Opinión

Embarazos precoces

Explosión demográfica en Mozambique


Por Béatrice Debut

En la pequeña maternidad de Murrupelane esa mañana nacieron dos niños. Envueltos en llamativas telas, buscan el pecho de sus respectivas madres, dos adolescentes de 16 años, ya casadas pero aún novatas a la hora de amamantar. 

Mozambique cuenta con una de las tasas más altas del mundo de matrimonios y embarazos precoces, una de las principales causas de la demografía galopante de ese país empobrecido de África austral. 

La población del país, que en 1992 salió de una larga guerra, aumentó un 40% entre 1997 y 2017, hasta los 29 millones de habitantes. 

«Mis padres quisieron casarme», explica Julia Alfonso, una de las madres primerizas de la clínica de Murrupelane, un pueblo del norte de Mozambique. «Recibieron 1.500 meticales (22 euros)» de dote, añade, con un hilo de voz. 

Como Julia, una mozambiqueña de cada dos (el 48,2%) se casa antes de los 18 años. Un terreno fértil para los embarazos precoces, pues el 46,4% de las adolescentes de entre 15 y 19 años están embarazadas o tienen al menos un hijo. 

Estos matrimonios y embarazos «empobrecen a la comunidad», constata el imponente Wazir Abacar, jefe del pueblo. 

Los jóvenes padres «no pueden alimentar a sus hijos, las madres dejan la escuela», explica. Resultado: el 58% de las mozambiqueñas son analfabetas. 

«Algunas también se acuestan con hombres para comprarse ropa. 

Les encanta la ropa», añade Wazir Abacar. «Los hombres no quieren ponerse el preservativo para tener más sensaciones. Al final, las chicas se acuestan para ser menos pobres y se produce lo contrario». 

Embarazada a los 12 años

Ema Nelmane lo ha pagado caro. Con 13 años, sentada en una estera en el patio de la casa de su abuela, le da el pecho a su pequeño Ismail, de siete meses. 

Cedió a las insinuaciones de un hombre al que conoció en el mercado que le pagó 200 meticales (3 euros) a cambio de su primera relación sexual. «Vio en ello la oportunidad de comprarse los mismos zapatos que sus amigas», intenta explicar su abuela, Ema Chata, que vive con ella. 

«No sabía que te podías quedar embarazada haciendo el amor», asegura Ema. «Hacía cuatro meses que no me venía la regla y hablé con mi abuela». 

Esta última descartó denunciar una violación «para no avergonzar todavía más al padre», desaparecido desde entonces. 

En Mozambique, como en muchos países en vías de desarrollo, las mujeres se quedan embarazadas muy jóvenes «por falta de educación» y «los padres ven en su prole una seguridad de estarán atendidos cuando se hagan viejos», explica el demógrafo Carlos Arnaldo. 

Mitos

De un tiempo a esta parte, el gobierno ha empezado a tomar cartas en el asunto, pues la explosión demográfica cuesta cara. 

«Las consecuencias económicas para el gobierno es que tiene que construir hospitales y escuelas», afirma Pascoa Wate, encargada del área de salud maternal e infantil en el Ministerio de Salud. 

Por ello, las autoridades decidieron modificar la legislación y fijar la edad legal del matrimonio en 18 años. 

Además, con el apoyo del Fondo de Población de Naciones Unidas, también lanzaron una campaña de promoción de anticonceptivos, a los que solo recurre un cuarto de las mozambiqueñas. 

En Namissica (norte), una enfermera, Fatima da Silva Cobre, explica a unas quince mujeres cómo poner los preservativos masculino y femenino con la ayuda de unos penes de madera y un aparato genital femenino de plástico. 

Pero, lo ideal, «si vuestro marido no quiere cooperar» es el implante anticonceptivo, aconseja. «Él no sabrá que [lo] empleáis». 

«¿Cómo asegurarse de que el implante no va a moverse?», interrumpe una asistente. «¿No nos volveremos estériles?», pregunta otra. Y Fatima desmonta cada uno de esos «mitos». 

Ritos

Pero luchar contra la explosión demográfica también pasa por educar a los hombres. «Son ellos quienes dictan la sexualidad de las chicas», constata Gilberto Macuacua Harilal, presentador del programa televisivo «De hombre a hombre». 

En él, denuncia a las iglesias que hacen apología del matrimonio a los 16 o 17 años, y los ritos de iniciación, muy frecuentes en Mozambique para chicas y chicos, que son circuncidados. 

En esos ritos, «los chavales de 8 a 12 años aprenden a castigar a las chicas obligándolas a tener relaciones sexuales. Las chicas de 8 a 10 años aprenden a tocar un pene», señala, indignado. 

El mensaje va calando poco a poco. Desde hace un año, «intentamos convencer a los responsables de los ritos de iniciación de que sean prudentes en las instrucciones que dan a los chicos», asegura Jaoa Carlos Singano, jefe del pueblo en el distrito de Rapale (norte). 

Pero el tiempo corre en su contra. Si el crecimiento sigue a su ritmo actual, en un cuarto de siglo la población de Mozambique se habrá duplicado.