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¿Hay bacterias en nuestro cerebro?


La flora bacteriana es común en sistemas enteros del cuerpo humano, como es el caso del aparato digestivo. Esto nos hace plantearnos si existen bacterias en otros lugares, como el cerebro

Las bacterias son una parte esencial para el correcto funcionamiento de nuestro organismo. Habitan en muchos espacios del cuerpo: desde la boca a los genitales, pasando por todo el tracto digestivo e, incluso, recubriendo la piel. Pero ¿hay bacterias en nuestro cerebro?

Es normal que nos preguntemos hasta dónde llega el alcance de estas colonias de microorganismos en el cuerpo. ¿Existen bacterias en lugares tan recónditos como nuestro cerebro?

La flora microbiana

En primer lugar, es necesario asentar un poco el concepto de flora microbiana. ¿Qué es? ¿De qué está formada? ¿Dónde se encuentra?

La flora o microbiota está compuesta por una serie de microorganismos que se localizan de manera normal en distintos sitios de los cuerpos de los seres vivos pluricelulares.

Los componentes de la microbiota presentan una relación simbiótica con el organismo en el que habitan. Es decir, ambos obtienen beneficios fisiológicos.

La clave de esta definición se encuentra en la palabra ‘normal’. Una bacteria que genera una afección no debería formar parte de la flora típica del individuo. En caso de que fuera así, no generaría un cuadro clínico.

Sin embargo, es posible que una bacteria común descontrolada genere una patología. Su concentración atípica es la que la caracterizaría como anormal en un momento dado.

Una vez delimitado el término de lo que es una flora bacteriana normal y lo que no, entremos de lleno en el tema a tratar.

La presencia de bacterias no siempre es positiva

Con el dominio bacteriano en aparatos tan importantes como el digestivo en humanos, es común preguntarse si otros sistemas, como el nervioso, se ven ayudados por estos microorganismos. La respuesta es clara y concisa: no. Es más, si una persona presenta bacterias en su cerebro, se encuentra en grave peligro.

A continuación te mostramos una patología asociada a la presencia de estos microorganismos en el sistema nervioso que ejemplifica perfectamente por qué no tienen que estar allí.

Meningitis bacteriana aguda

El encéfalo, formado por el cerebro, el cerebelo y el bulbo cefalorraquídeo, presenta tres capas de tejido denominadas meninges:

  • Duramadre: es la capa externa.
  • Aracnoides: capa media.
  • Piamadre: capa interna.

Entre el aracnoides y la piamadre se encuentra un espacio por el que fluye el líquido cefalorraquídeo. La meningitis bacteriana aguda sucede cuando determinadas bacterias infectan tanto los tejidos como este líquido, causando una severa inflamación en el paciente.

El sistema inmune detecta unos microorganismos que no tienen que estar allí y manda a los anticuerpos a erradicarlos, provocando una inflamación general.

Según el Manual Merck de salud, la sintomatología de esta enfermedad se presenta de varias formas:

Los niños mayores y los adultos desarrollan una rigidez de nuca que hace difícil o imposible bajar la barbilla hasta el pecho.
Este síntoma característico va acompañado de cefaleas y fiebre alta.
Si se llegan a inflamar por infección los nervios craneales, el paciente puede llegar a experimentar visión doble, sordera y otras patologías asociadas a los sentidos.
Pero no todo son malas noticias. Existen vacunas que reducen el riesgo de sufrir esta enfermedad. Además, si es detectada a tiempo, el uso de antibióticos tiene un pronóstico generalmente positivo.

¿Cómo llegan las bacterias al cerebro?

La ruta de entrada de bacterias a nuestro sistema cerebral puede tener lugar de distintas formas, como también recoge el Manual Merck nombrado anteriormente:

La bacteria puede propagarse desde el sistema sanguíneo hasta el cerebro tras multiplicarse éxitosamente en cualquier otro órgano.
Una herida penetrante en el cráneo, aunque poco común, también puede permitir la entrada de bacterias a un medio que no les corresponde.
Una intervención quirúrgica en el cerebro o la médula espinal debilita estos sistemas, facilitando también la presencia de agentes patógenos.
Así pues, vemos que los factores de riesgo están claros. Cuanto más se exponga el órgano en cuestión, más fácil será que entren agentes no deseados.

Bacterias en nuestro cerebro: ¿hay que alarmarse?
A pesar de todo, no hay que alarmarse en exceso por patologías de este tipo. En general, las personas más susceptibles son los recién nacidos o los ancianos, pues un crecimiento bacteriano descontrolado suele ir ligado a un sistema inmune debilitado.

Además, como ya se ha dicho anteriormente, existen tratamientos eficaces con antibióticos que suelen tener un pronóstico positivo. Así mismo, las vacunas evitan la aparición de estas patologías, sobre todo en recién nacidos.

La clave se encuentra en una prevención y un diagnóstico temprano. Si sospechas que tienes una infección bacteriana, no dudes en acudir al médico; esto evitará su crecimiento descontrolado en lugares no deseados.

Fuente: mejorsalud.com