En pleno auge del arte urbano, CLG dialogó con una muralista local que elige "poner ideas en cuestionamiento" con sus pintadas
Por Matías Gregorio
Arte para interpelar. Arte para cuestionar. Arte para ser. Arte para vivir. Las paredes de Rosario están cambiando. Están diciendo algo. La explosión del arte urbano llegó para modificar la fisonomía de la ciudad. Derribando mitos, muralistas locales -en sintonía con lo que sucede en varias partes del mundo- avanzan con sus ideas buscando cambiar el paradigma sobre su trabajo.
«China del Río, arte de territorio». Así se define Camila Guerra, una joven rosarina de 27 años que forma parte de este movimiento emergente. Comenzó dibujando y pintando, luego se animó a hacer stencils en movilizaciones y finalmente decidió abocarse a lo que más le gusta: el muralismo, «esa combinación placentera» que siente al pintar en la calle.
Camila, en una extensa charla en la redacción de CLG, rememoró sus comienzos, analizó el fructífero presente y adelantó todas las actividades que planean realizar a partir de este fin de semana, en el comienzo de «La Chicago: 1º Semana de Arte Urbano de Pichincha».
«Conocí lo que era el muralismo mexicano en el primer año de la facultad, y eso me fascinó», dijo la joven que estudia la carrera de Bellas Artes en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Su entusiasmo creció y en 2015 decidió viajar a México: «Me embebí de los muralistas clásicos y del gran movimiento que hay del arte público, está muy vivo en muchos distritos».
En el país centroamericano, China del Río aprendió sobre el muralismo colectivo y conoció distintas técnicas, por lo que al volver al país sintió la necesidad de volcar todo lo que había adquirido. «Primero empecé a pintar con un colectivo de amigues en instituciones públicas, por demanda, como en la Facultad de Medicina o en un instituto terapéutico», narró Guerra, y agregó que si bien sigue manteniendo ese tipo de trabajos, con el tiempo comenzó a pintar por su cuenta.
«La calle me generaba dudas sobre cómo pedir las paredes o no, y también estaba el miedo de salir a pintar a la noche», reconoció Camila, pero contó que al conocer a otras chicas que también pintaban se fue despojando de los temores y de los mitos. «Comenzamos a salir en grupo, y en vez de hacerlo a la noche, empezamos a organizar pintadas un domingo a la tarde, por ejemplo, y de esa manera te convencés de que lo que hacés es un aporte bueno a la ciudad».
La artista rosarina se formó en el seno de la Universidad Pública, pero más allá de lo que aporta un plan de estudio: «Al ser una institución pública genera que te encuentres con muchos movimientos, organizaciones y agrupaciones que te hacen entender las cosas de otra forma». Además, sostuvo que se moldeó a partir de «otras instancias no formales» fuera del aula que le generaron mucho aprendizaje.
Desde comienzos de este año Camila decidió dedicarle más tiempo al muralismo, ya que anteriormente «entre el trabajo y otras actividades no tenía ni tiempo ni mucha creatividad» para desarrollar la tarea.
Una de las primeras preguntas que surge en esta temática tiene que ver con el contacto con cada vecino y vecina. China del Río detalló cómo se desenvuelve en este aspecto: «A veces le pregunto a les vecines y a veces no. Cuando les planteo que quiero pintar una pared y establezco un diálogo, lo hago más tranquila y más a gusto. La idea no es avasallarlos y pasarles por encima con algo que no deseen. Pero también busco paredes de locales cerrados, algunas que estén venidas a menos o espacios abandonados, que de por si ya tienen una estética arquitectónica particular que está buena. Si bien me gusta la cuestión de entender que pintar una fachada es un mensaje a la propiedad privada, me siento más a gusto cuando el vecine está conforme con eso».
Además, expresó que muy pocas veces ha recibido mensaje negativos de la gente, si no que, al contrario, le agradecen por ponerle color al barrio y hasta le acercan comida y bebida. «Hay buena recepción», aseguró.
Pero, ¿por qué China del Río?: «En el graffiti siempre está la costumbre de firmar con un seudónimo. También me gustaba la idea de no firmar con mi nombre y apellido por el hecho de que me cuestiono todo lo que tiene que ver con el ego, entonces elegí no hacerlo desde la que soy siempre».
La muralista explicó que China es la forma en la que se denominaba a las mujeres cuando el país se estaba consolidando, «china era la compañera del gaucho», y Río porque siente «una conexión muy fuerte» con el Paraná. «Siempre digo China del Río, arte de territorio, porque tiene que ver con identificarse con el espacio donde uno nació, creció, vive, se forma y estimula».
«Detrás de cada gorra hay un pibe con su historia»; «ningún ser humano es ilegal»; «a la tierra volverás, no la hieras nunca más»; «la desigualdad es más violenta que cualquier protesta», son algunas de las frases que se desprenden de los murales que se aprecian en las calles rosarinas con la firma de la entrevistada. «Ese es el arte que a mí me gusta hacer, no creo que sea el único válido, pero si el que yo quiero producir, el que más me gusta compartir y el que disfruto cuando otres lo hacen», agregó.
«Está pensando en su comunidad y en su sociedad, y no es nada más una cuestión subjetiva de expresarse, sino que también lo está haciendo esperando una respuesta de su gente. Yo elijo poner ideas en cuestionamiento. Por ejemplo, si voy a reproducir una imagen de una mujer, trato de que no sea el estereotipo hegemónico. Y alguna respuesta tiene porque la gente se entusiasma», señaló con elocuencia.
A su vez, también suele sumarse a manifestaciones «que van de la mano con lo que uno quiere y espera para su sociedad», como fue el caso de la Marcha Plurinacional de los Barbijos en contra de los agrotóxicos, donde junto con otros compañeros y compañeras diseñaron la pancarta que encabezó la movilización.
Sus imágenes cosechan seguidores en su cuenta de Instagram, donde replica cada pintada: «Hoy en día uno transita la vida en esos dos espacios: en el tangible y en el virtual. Si bien cuando pinto estoy concentrada se que también hay otro lugar donde lo voy a compartir y que es público por más que no sea la calle. Y allí ese mensaje se sigue reproduciendo», destacó Camila, y admitió que todavía se sigue sorprendiendo cuando alguien comparte una imagen suya.
«Un montón de veces me pregunté si tendría que seguir haciendo cosas tan explícitas, pero cuando noto que hay personas que lo comparten y que coinciden con esas ideas, o que se sienten a gusto de que esos mensajes estén en la calle y te lo dicen, te das cuenta de que está bueno ser consecuente con lo que uno siente y no necesariamente tener que hacer algo que creés que vende».
En ese sentido, no se detiene a pensar en la cantidad exacta de murales que pintó en la ciudad, sino que pone el foco en «el placer y la diversión» que siente al hacerlo.
El aspecto económico es un factor que, en los tiempos que corren, no suele ir en la misma dirección que las producciones artísticas. No obstante, Guerra busca la manera de que se convierta en algo redituable, ya sea por iniciativas propias o cuando algunos interesados en sus intervenciones se contactan con ella. «Hace poco que estoy pudiendo generar que esto sea un trabajo pintando murales o haciendo cartelerías para negocios o para gente particular en sus casas, y eso lo alterno con pintar en la calle, algo que no es redituable económicamente, sino todo lo contrario, porque un aerosol cuesta $400, o sea que cada pintada son más de mil pesos».
» Eso que alguien cree que es vandalismo a uno le sale un montón «
Para la muralista el arte «tiene que valorarse económicamente como un trabajo», y a la hora de pensar en un objetivo a largo plazo trazó la idea de «poder conseguir que el arte público sea una política de Estado». «Es bastante difícil porque tanto acá como en muchas partes del mundo pensar en vivir del arte parece que fuera algo ingenuo. Se dice que es tan a gusto lo que uno hace que cómo vas a poder trabajar de eso, tenés que hacerlo en algo que te precaricen y que después ya no tengas creatividad para poder producir. Lo que generamos como contenido cultural es muy importante para la sociedad, entonces si no nos proponemos que sea nuestro trabajo y que sea valorado, a fin de cuentas sólo habrá producciones aisladas», añadió.
Guerra brindó su parecer sobre la relación que mantiene el Estado municipal con las producciones artísticas: «Si bien los gobiernos municipales y provinciales tienen un gran potencial cultural y le dan mucho espacio a eso, también es bastante monopolizador y a veces hacerlo de una forma autogestiva tiene sus trabas y sus consecuencias».
Pese a esto, resaltó que Rosario cuenta con una «gran cantidad» de espacios culturales y que «hay muchas puertas abiertas» para poder visibilizar los trabajos que realizan con esmero.
«El muralismo y el arte urbano están en auge, cada vez hay más gente que pinta. Quizás vas caminando por la calle y en una misma cuadra hay dos o tres pintadas, y en parte sucede porque hay una buena recepción de la gente, teniendo en cuenta que si bien a algunos compañeres los ha parado la policía o los han denunciado vecines, no es tan austero como en Capital Federal, en La Plata o en Córdoba», subrayó la artista local.
Otro de los aspectos importantes que mencionó la joven es la creación de organizaciones en torno al muralismo.
En diciembre del año pasado, un grupo de chicas se reunió y formó la Agrupación de Mujeres Muralistas Argentinas en Rosario (Ammura). Empezaron siendo seis y ahora ya son alrededor de doce, juntándose todos los miércoles.
«Tenemos como objetivo estimular la producción mural de nuestra ciudad, de que se valore a las artistas locales, que haya festivales de arte urbano y encuentros», dijo Guerra. En mayo, organizaron el Primer Encuentro de Mujeres y Disidencias Muralistas de Rosario bajo el nombre de «Barahúnda», en barrio Alvear, y el saldo fue muy positivo ya que se sumaron chicas «que tal vez pintaban puertas adentro pero nunca se habían animado a hacerlo en la calle, y así logramos generar que se lancen a dejar sus mensajes».
Asimismo, desde Ammura hicieron un llamamiento a una asamblea de muralistas autoconvocados y comenzaron a juntarse una vez por mes «para generar conciencia primero entre nosotres, de darle valor simbólico y monetario a lo que hacemos, es decir, desde entender cómo hacer un presupuesto y plantear un tarifario común hasta salir a pintar todes en la calle para demostrar que hay demanda de esta actividad y que sea reconocida tanto por la gente que habita la ciudad como también por el Estado».
Según contó, a la primera asamblea asistieron 30 personas, aunque el número va variando: «Está bueno porque se juntan muralistas como Jorge Molina que trabaja desde hace un montón de años en la calle con chiques que recién están arrancando, entonces se dan cosas muy fructíferas».
«Lo bueno de este auge del arte urbano que hay en nuestra ciudad es que lo estamos haciendo en conjunto y eligiendo para donde queremos que vaya, sin que se torne arbitrario», remarcó.
Está claro que los y las muralistas de la ciudad están con muchas ganas de reproducir su arte. Y, por lo pronto, desde este domingo 8 de septiembre y hasta el sábado 14 se hará la Primera Semana de Arte Urbano de Rosario, denominada «La Chicago», a desarrollarse en el barrio Pichincha. Allí se pintarán doce muros.
«Fue una convocatoria abierta, donde se tuvo en cuenta la paridad de género. La gestión la encabezaron algunas compañeras de Amura más el aporte que hicieron los gastronómicos de Pichincha y la Municipalidad de Rosario», indicó Camila. Además de los murales que se podrán visitar, habrá talleres gratuitos y abiertos, en los cuales sólo hay que anotarse previamente por internet.
China del Río, en sus últimos dichos, les dejó un mensaje de incentivo a todos aquellos que están dando sus primeros pasos en el camino del arte: «Tienen que estar convencides de darle para adelante, y sobre todo entender que las cosas no se van dando por una cuestión mágica, sino también porque uno las va buscando. Siempre que se apunte a eso van a ir surgiendo oportunidades. Hay que dejar de lado la romantización de que el artista no puede vivir de su arte o no hay espacio para ello. Hay muchos espacios en esta ciudad, y, si no los hay, hay que hacerlos. Que se acerque a cualquiera de estas organizaciones, o que arme sus propias agrupaciones, pero que se anime».
«El consejo más feliz que puedo dar es ser consecuente con lo que uno piensa y siente, y que eso se vea reflejado en su arte y no tener que modificarlo para gustarle a otro o al mercado, porque eso va a durar poco, no se puede actuar mucho tiempo».