Elsa Cremona, esposa del cabo primero de Gendarmería Carlos Misael Pereyra, se expresó tras los avances de identificación en el Cementerio de Darwin de Malvinas
Los trabajos forenses de identificación de los muertos argentinos en la guerra de Malvinas, que tuvieron esta semana avances significativos, son seguidos con ansiedad y expectativa por los familiares de los caídos que desde hace 39 años no tienen la certeza de dónde se encuentran enterrados los restos de sus seres queridos y siguen sin cerrar el proceso de duelo.
«Es un dolor que vamos a llevar siempre en nuestros corazones y esto nos va a ayudar espiritualmente a cerrar un círculo, un duelo que no pudimos concluir«, dijo en diálogo con Télam Elsa Beatriz Cremona, esposa del cabo primero -post mortem- de Gendarmería Carlos Misael Pereyra, uno de los 649 caídos argentinos en la guerra de Malvinas.
Carlos iba a bordo del helicóptero Puma que cayó el 30 de mayo de 1982 en la batalla de Monte Kent, derribado por las tropas británicas en plena guerra de Malvinas. La aeronave llevaba muchos explosivos, cayó incendiada y seis militares argentinos del Escuadrón Alacrán murieron en la explosión posterior, entre ellos Carlos.
Tres meses después, en un operativo a cargo del coronel británico Geoffrey Cardoso, las fuerzas inglesas recogieron los cuerpos de los caídos argentinos y los enterraron en un descampado en la isla Soledad, que luego se convertiría en el cementerio de Darwin.
Entre muchos otros, Cardoso recogió los restos humanos alrededor del helicóptero caído que –según creyó en ese momento- correspondían a cuatro soldados, entre los cuales sólo pudo identificar, por su placa, al subalférez Ricardo Julio Sánchez, y los enterró en una tumba común en Darwin, la denominada actualmente como C 1 10.
Treinta y nueve años después, un equipo de expertos forenses del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) -por pedido de los gobiernos de Argentina y el Reino Unido- exhumó esta semana esa tumba colectiva y determinó que los restos enterrados en ella corresponden a cinco cuerpos y no a cuatro como se pensaba originalmente.
Actualmente, esa tumba cuenta con una lápida con cuatro nombres: la del identificado Sánchez y tres nombres más –Héctor Aguirre, Luis Sevilla y Mario Luna-, que no son los caídos en el helicóptero de la Gendarmería, sino soldados de la Fuerza Aérea que murieron a 80 kilómetros de ese incidente. Cuando se realizaron hace cuatro años los primeros trabajos forenses de identificación en Darwin, los restos de esos tres soldados de la Fuerza Aérea fueron localizados en otras tumbas anónimas, que permanecían con la leyenda «Soldado conocido por Dios».
«Estamos ansiosos, con fe de que todo va a salir bien. Presuntamente los restos de Carlos se cree que están allí, pero tenemos que esperar los resultados de ADN«, dice Elsa, de 65 años, desde la ciudad entrerriana de Concepción del Uruguay.
En 1982, Carlos Pereyra tenía 25 años y se convirtió en uno de los 42 efectivos de Gendarmería que fueron convocados a la guerra de Malvinas. Para entonces, luego de haber estado destinado en Corrientes y Córdoba, se encontraba en el escuadrón 36 de Esquel, Chubut, viviendo en esa ciudad junto a su esposa Elsa y sus hijos Verónica, de 5 años, y Marcos, de 4.
Cuando se fue a la guerra, en el vientre de Elsa ya llevaba dos meses de gestación Carlos, quien nació en diciembre de 1982 sin conocer a su papá. Justamente fue él quien aportó su muestra de sangre al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) para que ahora los restos de su padre puedan ser identificados y su familia pueda concluir el duelo en paz.
«Siempre llevamos a Carlos en nuestro corazón, pero nos falta eso de saber dónde está exactamente enterrado. Es muy importante y necesario saber si está ahí y lo seguiremos esperando. Estamos muy ilusionados de que esto se concrete«, relata Elsa muy emocionada.
Elsa estuvo en Malvinas dos veces: en el primer viaje de familiares, que se realizó en 1991, viajó a las islas junto a sus tres hijos de 13, 12 y 7 años en ese momento; y luego en el 2009, cuando llevó una imagen de la Virgen de Lujan para entronizar en el cementerio.
«Aquel primer viaje de 1991 fue muy estricto. Teníamos que entregar las cámaras de foto y recién nos las devolvían en el cementerio. En el 2009 llevamos rosarios de plástico y como el nombre de Carlos no estaba en ningún lado los pusimos en las tumbas que decían ‘Soldado argentino solo conocido por Dios'», recuerda Elsa.
La semana próxima, las muestras de los cinco cuerpos que fueron exhumados estos días, serán llevados en un vuelo privado desde las islas Malvinas al laboratorio que el EAAF posee en la ciudad de Córdoba, para ser analizados y comparados con las muestras de ADN de los familiares, allí resguardadas.
Así lo informó esta semana, en una conferencia de prensa virtual desde las islas Malvinas, el jefe del proyecto humanitario del CICR que comenzó en Darwin, Laurent Corbaz; y el titular de la Unidad Forense del CICR, el argentino Luis Fondebrider.
Los trabajos de campo se desarrollan cuatro años después del primer proyecto, que permitió identificar a 115 soldados argentinos gracias a las muestras de sangre aportadas por sus familiares, luego de haberse exhumado 122 cuerpos de 121 sepulturas.
Si las condiciones climáticas en las islas lo permiten, Fondebrider llevará las muestras el próximo jueves 26 al laboratorio de Córdoba en un vuelo privado -provisto por el empresario Eduardo Eurnekian-, que desde años trabaja junto a los familiares de los caídos.
En Córdoba, se realizarán los procesamientos y cruzamientos de información entre los perfiles genéticos de las muestras y las aportadas por familiares en el proceso de 2017, en un trámite que podría extenderse durante dos o tres semanas.
Mientras tanto, la familia de Carlos Misael Pereyra y los otros caídos de Gendarmería en el helicóptero -el primer alférez Ricardo Julio Sánchez, el subalférez Guillermo Nasif, los cabos primeros Marciano Verón y Víctor Samuel Guerrero y el gendarme Juan Carlos Treppo- aguardan con la ansiedad de saber que tal vez, 39 años después de la guerra, podrán sanar heridas y cerrar el duelo.