Por Chino Odisio
En el fútbol es difícil encontrar soluciones mágicas. Puede suceder que un partido se gane por la buena fortuna, un fallo arbitral o un error del rival. O una tarde/noche inspirada de un arquero, de esas que se recuerdan por mucho tiempo, justamente porque no siempre suceden. En general, los cambios positivos tienen que ver con el trabajo, la calidad de un plantel, la capacidad del entrenador y el convencimiento de los jugadores. Y parte de eso es lo que sucedió en el Parque tras un inicio desfavorable que obligó a Kudelka a meterse en el laboratorio y buscar soluciones. Y al menos por un partido, las encontró.
La virtud de Kudelka fue no encapricharse. Alguna vez Alfredo Berti le hizo perder un torneo a Newell’s por no querer cambiar sobre la marcha, por esas convicciones que sólo se pueden aceptar a tipos como Bielsa o Martino. Pero Kudelka fue inteligente, sin renunciar a un estilo de juego, modificó el dibujo táctico en busca de encontrar mejorías, colectivas y también individuales. Y frente a Lanús consiguió las dos cosas, un funcionamiento muy mejorado del equipo, y un nivel alto en muchos futbolistas.
Un punto que no debería pasar inadvertido es el apoyo de los jugadores al entrenador. Porque Pablo Pérez dejó la vida en una posición que conoce pero requiere mayor sacrificio. Y Palacios tuvo que correr en defensa y ataque, con un desgaste tremendo. Y Moreno le devolvió parte de esa confianza que le dio el DT, cuando no eran pocos los que pedían que salga del equipo. Y Maxi no quiere salir, aunque el partido esté definido y seguir desgastándose podría ser un problema para sus 39 años. Y por eso cada gol se festejó como una final. Y luego apareció una foto de todos en el vestuario, que si bien estaba en el límite del protocolo sanitario, fue una muestra enorme de unión del grupo, un mensaje hacia afuera que va más allá de un resultado.
Newell’s sigue con vida en el torneo. Y si bien el triunfo de Talleres ante Boca frenó el entusiasmo de los hinchas, en un grupo con equipos tan parejos, nada estará definido hasta el final. Lo importante fue entender que había que cambiar, ajustar piezas, no encerrarse en una idea hasta que la cabeza reviente de tanto chocar con la misma pared. Kudelka lo entendió, los jugadores lo respaldaron. No fue magia.