Por Daniel Filmus, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación
Cada 10 de abril se celebra el Día de la Ciencia y la Tecnología y el Día del Investigador y de la Investigadora Científica en la Argentina como homenaje al Dr. Bernardo Houssay, el primer investigador latinoamericano en ganar un Premio Nobel en Ciencias. Pero su aporte a la ciencia argentina fue mucho más allá del trabajo académico. Su preocupación por el desarrollo de la investigación en el país lo llevó a crear numerosas instituciones que promovieron el avance de la ciencia y la formación de nuevos investigadores y nuevas investigadoras. Impulsó activamente la creación, en 1958, del Conicet, del que fuera el primer presidente hasta su fallecimiento en 1971. Entre sus discípulos se encuentra otro Premio Nobel que nos llena de orgullo a los argentinos, Luis Federico Leloir.
Tener presente el legado de Houssay hoy exige construir políticas de Estado que coloquen a la ciencia y la tecnología como herramientas fundamentales para avanzar sobre los umbrales del conocimiento, transformar el modelo productivo, modificar la matriz de exportaciones, resolver los problemas de nuestra gente y consolidar la soberanía nacional. Significa terminar con las políticas pendulares que impiden planificar un desarrollo científico a mediano y largo plazo. Hay que tener en cuenta que el crecimiento virtuoso del sistema científico argentino no solo fue cercenado por las políticas oscurantistas y represivas de los gobiernos militares que imperaron en la Argentina del siglo XX. También en distintos gobiernos democráticos de corte neoliberal se subestimó el papel de la ciencia y se la consideró únicamente como una variante de ajuste fiscal.
Alcanzar los 40 años ininterrumpidos de vigencia del sistema democrático puede ser un incentivo para lograr la madurez política e institucional que nos permita dejar de someter la ciencia y la tecnología a los vaivenes propios de los calendarios electorales. En estos últimos años hemos dado algunos pasos auspiciosos en esta dirección. Entre ellos, la aprobación por unanimidad en ambas Cámaras de la Ley de Financiamiento de la Ciencia y la Tecnología que prevé multiplicar por cuatro los recursos públicos para este sector en los próximos años. Esto significa una nueva etapa en el desarrollo científico-tecnológico nacional. Al mismo tiempo, la votación, también unánime, de las Leyes de Economía del Conocimiento y de Promoción de la Bio y Nanotecnología, que otorgan beneficios fiscales a empresas innovadoras, posibilitará complementar los aportes públicos de la Ley de Financiamiento con la inversión privada en I+D.
Quedan pendientes dos proyectos sobre el Sistema Nacional de Ciencia con media sanción en cada una de las Cámaras que permitirán complementar el plexo normativo: la modificación de la Ley de promoción y fomento de la Innovación Tecnológica, y el Plan Nacional de Ciencia 2030. Este último proyecto es estratégico, ya que define los diez principales objetivos del desarrollo científico-tecnológico para la próxima década. Con revisiones periódicas por parte del Congreso Nacional, marca un horizonte común que deberá cumplirse más allá del color partidario del gobierno de turno. No hay otra forma de consolidar un programa serio y consistente que brinde garantías a nuestros investigadores de que su apuesta por la ciencia nacional contará con el apoyo del Estado y sus instituciones.
Todas estas Leyes y Proyectos poseen una fuerte impronta de federalismo que permitirá desconcentrar un sistema que, tanto en inversión como en profesionales, se encuentra centralizado casi un 80% en la región metropolitana. Los programas federales Construir y Equipar Ciencia, que se implementaron a partir del cumplimiento de la Ley de Financiamiento con el objetivo de fortalecer las instituciones del Sistema para producir conocimiento y agregar valor a las producciones locales, son un claro ejemplo de la capacidad de desarrollo tecnológico que tienen cada una de nuestras provincias. Al mismo tiempo, el Programa Raíces Federales permitirá radicar a los investigadores en todo el territorio nacional y asegurar a nuestros jóvenes profesionales el derecho a trabajar en el territorio donde nacieron y se formaron.
Recordar a Houssay nos obliga a valorar y reconocer permanentemente a nuestros investigadores y nuestras investigadoras que, aun en las difíciles condiciones en que muchas veces tienen que desarrollar sus tareas, ponen todo su empeño y capacidad en aportar a la resolución de los grandes desafíos nacionales. El esfuerzo realizado para enfrentar la pandemia a través de desarrollos propios es un claro ejemplo de su compromiso con la construcción del conocimiento al servicio del país y de su pueblo. Seguiremos trabajando para mejorar sus condiciones salariales y de trabajo. Los prestigiosos premios internacionales obtenidos en estos últimos días por los Doctores Luis Caffarelli y José Belizan y la Doctora Sandra Díaz son un ejemplo de la calidad de nuestra ciencia y del reconocimiento mundial que merece.
Este 10 de abril nos comprometemos a tener más presente que nunca la afirmación que hace muchas décadas nos legara Bernardo Houssay: «Los países ricos lo son porque dedican dinero al desarrollo científico-tecnológico, y los países pobres lo siguen siendo porque no lo hacen. La ciencia no es cara, cara es la ignorancia».