Una joven de 18 años que fue abusada sexualmente hace dos años por el presunto violador serial que comenzó a ser juzgado en la ciudad, aseguró este viernes ante el tribunal que se presentó a declarar para que imputado «no lastime más a nadie» y afirmó que logró «perderle el miedo» recién cuando supo que estaba detenido.
«Empecé a perder el miedo cuando supe que ese tipo estaba preso», dijo hoy la joven, durante la segunda audiencia del juicio oral que se le sigue a Luis Marcelo Escobar (42) por la violación de 18 mujeres entre el 2014 y 2016 en Rosario.
La testigo fue la única de las 18 víctimas que optó por declarar con la presencia en la sala del acusado, debido a que otras 11 decidieron «por miedo», según la fiscal, Carla Cerliani, hacerlo sin la presencia del agresor y otras cinco lo harán en cámara Gesell por ser menores.
«Quise venir a verle la cara porque creo eso me dará la fuerza que necesito para volver a contar lo que me hizo y para que no lastime más a nadie», aseguró hoy la víctima, mientras el acusado mantenía su mirada al piso.
Según narró ante el tribunal integrado por los jueces María Isabel Mas Varela, Irma Bilotta y Mariano Allieu, ella fue abusada el 8 de octubre de 2014 alrededor de las 16.30, luego de bajarse de un colectivo en la calle Paraná y Córdoba, en Rosario.
Allí, la joven que cuando fue atacada tenía 16 años fue interceptada por el agresor que se identificó como policía de la división drogas peligrosas y que la abordó diciéndole: «Ey, flaca, estamos buscando a una chica por drogas de tus similares características y vestida como vos».
Relató que, con ese ardid, la hizo subir a un auto color azul con vidrios polarizados con el pretexto de que la llevaría a la comisaría para identificarla y que, en todo momento, el hombre simulaba hablar por handy «como los que usan los policías» y que, al subir al auto, observó que «tenía un revólver que se lo cargó en la cintura».
Creyendo que era realmente policía, la adolescente le pidió que primero pasara por donde trabajaba su padre para que la acompañara, a lo que el agresor le dijo que sí, pero en cambio tomó otra dirección y terminó en una zona de bosques cerca de un arroyo -en la periferia de Rosario- y allí, bajo amenaza con arma de fuego, la abusó.
Con vos entrecortada, al borde del llanto, la testigo recordó que en todo momento le decía que «no, mil veces le dije no, que no lo haga».
Asimismo, su padre que también brindó su testimonio hoy, dijo que cuando ella llegó a su trabajo «desesperada, llorando» y le contó que había sido «violada», lo primero que decía era: «No fue mi culpa», recordó.
Al pedir justicia, el hombre contó que su hija hasta el día de hoy está bloqueada, por ejemplo: «no puede escuchar la palabra abuso» y creo que al declarar ante su agresor le servirá para tratar de hacer una vida normal.
Otra de las víctimas que declaró hoy, sin la presencia del acusado en la sala, dijo que desde que le ocurrió el abuso, cuando tenía 19 años se le «quebraron» sus sueños. «Yo quería ser enfermera o docente, cursaba el quinto año cuando me pasó eso, no lo conté en la escuela, no quería que nadie lo supiera, no quería salir y no pude terminar el secundario pese al apoyo de mi familia que, en principio, me llevaban y me traían, no puede, tenía miedo de salir. No pude seguir con los estudios», lamentó.
El hecho relatado por la testigo ocurrió el 28 de mayo de 2014, alrededor de las 20.30, cuando fue sorprendida por un hombre que dijo ser policía y la obligó a subir a un auto azul con el que la trasladó a un descampado en la periferia de Rosario y la violó.
El juicio oral contra Escobar comenzó ayer en el Centro de Justicia Penal de Rosario, y en la primera audiencia la fiscal Carla Cerliani, pidió la pena de 50 años de cárcel para el acusado por los delitos de abuso sexual con acceso carnal agravado por el uso de arma, en calidad de autor en 11 oportunidades; por abuso sexual simple en tres oportunidades y por abuso sexual en grado de tentativa en otros cuatro casos.
El agresor había sido detenido en el 2016 cuando una de sus víctimas de 14 años logró sacarle una foto con su celular a la patente del auto en el que se movilizaba el agresor y desde entonces está alojado en la cárcel de Coronda.