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Juan Sasturain: «La Biblioteca Nacional es una generadora de historias»


En diálogo con CLG, el escritor y periodista cuenta lo que hará durante su gestión y habló sobre la actualidad de la cultura en el país

En diálogo con CLG, el escritor y periodista cuenta lo que hará durante su gestión y habló sobre la actualidad de la cultura en el país

Por Mario Luzuriaga

Juan Sasturain es uno de los hombres más importantes de la literatura contemporánea de la Argentina. Un hombre que eligió dedicarse a las letras desde siempre y luego poder estar colaborando con grandes diarios como Clarín, La Opinión y Página 12, entre otros. También tiene oficio en guiones de historietas, cine y televisión; pero no hay que olvidarse que su fuerte son las historias que este hombre cuenta.

Tiene una incontable cantidad de libros publicados, entre los que se pueden mencionar «Manual de perdedores», «El día del arquero», «Perramus» —publicado en 1981 en coautoría con Alberto Breccia—, «Los dedos de Walt Disney», «La Patria transpirada», «Breccia, el viejo», «Cuentos reunidos» y «El último Hammett».

En esta charla mano a mano con CLG, Sasturain habló de su historia, de sus trabajos, de su relación con la historieta nacional, de Héctor G. Oesterheld y del futuro que se viene en la cultura argentina.

—¿Qué significa estar al frente de la Biblioteca Nacional?

—Son varias cosas a la vez, en principio es un orgullo y es una gran responsabilidad. Una vez superado el sentimiento doble de impostura y de cierto sentimiento parecido al pánico, hubo un profundo disfrute. Es un lugar muy lindo, muy estimulante. Hay mucha gente que trabaja aquí con ganas de más, hay mucho por hacer y también hay cosas hechas, mucha historia; pero es una responsabilidad que asumo con mucho gusto y muchas ganas.

—Hablando de mucho por hacer, ¿cómo encontró a la Biblioteca?

—Tené en cuenta que yo recién estoy haciéndome cargo. Hace un mes y pico que ando por acá, recién se están terminando de armar los equipos de trabajo, los cargos intermedios y las responsabilidades. Recién estamos viendo cuál será el plan de trabajo y de continuar con cosas que se dejaron de la anterior administración. Es un momento de transición, en principio, es retomar el concepto que se había interrumpido durante las gestiones de Manguel y Barber; retomando las cosas buenas que se hicieron. Queremos que el concepto sea de una Biblioteca más abierta a lo cultural, como lo fue la gestión magistral de Horacio González. Tengo mi propia manera de concebir las cosas y tengo que ponerme en el lugar de los que me eligieron. Uno es responsable de la imagen que se espera de uno. Estamos en un momento muy estimulante, me dan muchas ganas de ir a trabajar, hay mucho que hacer y mucho que inventar.

—Imagino un Sasturain en una aventura dentro de ese edificio.

—Por primera vez acompañé a Nicolás Scolnik, que es el responsable de la editorial de la Biblioteca Nacional, que en su momento editó 400 títulos y ahora estuvo silenciado, y me mostró el patrimonio literario que tenemos para poder vender y distribuir. Así en todos los órdenes, la Biblioteca fue el sello editorial más importante que generó el Estado en décadas durante la gestión de González. En cuanto a volúmenes, títulos, proyección, gestos de recuperación, testimoniales, fue impresionante. Estamos preparando mucho material para la Feria del Libro y nos pusimos a ver cómo financiar el libro que vamos a presentar, como así también la revista bimestral que se estuvo editando.

—Supongo que esos recorridos serán fuentes de inspiración para sacar algún libro de su autoría.

—Es tremendo. La Biblioteca es una generadora de historias. Los misterios de la Biblioteca, desde el proverbial asiento en ficha que había redactado Borges del «Necronomicón» de Lovecraft, como texto existente en la Biblioteca de Buenos Aires, sería uno de los grandes disparadores. Estoy leyendo precisamente la historia de la Biblioteca Nacional que en su momento escribió Horacio González, gran parte inspirada en la etapa documental del siglo XIX que en su momento escribió Paul Groussac; y otras que se escribieron durante el siglo XX. Es un material muy rico porque tiene historias de la patria. Este año estamos en el bicentenario del fallecimiento de Manuel Belgrano, un hombre que donó sucesivamente 200 ejemplares de libros que pertenecían a su colección, cuando empezaba a funcionar la Biblioteca Nacional.

—Belgrano es un hombre muy importante para con Rosario al haber creado el emblema nacional.

—Por supuesto, este año belgraniano, como suele decir el ministro de Cultura, Tristán Bauer, es una figura muy importante e inspiradora, y pensar lo que fueron nuestros hombres.

—¿Piensa que quedó trunco hacer hincapié sobre nuestros próceres durante la gestión anterior?

—Pareciera que las políticas que concibe el neoliberalismo suelen tener un problema de no encontrar un casillero adecuado a la cultura. No digo que no se ocupan, sino que ponen a la cultura en un lugar diferente. Con gobiernos con esa orientación general que se manifiesta en lo social, lo político, y sobretodo en lo económico, obviamente que el papel de la cultura pasa a ser otro. La tarea será recuperar ese espacio, yo creo que lo podemos hacer.

—Con respecto a la cultura, ¿qué piensa sobre la llegada de «El Eternauta» a Netflix?

—Es un fenómeno, es una sensación muy linda, es como cuando nuestros muchachos van a jugar a Europa. Eso no significa de ninguna manera que necesite un reconocimiento de ese tipo para ser valorado. Ahí está el equívoco también, nadie necesita de Netflix o del Real Madrid, o de la Warner, para ser convalidado. Pero sí es cierto que es un síntoma de la universalidad de la obra, de la vigencia y que ratifica aquello que uno intuye. No pretende ser universal, ni otra cosa que desarrollar valores vigentes a la hora de su creación, son los que resultan más universales. El tango hizo eso y es uno de los rasgos identitarios de la Nación y por las cuales somos reconocidos. Lo mismo podemos decir de esta obra que hicieron Oesterheld y Solano López, se convirtieron en clásicos, en tanto y en cuanto la memoria colectiva los constituyó en eso.

—Volviendo a su trabajo individual, ¿qué fue lo que más lo atrapó a la hora de escribir novelas policiales?

—No sé, yo me defino primordialmente como un lector, como la mayoría de todos inició por esa experiencia y también fue  importante el momento en el que me inicié a escribirlo, y coincidió a fines de los años 60 y principio de los 70. Era importante en ese momento, para toda mi generación, la presencia de una narrativa realista urbana, sobretodo la norteamericana de mediados de siglo XX. Eso nos marcó mucho y eso cultivaba a muchos escritores. Entonces cuando escribí «Manual de perdedores», en primera versión del jubilado detective Etchenique, tenía pensado hacer una literatura de género, ambientada en nuestro contexto. Pensamos que la aventura podía tener cualquier domicilio, y alguno de los desafíos que tenía el narrador era ser capaz en espacio y personaje aventurable, aquello que sucedía alrededor en el espacio que uno leía. Si hay una impronta que me marca en todo lo que he escrito, fue la aventura.

—Podríamos relacionar su ficción con lo que ha hecho Fontanarrosa con «Boogie, el aceitoso», o Altuna con «El loco Chávez».

—Claro que sí, es una marca generacional, porque tienen en común sin salir de Rosario, Juan Carlos Martini, el Negro Fontanarrosa o Elio Gandolfo, es que todos ellos en algún momento, pasaron por los géneros que circularon por la literatura popular o con el cine. Aquellos que fuimos pibes en los años 50 y muchachos en los 60, estamos muy marcados por eso.