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Isla Cangrejo, el islote a punto de desaparecer por los cambios climáticos


El calentamiento global está dejando su marca en distintas partes del mundo. Los habitantes de la Isla Gardi Sugdub de Panamá, más conocida como la Isla Cangrejo, deberán trasladarse a comenzar su vida en otro lado, luego de que el nivel del mar aumentara por el cambio climático.

“En noviembre, el agua del mar llega hasta los tobillos”, comentó Diomedes Fábrega, subdirector de la escuela de Gardi Sugdub en una entrevista al diario El País.

Gardi Sugdub es un islote con poco más de un millar de habitantes de etnia guna enclavado en el paradisíaco archipiélago de San Blas, uno de los principales destinos turísticos del Caribe panameño. La crecida del nivel de los océanos, una de las secuelas del calentamiento global, sube día tras día y hace que la mudanza de los habitantes sea inevitable.

“En los meses de vientos alisios siempre ha entrado el agua, pero cada vez se cuela más. Y los vientos llegan cada vez antes”, dijo Blas López, uno de los referentes para la comunidad.

La historia se repite año tras año, pero el anterior encendió las alarmas: la crecida del mar, relatan, dejó casi la mitad de la isla bajo algunos centímetros de agua, según ellos entre cuatro y seis. Solo la mitad del territorio más central quedó seca.

“Nos despertamos de madrugada y nos dijimos: ¿Qué pasa? ¿Estamos viviendo en una piscina o qué?”, recuerda la maestra Dalis Morris, esposa de Fábrega, desde el interior de su cabaña, de paredes de caña y situada justo al borde del mar.

La amenaza es evidente: entre 1950 y 1980 el mar subía a un ritmo de 2,5 milímetros por año, desde 2012 lo hace a razón de 6,4 milímetros. Por eso, ya trazaron, en coordinación con las autoridades nacionales, sus planes para poner en marcha una solución: en algún momento del próximo lustro, si no hay más retrasos, la mayor parte de sus habitantes estarán instalados en tierra firme.

Aunque el programa de regreso al continente es voluntario, el escaso relieve de la isla, menos de medio metro por encima del nivel del mar, y su reducido tamaño no les deja otra salida. “En otras islas más grandes o en los continentes, la gente todavía tendrá la opción de la migración hacia el interior. Aquí no”, explica Steve Paton, director del Programa de Monitoreo Físico del Instituto Smithsonian.

“Sabemos que nos quedan entre 50 y 60 años para que esta isla sea habitable”, reconoce López sentado frente al mismo mar que teme que acabe por engullir su hogar. López sabe que los días de Gardi están contados y cree que hay que empezar cuanto antes. El traslado será, además, lo más parecido a un proyecto piloto para el resto de las más de 30 islas pobladas en el archipiélago.

Foto: Fábrega – Gentileza del diario ElPaís

El abandono del islote también permitiría evitar el hacinamiento de sus habitantes: los niños y jóvenes son mayoría bajo el calor húmedo y agobiante de Gardi y la tasa de natalidad no desciende, con hasta cuatro hijos por familia. “El traslado es la única medida posible”, agregó Eustacio Valdés Atahualpa.

Los gunas llegaron a las islas de San Blas desde las selvas colombianas hace casi dos siglos, cuando Panamá ni siquiera era independiente, y el regreso a tierra siempre está presente en su tradición oral. Pero nunca pensaron que serían forzados por una combinación de emergencia climática y hacinamiento.

El mar Caribe ha crecido entre 20 y 25 centímetros desde el Ecuador del siglo pasado. En menos de 70 años, el margen de Gardi sobre el agua se ha reducido en un tercio. Según se acelera la fusión de las grandes masas de hielo de las zonas ártica y antártica aumenta la velocidad de subida del mar. Según los cálculos del técnico del Smithsonian, el ritmo de subida de las aguas rozará los 10 milímetros por año a final de este siglo.

Los primeros pasos para la mudanza ya están dados. A un kilómetro del puerto de Carti, 17 hectáreas han sido reservadas para construir La Barriada, el nuevo pueblo, y la futura escuela que atenderá a los niños de la comunidad en tierra firme ya se encuentra en construcción. Pero, el plan que empezó hace más de una década se encuentra trabado por las autoridades nacionales.

“La desatención del gobierno panameño ha sido una constante”, señaló Mónica Martínez, antropóloga de la Universidad de Barcelona que ha dedicado buena parte de su carrera al estudio de las comunidades y la cultura guna.  “Solo han empezado a prestar algo de atención cuando San Blas ha comenzado a ser parte del imaginario turístico que Panamá vende al mundo”.