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Fangio: su victoria más recordada, los accidentes más duros y el secuestro en Cuba


El piloto argentino vivió momentos inolvidables a lo largo de vida. Este jueves 24 de junio hubiese cumplido 110 años

Fangio y su victoria más recordada

El 4 de agosto de 1957, luego de batir diez veces el récord del circuito, Juan Manuel Fangio protagonizó la carrera más «alocada» de su vida y se adjudicó el triunfo en Nürburgring, Alemania.

El oriundo de Balcarce, de quien mañana se cumplirá el aniversario 110 de nacimiento, se detuvo en boxes para cambiar neumáticos y demoró más de lo esperado. Pero el ‘Chueco’ recuperó la desventaja y llegó primero a la bandera a cuadros con su Maserati 250F.

Ese infierno de Nürburgring, de 22 kilómetros de extensión y 176 curvas, le dieron a Fangio la posibilidad de plantear una estrategia. El argentino pretendía sacarle 30 segundos de diferencia a sus rivales directos, los británicos Peter Collins y Mike Hawthorn, ambos con sendas Ferrari.

El balcarceño había entrenado a sus mecánicos para cambiar las cubiertas en 30 segundos, pero cuando promediaba la competencia, tuvo que ingresar a boxes, con una ventaja de 29 segundos sobre las Ferrari.

Los mecánicos no tuvieron una jornada feliz y realizaron el recambio de gomas en casi un minuto.

«Pensé en ese momento que tenía la carrera perdida definitivamente, y volví a la pista algo desilusionado. Pero me juré a mi mismo que intentaría ganar», contó oportunamente Fangio.

Con un automóvil con neumáticos nuevos y tanques llenos, Fangio comprobó que Hawthorn y Collins le extraían mayores diferencias. La solución consistía, entonces, en asumir riesgos y hacer ‘volar’ a la máquina en los lomos de asfalto para recorrer como una bola roja los caracoles y toboganes del ‘anillo embrujado’, tal como le decían a Nürburgring.

Los ocasionales testigos dieron cuenta de que Fangio utilizaba la cuarta velocidad en sitios en los que se debía usar tercera y esa marcha a fondo, en algunos virajes de segunda. Así fue descontando la ventaja.

«Yo tenía un sitio donde recuperaba bastante y era un salto en el kilómetro 12. Ahí frenábamos y aún así el auto volaba como 50 metros. Decidí entrar a fondo y el auto cayó a medio milímetro del alambre. Como me salió bien, lo seguí repitiendo. Ese día hice lo que nunca había hecho: di espectáculo», relató el quíntuple campeón mundial.

El piloto bonaerense batió el récord de vuelta con 9m. 17s. 4/10 y se acercó a las dos Ferrari. Aunque el ‘Chueco’ intuía que perseguía a una sola, con la ilusión de ganar la carrera y alcanzar el quinto título de su cosecha.

En la trepada de Adenau (sector emblemático de Nürburgring), vio llegar a lo lejos a las dos Ferrari y, aunque le pareció una insolencia, Fangio pasó por el centro de dos curvas a ambos pilotos ingleses, a falta de una vuelta y media, cuando restaban solamente 7 kilómetros para la meta.

El bonaerense alcanzó así una verdadera hazaña, logro que fue reconocido tanto por Hawthorn como Collins, quienes lo abrazaron como caballeros una vez que las máquinas ingresaban al parque de boxes.

La escena final corrió por cuenta del germano Karl Kling, compañero del balcarceño. El piloto al que apodaban ‘Zorro plateado’ ingresó a la habitación en la que se hospedaba el ‘Chueco’ y, sin pronunciar palabra, se arrodilló y le hizo una reverencia al ganador, para luego alejarse en silencio.

Los dos accidentes que pusieron a Fangio muy cerca de la muerte

La muerte, ese fantasma con el que ningún piloto quiere toparse, acorraló por dos veces a Juan Manuel Fangio en sendas carreras, en diferentes categorías y distintas latitudes.

La primera de ellas se dio en ruta, en la tradicional prueba Buenos Aires-Caracas 1948, con un Turismo Carretera, en la que falleció su acompañante, el mendocino Daniel Urrutia.

La segunda vez ocurrió, ya en Fórmula 1, en Monza 1952, cuando se despistó con su Maserati y estuvo inactivo por seis meses.

«No corras, vos tenés una linda familia, y no te conviene correr», fue el consejo que le dispensó el balcarceño Fangio a Urrutia, quien se había afincado en la ciudad bonaerense de Mercedes, antes de partir a la aventura de la expedición Buenos Aires-Caracas, 1948.

Premonitoriamente, Toto Fangio, preparador de la cupé, construyó en su taller una especie de «jaula antivuelco» para proteger a los tripulantes, e instaló un arco de caño de acero que pasaba por arriba de las cabezas de ambos y otros «largueros» para resguardarlos ante cualquier accidente.

El 20 de octubre de 1948, desde la sede central del ACA de la Avenida Del Libertador al 1800, se lanzó el contingente de vehículos que participaban en la competencia continental.

La carrera ofreció un duelo entre Fangio-Urrutia y Óscar Gálvez-Herrero, ya que los primeros habían logrado ganar la quinta etapa, La Paz-Arequipa, del Gran Premio Internacional del Norte.

En la etapa Arequipa-Lima, Fangio sufrió la pérdida de una rueda de su Chevrolet, lo que implicó un retraso hasta la decimotercera posición. Entonces, los pilotos casi ni durmieron para reparar el auto y salir hacia el siguiente tramo entre Lima y Tumbes, en territorio peruano.

Durante la mañana del 29 de octubre, después de haber trabajado en la noche anterior, el oriundo de Balcarce no estaba en las condiciones físicas ideales. Es que la inminencia de un golpe militar en Perú hacia el Gobierno de José Luis Bustamante y Rivero había acelerado los tiempos de la prueba.

En plena marcha, el reflejo de las luces del automóvil de Oscar Gálvez cuando estaba amaneciendo le complicó la visión a un Fangio cansado y que debía someterse a esfuerzos sobrehumanos para no cerrar sus ojos.

Al cruzar el pueblo de Huanchaco, unos 50 kilómetros después de la ciudad de Trujillo, el «Chueco»‘ se agarró fuerte del volante para no encandilarse con las luces y sufrió uno de los escasos accidentes de su carrera.

El balcarceño no apreció bien una curva a la izquierda, se despistó de la ruta a unos 140 kilómetros por hora y el automóvil dio tumbos por el talud de tierra. Las puertas se abrieron y Urrutia salió despedido fuera del coche

Fangio se salvó de milagro porque su pie quedó aprisionado entre los pedales, dentro de la cabina y encajado en la primitiva jaula antivuelco que había diseñado su hermano Toto.

Óscar Gálvez, quien venía 100 metros detrás, advirtió el accidente, pero se salió de la ruta por la cuneta opuesta. El ‘Aguilucho’ paró a ayudar a Fangio, para que pueda abandonar el Chevrolet. Una vez cumplimentada esa tarea, el otrora multicampeón del TC siguió la competencia, tras reparar una rueda reventada.

Finalmente, el juninense Eusebio Marcilla se detuvo y llevó a los heridos al hospital de Chicama, aunque luego concretó un verdadero ‘carrerón’ para terminar segundo en Caracas, detrás del ganador Domingo Marimón.

Fangio quedó herido en el rostro y las piernas, siendo cuidado por Manuel Montes (piloto de Chevrolet). Urrutia no tuvo tanta suerte: ingresó con fractura de cráneo y falleció en el citado centro asistencial.

El segundo accidente se dio años después en Italia. «Llegué al autódromo (Monza) a las 14; a las 14.30 estaba corriendo y a las 15 estaba en el hospital», resumió Fangio en su percance en la curva de Lesmo del tradicional autódromo italiano, mientras corría para la Fórmula 2 un domingo 8 de junio de 1952

«Suerte que tenía el casco», reveló Fangio en su lecho del hospital. Todo ocurrió porque el balcarceño había pasado un ajetreado fin de semana, ya que un día antes compitió en Belfast, con una unidad BRM.

La competencia no otorgaba puntos. El argentino tenía previsto viajar en avión hacia Italia, desde París. Pero un inconveniente en conexiones aéreas hicieron desistir de ese plan y tuvo que manejar 900 kilómetros para llegar a Monza

«Cometí una inconsciencia, porque jamás hay que manejar cansado», repetía sistemáticamente el quíntuple campeón de la Fórmula 1.

Los testigos presenciales del accidente revelaron que Fangio salió despedido «como 20 metros del auto» y fue conducido al centro asistencial «en un camión antes de que llegara una ambulancia porque no podía esperarse tanto tiempo».

El «Chueco» fue acostado en una cama; se le puso una pesa para traccionar las vértebras cervicales y fue dejado así, boca arriba, durante seis días, hasta que finalmente le pudieron sacar una radiografía.

Cuando los médicos hicieron las placas descubrieron que el balcarceño acusaba, todavía, una lesión de aquel primer accidente en la Buenos Aires-Caracas casi cuatro años antes.

El día que secuestraron a Fangio en Cuba

Un 23 de febrero de 1958 quedó grabado en la memoria colectiva de la Argentina como el día que secuestraron al quíntuple campeón mundial de Fórmula 1, Juan Manuel Fangio, que se aprestaba a iniciar una nueva temporada en la máxima categoría, ya muy cerca del retiro.

Ocurrió en La Habana, capital de Cuba, a partir de una acción de ‘demostración de poder’ del movimiento denominado ’26 de Julio’, que respondía a Fidel Castro y que se oponía a la dictadura de Fulgencio Batista.

El balcarceño había arribado a la isla con la intención de comenzar la preparación para el Gran Premio de Cuba, una competencia de velocidad que era toda una novedad por aquellos días.

«Disculpe señor Fangio, pero me va a tener que acompañar» le dijo un joven apuntándolo, con una pistola Luger ante la mirada atónita de los amigos del balcarceño que charlaban en forma distendida en el lobby del Hotel Lincoln.

Fangio, con calma pueblerina, vio nervioso a su interlocutor y accedió a su pedido. El secuestrador le solicitó a los amigos del campeón que no salieran del lugar porque había otros componentes del «Movimiento (26 de Julio) con ametralladoras» relató Fangio tiempo después.

El automovilista fue conducido a una casa en la que una mujer con un niño ocupaba una habitación, mientras en otra había un hombre malherido.

«Le puedo pedir un autógrafo para mi hijo, pero póngale la fecha por favor», le dijo la mujer tímidamente a Fangio.

Sin vendarle los ojos, los secuestradores llevaron a Fangio a otra casa de la ciudad, en donde vivían varias mujeres, entre ellas, una anciana.

«Feliciten al que lo hizo» dijo un distendido Fangio, y solicitó que «al menos, déjenme comer». La anciana le ofreció patatas fritas y todos comieron en el patio. Los titulares de diarios del día posterior reflejaban el secuestro, con gran centimetraje.

El jefe del operativo resultó ser un tal Faustino Pérez, luego en el tiempo Ministro de Fidel Castro. Los secuestradores temían que los hombres de Batista mataran al ‘Chueco’ para luego incriminarlos a ellos. Por eso se permitió una conversación con el entonces embajador argentino en la isla.

Se fijó entonces un encuentro con el embajador Ernesto Guevara Lynch y a la medianoche hubo cónclave en un departamento. Lo primero que pidió Fangio fue que se diera aviso a las agencias de noticias porque lo preocupaba «lo que pudiera hacer Batista» con su situación.

El quíntuple campeón recuperó la libertad en 27 horas y reconoció, más tarde: «Por suerte, no participé de la carrera en donde hubo un accidente y murieron seis personas, con más de 40 heridos».

«Al final, los secuestradores me salvaron la vida», se jactó Fangio, quien resolvió retirarse de la actividad poco tiempo después en la ciudad francesa Reims, a los 47 años.