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Por Diego Añaños

¿Haciendo lo que hay que hacer?


Foto: Juan José García

 

Por Diego Añaños

La agenda de la semana que pasó estuvo signada por el debate presidencial. Más allá de lo rígido del formato, que no permite el intercambio cara a cara entre los candidatos, no quedan dudas de que vale la pena hacer algunas consideraciones.

En primer lugar, las opciones de centro (izquierda y derecha) se llevan más del 90% de los votos. Digamos, Alberto Fernández y Roberto Lavagna, por un lado, y Mauricio Macri y José Luis Espert, por el otro, están en la misma sintonía en lo que a programas económicos se refiere. Nicolás del Caño y Juan José Gómez Centurión representan expresiones absolutamente marginales, no sólo en lo electoral, sino también dentro del universo del debate económico moderno. Por lo tanto, es importante destacar, que el fragor del debate no debería distraer nuestra atención.  Se trata de discutir modelos, no personas.

Macri y Espert representan un modelo que no garantiza el mejoramiento de la calidad de vida de la gente, ni el desarrollo pleno de la economía, ni la independencia económica, si es que la consideramos como un valor. Y vale la pena aclarar, independencia no significa aislamiento, sino protección de los intereses nacionales por sobre los intereses extranjeros. Vuelvo, no es cuestión de nombres, lo que no funciona es el modelo.

No funcionó con Macri, pero tampoco funcionó con Martínez de Hoz, con Menem ni con De la Rúa. Digo, porque algún distraído podría llegar a pensar que hubo problemas de implementación, de capacidades de gestión, o que las circunstancias internas o externas ocluyeron la posibilidad de desarrollo del programa. Si esto fuera así, en cuatro años, en ocho o en doce, alguien podría intentar nuevamente convencernos de que ahora «Sí, se puede».

Paralelamente, la agenda económica sigue su curso. Lacunza y Sandleris estuvieron dos días en Washington para reunirse con los equipos del Fondo. El viaje incluyó una reunión con la nueva directora gerente, Kristalina Georgieva y el representante de los EE.UU., el número dos del organismo, el norteamericano David Lipton. El objetivo fue continuar las conversaciones por el stand-by otorgado a la Argentina, sin embargo cada vez parece quedar más claro que el desembolso de U$S5.400 millones está cada vez más lejos de llegar durante la gestión de Mauricio Macri.

Dos referentes de Alberto Fernández, Guillermo Nielsen y Emanuel Alvarez Agis, también estuvieron en Washington por estos días, tratando de no elevar el perfil, pero participando activamente del proceso de negociación. El Fondo sigue sosteniendo oficialmente el acompañamiento a la Argentina, pero está claro que ya cambiaron de interlocutores, y lo de los funcionarios de Cambiemos es, a esta altura, una mera formalidad.

El Indec, por su parte, dio a conocer la evolución del índice general de precios del mes de septiembre, que se ubicó en 5,9%., en una demostración palmaria de que el equipo económico viene perdiendo por goleada en la lucha contra la inflación. El 2018 fue el año de la peor devaluación desde 2002 y de los tres presidentes del BCRA: Sturzenegger, luego el Maradona de las Finanzas, Luis Caputo, y luego Guido Sandleris (si, el mismo que dijo que lo peor ya pasó y que 2018 iba a ser un año aún mejor que 2017). La inflación fue del 47,6%. Ya transcurrió más de un año desde la asunción de Sandleris y su dura política de restricción monetaria. Los resultados están a la vista: el presidente Macri llega a las elecciones con una inflación desbocada, la más alta del año, e incluso mayor a la proyectada a inicios de su gestión para todo 2019. Un dato a tener en cuenta es que los técnicos del FMI, luego de la tercera revisión del acuerdo, en febrero de éste año, estimaban la inflación anual 2019 en alrededor de un 30%, algo así como la mitad de lo que finalmente será. Hoy las proyecciones de la mayoría de las consultoras la ubican por encima del 55%.

Lo terrible, además, es que la inflación consignada se da en el medio de un contexto profundamente recesivo. Según el FMI, la economía caerá éste año un 3,1%, dos décimas por encima de las expectativas de los principales analistas locales e internacionales relevadas en el último Relevamiento de Expectativas de Mercado del BCRA, y un 500% más alta de la prevista por el presupuesto 2019. Vale decir, también, que es más del doble de la caída prevista por el organismo a mediados de julio, cuando pronosticaba una caída del producto de 1,3%. Según Georgieva las cosas venían funcionando hasta las PASO y ahí se complicaron. Vale el argumento para el público no especializado, pero hasta un estudiante de 1° año de Económicas sabe que no es posible que las variables económicas relevantes se muevan a esa velocidad: ni para mejorar ni para empeorar. En todo caso, todavía resta explicar por qué 2018 fue un pésimo año, luego de un 2017 relativamente bueno, si no existía incertidumbre política.

Pareciera inconcebible, pero tanto el gobierno de Mauricio Macri como el FMI siguen apelando a antiguas soluciones para viejos problemas. Soluciones, por otro lado, que ya han demostrado su incapacidad de resolver los problemas que enfrentaban, no sólo en Argentina, sino en todo el mundo. La solución para la inflación parecía ser la restricción monetaria, y la garantía del crecimiento parecía ser la integración al Mundo. Macri debería explicar por qué, haciendo lo que hay que hacer, esto es, con ahorque monetario e integrados al mundo, el desempeño económico se parezca mucho más a la temida Venezuela que a cualquier otro país del mundo.