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Por Carlos Duclos

“Indisciplinadamente libre”: el chico con autismo que jugó con el Papa


Opinión por Carlos Duclos

La madre corrió impaciente y casi exasperada, cuando su hijo, Wenzel Eluney, un niño de 7 años con Trastorno del Espectro Autista (TEA), fue hacia el Papa en la audiencia general de este miércoles y se puso a jugar con él y con el guardia Suizo, quien permaneció estrictamente impertérrito cuando el chico lo tomó de la mano. Ella nunca pensó cuando le dijo a su hijo que fuera a jugar con el Papa, que le obedecería (“nunca obedece”, diría a la prensa la mamá luego de la audiencia). Francisco aprovechó la ocasión para mandar algunos mensajes cuando la propia madre le dijo al Sumo Pontífice que eran argentinos, que vivían desde hace unos años en Italia y que el pequeño era autista.

“Es argentino e indisciplinado”, bromeó el Papa, con el arzobispo Georg Gaenswein quien lo acompañaba, y mandó por elevación y sutilmente un mensaje a esa parte de la sociedad argentina que es proverbialmente indisciplinada.

El segundo mensaje del Papa, quien bromeó con Wenzel y a quien le pidió un beso, tuvo que ver con la libertad. “Es indisciplinadamente libre”, le dijo al prefecto de la Casa Pontificia, Georg Gaenswein, y aprovechó una reflexión teologal que deberían considerar los creyentes: el niño “es libre y esto me ha hecho pensar, -dijo el Papa- ¿soy yo libre? ¿Soy yo libre ante Dios? Ante Dios, todos tendríamos que tener la libertad de un niño delante de su padre”.

Los argentinos, hay que aceptarlo, somos indisciplinados, se advierte no más salir cada día a la calle, pero… ¿somos libres? Pareciera que no, que somos indisciplinadamente prisioneros de un estado de cosas que tiene a mal traer a buena parte de la sociedad. Y las causas no pueden circunscribirse solo a la conducción política y social, sino a esa indisciplina que es cultura nacional en muchos.

Wenzel, el pequeño de 7 años con autismo, inspiró al Papa (el mismo Francisco así lo reconoció). Lo inspiró para decir algo no sobre la indisciplina argentina, que fue un hecho anecdótico, aunque cierto, sino sobre la libertad del hombre ante Dios. Pero podría decirse que también ante los propios hombres.

El hombre común no solo en Argentina, sino en todo el mundo, no puede ser inocentemente libre, como Wenzel, porque los poderes no se lo permiten. Debe especular para sobrevivir, debe luchar para seguir adelante. Esa lucha a veces se transforma en una competencia feroz, descarnada y premeditada. A eso lo han llevado. Tal vez ese sea el gran problema humano, el de no poder ser indisciplinada e inocentemente libre.