El actor franco-argentino encarna al ex presidente en la serie que se estrena el miércoles 7 a través de la plataforma Star+
Por Nicolás Biederman – Télam
Jean Pierre Noher, quien encarna al ex presidente Fernando de la Rúa en “Diciembre 2001”, que propone una mirada hacia la intimidad del poder en el marco de la crisis política, económica y social que terminó con la caída prematura del gobierno de la Alianza, confesó que espera que la serie que estrena el miércoles en Star+ “impacte, que sea polémica”.
“La polémica no me molesta en absoluto. Me parece bueno y necesario que se hable”, planteó el intérprete en charla exclusiva con Télam, a días del estreno de la miniserie de seis episodios de 40 minutos producida por Kapow y basada en el libro “El palacio y la calle” de Miguel Bonasso.
Para el actor franco-argentino, la propuesta que retrata desde la ficción ciertos hechos de un período trascendental de la historia reciente del país “llega en un momento justo” por el nivel actual del debate político y la proximidad de las elecciones presidenciales.
“Diciembre 2001”, escrita por Mario Segade y dirigida por Benjamín Ávila (“Infancia clandestina”), cuenta con un elenco coral repleto de figuras entre los que destacan Luis Machín como el ministro de economía Domingo Cavallo, César Troncoso como el exgobernador peronista Eduardo Duhalde y Manuel Callau como el expresidente Raúl Alfonsín.
Entre muchos otros personajes de distintos espacios de poder de entonces, también se encuentran Alejandra Flechner como “Chiche” Duhalde, Fernán Mirás como “Chacho” Álvarez, Luis Luque como Chrystian Colombo, Ludovico Di Santo como Antonio de la Rúa o Vando Villamil como Carlos Ruckauf.
Sin embargo, el relato propone al espectador la perspectiva de un personaje ficcional: Javier Cach, personificado por Diego Cremonesi, es un ambicioso y capaz militante radical y asesor del Poder Ejecutivo que aún circula en un espacio intermedio entre “el palacio y la calle”: transita con soltura los pasillos de la Rosada pero es el único del Gobierno que todavía parece entender el descontento que se cocina en el asfalto.
Para Noher el personaje del debilitado y desorientado De la Rúa implicó una preparación especial, aunque no del todo desconocida. Es que en los últimos años acumuló bastante experiencia en el rubro del biopic: hizo de Jorge Luis Borges en cine (“Un amor de Borges”, 2000; “El almuerzo”, 2015) y en teatro (en “Borges y Perón”).
También se puso en la piel de Guillermo Coppola en la serie “Maradona, sueño bendito”, el productor discográfico André Midani en la reciente “El amor después del amor” y del empresario brasileño José Hawilla en “El presidente”.
—¿Qué pensaste cuando te ofrecieron el papel de De la Rúa?
—Me llegó tres semanas antes de empezar a filmar y de entrada cuando me lo ofrecieron me sorprendió, porque no me veía nada parecido, y además me parecía peligrosísimo porque era un personaje que había sido muy bien imitado por Freddy Villarreal; era hasta más conocido el personaje de Freddy que el propio De la Rúa, y me parecía muy complicado. Pero me encantan esos desafíos y ya había hecho de Borges, de Coppola, ya tenía cierta experiencia en el “biopiquisimo”.
—¿Te interesa especialmente el desafío de encarnar a alguien real?
—Yo digo que es mi versión, así como hice a Coppola pero Sbaraglia lo hizo (en la misma serie) de cuando era joven o ahora Minujín en la biopic (“Coppola, el representante”, que llegará en 2024). Cada uno a su manera. Esta será mi versión de De la Rúa, y me divierte esta cosa camaleónica; después de más de 40 años de laburo es muy difícil no repetirse, entonces cuando aparecen estos personajes me encanta el desafío, me encanta el riesgo y lo asumo y asumo las consecuencias también.
—¿Cómo le diste forma a tu Fernando de la Rúa?
—Trabajamos mucho en poco tiempo. Yo lo trabajo desde afuera para adentro. Trabajé con la gente de caracterización, me pelaron por supuesto, me dejaron aquellos pelitos arriba, y yo traté de adelgazar, de ponerme trajes holgados, de rápidamente meterme y de ver mucha cantidad de discursos en YouTube. Hoy está todo al servicio de este tipo de cosas, y me nutrí de todo eso. Y como siempre lo hago, intento encontrar algo desde la voz, desde la forma de hablar, de acercarme a una energía que no tiene nada que ver con la mía. Además este De la Rúa en particular, en ese diciembre en especial, donde él estaba como un poco alejado de la calle, un poco perdido, también un poco traicionado con teléfonos que no contestaban y con una efervescencia que ya venía desde 1995 con el “Efecto Tequila”.
—¿Cómo encontraste la voz?
—Me ayudó llamarlo a Martín Bilyk, que es un excelente imitador de voces en la radio. Lo googleé, lo busqué y lo llamé y le dije, “mirá, me tocó para una serie hacer a De la Rúa y no le estoy encontrando la voz, ¿vos me podrías coachear un poco?”, y me ayudó en dos o tres sesiones. La voz ya te propone un ritmo o una cosa interna, pero claro que después está el vuelo de cada uno. Más la pandemia, que me fue ayudando.
—¿En qué sentido?
—Creo que ayudó mucho que fue mi primer trabajo después de la pandemia, después de dos años. Había todavía una cosa de mucha tensión en el set. Con los protocolos, con los tests, con los barbijos. De repente llegabas un día, te decían “a tal lo mandaron a la casa porque apareció con Covid” o estábamos con 70 u 80 extras todos con los barbijos. Generó un clima que me parece nos ayudó. Alimentó un poco a esa tensión que vivía el personaje.
—Mencionabas lo marcada que quedó aquella imitación de Freddy Villarreal. ¿Es muy fina la línea entre representar al personaje histórico y caer en lo caricaturesco?
—Por supuesto que si alguien va a ir a buscar al limitador, a ver si se parece o no se parece, no lo va a encontrar porque la idea no es esa. Además de que los actores no somos imitadores. Hay un actor detrás de ese personaje, mientras que el imitador nunca va a querer que se lo vea a él mismo, son trabajos completamente distintos. Sí podemos recrear tratando de no traicionar el imaginario de la gente. Yo sentí que a Benja (Ávila, el director) le gustaba lo que yo estaba haciendo, él estaba muy convencido todo el tiempo. No sentí que apareciera ese riesgo, en ningún momento sentí que me dijera “menos”, “más”. También es cierto que lo que se cuenta son las bambalinas, el backstage de diciembre de 2001, de alguna forma es el De la Rúa en pijama, el De la Rúa íntimo.
—El ser humano detrás del político.
—Él frente al espejo, él frente a su soledad, frente a sus pensamientos; yo nunca juzgué al personaje y tuve una mirada hasta un poco piadosa sobre él. Ese hombre perdido en la Quinta de Olivos, en los jardines, en sus pensamientos.
—Hay una generación entera que no había nacido o era muy chica para tener recuerdos de lo que fue el 2001. ¿Cómo imaginás que será vista esta serie por los más jóvenes?
—Para mí es muy importante que los sub-30 vean esta serie, que los padres la vean con sus hijos, porque hoy por hoy se sigue escuchando de dolarización. Ojalá que impacte, que sea polémico. Ojalá que se hable mucho. La polémica no me molesta en absoluto. Me parece bueno y necesario que se hable. Es muy loco, porque en realidad nosotros no sabíamos cuándo se iba a estrenar y desde hace dos o tres meses en los programas políticos se viene hablando de Diciembre de 2001. De alguna forma creo que la serie llega en un momento justo en ese aspecto y sería bueno que impacte y que se reflexione para entender que a la hora del voto no deberíamos repetir ciertas cosas, me parece fundamental.