Deportes
Opinión

Fernando Gago, del dolor al adelante siempre


El ex jugador de Boca y actual entrenador de Aldosivi es un caso de caída e incorporación, de resiliencia, pero también un testimonio, un cuadro que invita a la reflexión en medio de tantas vanas acciones humanas

La vida es un milagro, un soplo maravilloso, pero también suele ser implacable, inexplicablemente cruel para el finito y limitado conocimiento humano. Abundan los seres que de pronto, y sin aguardarlo, impensadamente, reciben el extraordinario mazazo del destino. Es lo que le ocurrió al ex jugador de Boca y actual técnico de Aldosivi cuando en pleno partido de su equipo ante Racing le informaron que su hermano, aún joven, de 48 años, había sufrido un ACV y debió ser internado. La noticia tuvo pocos minutos después un final dramático: había muerto.

No es la primera vez que este talentoso deportista afronta situaciones que lo golpean sin misericordia. En el año 2005, su papá, Héctor, también había tenido un ACV y aquel joven de 19 años que prometía grandes logros en el deporte se encontraba entrenando con la Selección Sub 20, que luego se consagraría en el Mundial del 2005 en Holanda. Meses más tarde el papá tuvo una recaída y falleció. Como una saña premonitoria del destino, Fernando se enteró de la muerte de su padre horas antes de un partido entre Boca y Racing.

 

El caso de Fernando es, y debe decirse, un caso de caída e incorporación, de resiliencia, pero también un testimonio, un cuadro que invita a la reflexión en medio de tantas vanas y fútiles acciones que en lo cotidiano cultivamos los seres humanos sin comprender que no revisten ninguna importancia, que incluso nos arrastran al abismo donde la nada es el único sentido (si es que puede decirse que la nada tenga un sentido).

Tiempo después de la enfermedad de su papá Gago diría que «en ciertos momentos sufrí más por lo que me llegaba o lo que le llegaba a mi mamá o a mis hermanos. La vi a mi mamá llorar por comentarios que hicieron. Cuando mi papá estuvo 22 días internado, yo no falté ni a un entrenamiento ni a un partido, pero sí bajé mi nivel porque no dormía: estaba al lado de la camilla hasta las cuatro de la mañana y dormía una hora tirado en un sillón. Lo hacía porque tomé al fútbol como un trabajo y era lo que mi papá quería que hiciera. Mi papá falleció a las 4.30 de la mañana de un domingo y 16.30 jugamos con Racing». Fue una forma de homenajear a ese hombre que tenía en su hijo puesta todas las esperanzas.

Lo de Gago es un ejemplo de tesón, de recuperación, pero como se expresó anteriormente, un cuadro que invita a reflexionar, que nos dice que hay circunstancias a las que adjudicamos importancia, pero que no valen nuestra pena.  Es también el reflejo del “adelante siempre”, porque de seguro pronto estará sobre el césped, haciendo lo que ama, honrando la memoria de su padre y de su hermano como sabe hacerlo, como debe hacerlo.