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Historia de vida: Alejandro es cartonero, recibió ayuda y salió de la calle


A los 9 años escapó de su casa, pasó por diferentes instituciones y hoy, con 31 cumplidos y una vida encaminada, asegura que se puede salir adelante

Alejandro tiene 31 años. Junto a Silvina, su compañera, son recuperadores urbanos y trabajan de recolectar diariamente cartón. Antes vivían en situación de calle, hoy alquilan una habitación que comparten con Gina, su perrita, y lograron dar un giro en sus vidas gracias a su fuerza de voluntad y con el acompañamiento del municipio están en un camino de superación hacia una vida mejor.

Cuando comenzaron las entrevistas para poner en funcionamiento el Centro Municipal de Recuperadores Urbanos, ubicado en Montevideo 2880, Alejandro y Silvina vivían en situación de calle. Ellos se conocieron por Facebook mientras Alejandro permanecía en la cárcel de Coronda y una vez que se encontraron no se separaron más. Juntos empezaron a «tirar del carro» o de la carreta todos los días de la semana con una jornada laboral de 10 o 12 horas, y ese es el medio de vida que les permitió salir de la situación de calle y querer seguir mejorando cada día.

En abril de este año, en sus recorridas por el barrio donde está emplazado el Centro Único de Acopio, a través de las entrevistas que realizaron los y las trabajadoras municipales conocieron a Antonio Lugo, coordinador del espacio. Gracias a ese primer encuentro, Alejandro y Silvina establecieron un vínculo de solidaridad y comenzaron a asistir al lugar que aún se encontraba en formación para bañarse y poder comer algo caliente antes de salir a cartonear de nuevo. Antonio los acompañó en ese proceso de buscar una salida a la situación de calle y lograron alquilar hace muy poco una habitación que hoy es su hogar.

«Nosotros salimos todos los días a cartonear, de lunes a lunes, yo llevo la carreta y ella va revisando los volquetes. Tomamos unos mates en casa, vemos el noticiero de la mañana y salimos tipo 8.30, todos los días y volvemos a la tarde para poder llenar un bolsón. A veces llevamos los chiquitos de 50 kg y otras unos que son más grande que nosotros y los llenamos. Un par de veces hicimos 150 kg y después buscamos precios y se los llevamos a mayoristas. Dentro de todo nos las rebuscamos, es un trabajo».

Alejandro vivió en la calle desde los 9 años y pasó por distintas instancias penitenciarias. Cuenta que en julio de 2020 salió de Coronda con la firme decisión de cambiar su vida y gracias a su compañera y a las personas que lo han ido ayudando, siente que lo está logrando.

A pesar de no haber terminado la escuela primaria sueña con hacer algún curso con salida laboral. «Sé algunos oficios, hacer varias cosas, sé hacer pozos para baños, pasar cables para la electricidad, el día de mañana me gustaría tener un trabajo y dejar de cartonear, dejar la carreta a un lado. El día de mañana me gustaría tener la carreta durmiendo en la terraza y mirarla a Silvina y decirle: ‘¿Te acordás gorda cuando íbamos a cartonear?’”, se ilusiona.

«Yo pienso que toda la gente de la calle puede salir adelante. Nosotros teníamos en la cabeza la idea pero Antonio nos dio una mano bárbara, pudimos empezar a alquilar una pieza, no teníamos nada y ahora tenemos un hogar, somos nosotros dos y nuestra perrita Gina que nos regalaron hace poco y ya es parte de la familia», cuenta con satisfacción.

“Se puede salir de la calle”

Alejandro cuenta que nació en Rosario pero toda su familia es de Beltrán, Capitán Bermúdez y Granadero Baigorria. Cuando a los 8 años su mamá lo abandonó quedó al cuidado de su abuela e ingresó al Hogar Escuela de Baigorria donde permanecía como pupilo de lunes a viernes. A los 9 años se escapó por primera vez y desde allí estuvo alojado en diferentes centros para menores hasta que también huyó y comenzó a vivir en la calle.

“Me crie en la calle, siempre estuve por Pellegrini, cuidaba autos, me crié con el que cuidaba autos, a veces me llevaba a dormir a la casa», recuerda y añade que durante muchos años tapó sus problemas con los consumos problemáticos: “Era una mentira, me estaba engañando a mí mismo, me estaba encerrando. Ahora lo pude ver».

Durante su estadía en Coronda aprendió oficios y trabajó dentro del predio, luego el gran cambio de su vida llegó con Silvina. Con ella comenzó a cartonear y se dieron cuenta que con el dinero que ganaban podía alquilar una habitación y dejar de dormir en la calle. «Ahora estamos bien, comemos bien, tenemos la ropita limpita, nos podemos bañar todos los días. Ahora tenemos una casa, estamos limpios, colgamos la ropa en la terraza y tenemos una vida distinta. A muchos amigos yo les digo que se puede salir de la calle. Así es la vida, todo se puede, ahora tenemos que ir por más».

Hoy, Alejandro tiene claras sus prioridades: «Por más que nosotros estemos abajo de un techo no nos olvidamos de cuando estábamos en la calle. No queremos volver más ahí. Ya que se nos abrió esta puerta, capaz que más adelante podemos estar en un lugar mejor».

El trabajo de las y los recuperadores urbanos

Antonio Lugo, coordinador del Programa de Recuperadores Urbanos comentó que el municipio busca reivindicar la tarea del recuperador urbano y concientizar al resto de la sociedad de que esto es un trabajo.

«Cada uno de los cartoneros y cartoneras que se acercan acá tienen capacidades y virtudes y es nuestra tarea descubrirlas y potenciarlas. Tenemos un gran compromiso con ellos que es la inserción escolar, la capacitación permanente y la búsqueda de un trabajo formal», detalló.

Programa para recuperadoras y recuperadores urbanos

En Rosario, solo en el radio céntrico hay 605 recuperadores que se dedican a recolectar cartón o papel, el 82 % tiene menos de 40 años y de estas personas 76,9% son hombres y el 23,1 % son mujeres, articulados alrededor de nueve grandes puntos de acopio que centralizan la producción. En este marco, el municipio puso en funcionamiento del Centro Único de Acopio a cargo de la Dirección de Economía Popular.

Los recuperadores y recuperadoras de la ciudad disponen y separan los residuos recolectados para su posterior reciclado en este establecimiento. Es, además, un espacio de referencia para mejorar la calidad de vida de las familias de recuperadores mediante la organización de un circuito productivo más seguro, democratizando el acceso al espacio público de trabajo y promoviendo su inclusión social, cultural y económica.