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La ciencia busca tratar el envejecimiento como una enfermedad


Por innovadores tratamientos clínicos, fármacos inteligentes y una nutrición más saludable, la expectativa de vida en el último siglo pasó de los 33 a los 76 años. A medida que se envejece, las células dejan de funcionar y pueden descomponerse, lo que provoca enfermedades degenerativas como el cáncer, la artritis y el Alzheimer. En la última década, la investigación de la longevidad se convirtió en el gran reto de la biología molecular. Los científicos pretenden tratar a la vejez no como una cuenta regresiva sino como una enfermedad que se puede curar mediante una acción terapéutica.

«Aunque el envejecimiento no se considera una enfermedad, es el factor de riesgo número uno para muchas afecciones, como cáncer, enfermedades cardíacas, diabetes y más. Por lo tanto, la idea de mejorar la salud tratando de prevenir o revertir el envejecimiento de células y tejidos es muy tentadora y en sí misma, un enfoque potencialmente nuevo para la salud. Así que atacar los mecanismos biológicos del envejecimiento es muy atractivo para abordar las enfermedades humanas», le explicó a Clarín Eduardo Chini, médico e investigador (Ph.D.) de Mayo Clinic en Rochester, Minnesota.

Y si bien hallar una cura definitiva para la vejez puede resultar una fantasía cinematográfica, ya se pusieron en práctica algunos tratamientos en animales que consiguen prolongar su existencia en el laboratorio, algo que a corto plazo, podría trasladarse a los humanos. Uno de los avances más prometedores consiste en eliminar las células senescentes, aquellas que perdieron su capacidad de dividirse.

“Para poder eliminar la célula de senescencia de forma segura y eficiente, debemos comprender qué es lo que impulsa la senescencia, qué tiene de particular la biología de estas células y cuáles son sus roles en la salud y la enfermedad. Es posible que haya situaciones particulares y subconjuntos de células senescentes que no desee matar. Potencialmente, prevenir el desarrollo de estas células a través del estilo de vida de la salud, como el ejercicio, las intervenciones dietéticas y la nutrición adecuada, tal vez sea una forma importante de modificar la biología del envejecimiento en los seres humanos”, destaca Chini.

Además de la ausencia de división, las células senescentes se distinguen por una serie de rasgos morfológicos y moleculares. Uno de los mayores avances ha sido el reconocimiento del papel de la senescencia en algunas patologías humanas como es el caso del cáncer.

“Se observaron muchos cambios en las células y los tejidos con el envejecimiento como la acumulación de ADN, proteínas y lípidos dañados. Existe también un defecto en la autofagia, un mecanismo muy importante que usan las células para eliminar estos componentes defectuosos. La senescencia celular es quizás uno de los ejemplos más extremos de cambios celulares que ocurren con el envejecimiento”, advierte Chini.

Para revertir el reloj del envejecimiento, otra vía que se empalma con la senescencia, es el tratamiento de la coenzima NAD +, que se aloja en todas las células del organismo y juega un papel clave en la regulación de las interacciones proteínicas que controlan la reparación del ADN. Cuando los científicos descubrieron un método para obtener NAD + a través de las paredes celulares de los ratones, el resultado fueron roedores más sanos y un lapso de vida ligeramente más largo.

“NAD es una molécula fundamental para las células, tanto para su metabolismo como para mantener la integridad del ADN. Hay evidencias de que la disminución en NAD está asociada con el envejecimiento y podría ser una causa o consecuencia de la senescencia celular. Múltiples estudios en animales demuestran que la suplementación de NAD en enfermedades relacionadas con el envejecimiento puede tener efectos significativos que aumentan la salud y la esperanza de vida” explica Chini.

Siguiendo esta misma línea, esta semana, Xianrui Cheng y James Ferrell, dos biólogos de sistemas de la Universidad de Stanford lograron medir por primera vez la velocidad a la que se mueve la muerte dentro de las células. El descubrimiento, publicado en la revista Science, muestra un tranco muy lento: a razón de 30 micras por minuto, es decir, unos dos milímetros por hora. Según esta valoración, un ser humano pierde más de 50 mil millones de células al día.

A medida que el cuerpo envejece, las células pierden su capacidad de reparar los daños que se producen en su ADN. Al supera su umbral de lesiones, la célula es incapaz de llevar a cabo su función correctamente y emite una orden de muerte para sostener el equilibrio biológico.

Pero lejos de ser algo repentino o violento, funciona como un suicidio programado en el que la célula implosiona lentamente y de manera ordenada, muchas veces empaquetando los restos para que sean retirados por el organismo.

Por: Marcelo Belluci (Clarín)