Info General
Más noticias

Carta de una madre

La bella historia de cómo un perrito le cambió la vida a un niño con autismo


El trastorno del espectro autista (TEA) afecta a las personas que lo padecen de diferentes maneras. Las personas con autismo pueden desconectarse del mundo, y quedó demostrado en más de una oportunidad que los animales suelen ser un gran lazo para generar la conexión y comprensión que necesitan para ello.

La historia de Kainoa y su condición, es de dolor y alegría a la vez. Su madre,  Shanna Niehaus, quiso compartirla para dar a conocer cómo le cambió la vida al niño con la aparición de su perrito Tornado.

La mujer compartió una  imagen donde está ella llorando detrás de su hijo que se encuentra recostado sobre el estómago del animal. La foto viene acompañada de una descripción que ha conmovido a miles de personas y cuenta lo difícil que ha sido luchar contra el autismo que padece el niño

Ella narra el miedo de abrazar a su pequeño y saber que con ello le causará un terrible ataque de pánico y como fue de doloroso presenciar la incapacidad que él tiene para crear un vínculo afectivo con cualquier persona, impidiéndole tener amigos y llevar una vida rodeada de juego y amor. Sin embargo, cuando le entregaron a un perrito entrenado para asistir a personas en esta condición, al que llamaron Tornado, vio como por primera vez su hijito se acercaba a otro ser con confianza y totalmente relajado, este ha sido el mayor logro que ha tenido hasta el momento y lo describió de la siguiente forma:

«¿Ven este momento? Nunca había experimentado nada similar. Ayer fue la primera vez que mi hijo autista de 5 años conoció a su perro de asistencia, Tornado. Somos estadounidenses que viven en el extranjero, en Japón, y nos habíamos estado preparando durante alrededor de dos años para conocer a Tornado.

Esta foto captura la cara de una mamá que vio a su hijo, al cual no puede abrazar, bañar, vestir, apapachar y tocar, acostado sobre su nuevo perro de asistencia por su propia voluntad, con apego intencional y tácito. Esta es la cara de una mamá que ha visto a su hijo experimentar innumerables interacciones sociales fallidas en el recreo intentando hacer un amigo. Cualquier amigo. Cualquier tipo de conexión. Ella se ha sentado al lado de su hijo cuando lloraba por la noche durante meses porque él no tenía vínculos sociales fuera de la familia, sin importar cuánto intentaba ni cuanto había trabajado en eso en sus terapias. Y ahora ella está sentada atrás de su hijo silenciosamente mirando el momento, temiendo respirar, y sin palabras qué decir.

Este momento vale cada lucha por los servicios para mi hijo, cada diagnóstico, cada nuevo proveedor, cada dólar gastado, cada papel rellenado, cada reunión escolar, cada lágrima derramada, cada paso hacia adelante, cada paso hacia atrás y cada maravilla del futuro desconocido. De alguna manera, por esto -por Tornado- sé que todo estará bien. Como mamá, he visto un sinfín de momentos retadores y dolorosos que mi hijo ha tenido que enfrentar y sus lágrimas, que fueron aún más. Sin embargo, ayer, lloré por otro motivo. Es una sensación que no puedo describir.»