas menos graves que los adultos. Pero también es claro que los contagios de niños a adultos y viceversa potencian el circuito de la infección.

Las clases presenciales tal cual las propone el gobierno de la Ciudad serán un desafío para este invierno que se inicia. La población docente porteña tiene una tasa de vacunación del 14% aproximadamente y solo han recibido la primer dosis. Esto implica que si un maestro se contagia, tiene alta chance de contagiar a toda su clase ya que pasa con sus alumnos cuatro horas en un ambiente cerrado, aun si está ventilado. Ahí se presenta la dificultad, que implica la ventilación cruzada (ventanas y puertas abiertas) en una época en la que la temperatura matinal es menor de 10 grados centígrados complicando el trabajo escolar.

Para poder aprender se necesitan condiciones mínimas de confort. En estos días han circulado fotos de niños en las aulas arropados con gorros guantes y frazadas, con la obvia imposibilidad de atender a explicaciones de un docente que para más, no debe acercarse a menos de dos metros. Por otro lado, muchos son los niños que conviven con adultos con factores de riesgo, ante esta circunstancia sus padres optaron por evitar la presencialidad.

Las clases virtuales, cuyas plataformas ya han sido desarrolladas el año pasado, permitirían a los docentes continuar dando clases a todos sus alumnos, sin perjuicio para ninguno, mientras el alerta epidemiológica lo indique.

De hecho, las medidas tomadas hace tres semanas que indicaron reducción de circulación, han demostrado una disminución del 24% de nuevos casos por día.

Esto se ha visto sobre todo en la provincia de Buenos Aires donde las clases pasaron a virtualidad.

En un país donde la economía se encuentra duramente castigada luego de casi un año de inactividad es lógico elegir cuidadosamente las medidas de cierre tratando de dañar al mínimo las fuentes de empleo.

Las clases virtuales, no solo no alteran los sueldos ya que los docentes continúan su trabajo, sino que la población se moviliza un 30 por ciento menos lo que conlleva a disminuir drásticamente la circulación viral a la expectativa de las vacunas para los y las docentes y para la población toda.

Así mismo quisiera remarcar que a mi criterio, el grupo de alumnos más perjudicado con la virtualidad es el de nivel inicial, donde la presencialidad no se dirige a la formación pedagógica únicamente, sino a la creación de vínculos con los otros, el desarrollo del lenguaje y la independencia. En este sentido, como pediatra creo que los niños de nivel inicial debieran continuar con un mínimo de contacto presencial, mientras la epidemia así lo permita.