Por Santiago Fiszbein
Gerardo Romano es uno de los grandes actores que tiene Argentina. No le teme a la transgresión y mucho menos a expresar sus propios pensamientos.
En la actualidad Romano está en teatro interpretando su unipersonal Un judío común y corriente en el teatro Chacarerean de Buenos Aires y también de estreno porque se emite la nueva temporada de El Marginal 2.
El actor tuvo la deferencia de dialogar con CLG acerca de su presente actoral y de paso pudo hablar un poco de la actualidad que vive el país.
— ¿Es un gran desafío hacer un unipersonal?
— Es más difícil que hacer una obra coral, porque aparece el miedo escénico más grande para un actor. Ese miedo es quedarse sin letra. Olvidarse dónde está uno parado es terrible. En cambio, cuando estoy con un compañero y hay un bache, él me haría una pregunta para continuar y saldríamos sin problemas. Cuando estás solo no hay ninguno que te tire un cabo que te permite salir de ese blanco.
— ¿Por qué aceptaste éste desafío?
— Decidí hacer la obra porque es una obra que permite que la labor de un actor sea claramente un aporte o una manera de construir memoria. El tema fundamental de la vida social y política de los pueblos es la construcción de la memoria y que las próximas generaciones no tropiecen con las mismas piedras que sus antepasados. Por ejemplo, en la actualidad vivimos en una democracia presidida por el ingeniero Mauricio Macri, cuya política tiene una mira neoliberal. Esto es ajuste, privatizaciones, apertura de las importaciones. En rasgos generales, es lo que sucede ahora. Esto ya ocurrió en los ’90 y con la dictadura militar. Entonces, los que somos nacidos en el año ’46, vimos cómo se desmanteló todo y sabemos de qué se trata. El tema de la tradición de lo que se recibió es fundamental para que los pueblos no repitan su historia.
— ¿Ese es el objetivo de la obra? No volver a los horrores de la guerra
— Lo único que denuncio es evitar la práctica social genocida que se hizo durante la época del nazismo.
— Le pones mucha pasión a tu trabajo, como lo haces en tu vida personal…
— Yo en su momento, cuando estaba la disputa electoral con Cambiemos, la que permitió su victoria por poco margen, dije que para un pobre votar a Macri, sería como que un judío votara a Hitler. Y fue tomado como que hice una comparación. Lo que dije fue que en 1933 en Alemania, él sacó su libro «Mein kampf», diciendo todo lo que iba a hacer y lo hizo. Si hoy volviera a presentarse, el 13% de los escaños legislativos de la Alemania de Merkel, hoy son nacionalsocialistas. Cristina Fernández de Kirchner en sus discursos citaba a Marx, diciendo que la historia ocurría como tragedia y que luego se interpreta como farsa o comedia. Desde mi humilde lugar y con sorna, critico humildemente a Marx. A la vista de lo que estamos viviendo, la historia argentina se repite como una tragedia.
— Pasando al Marginal 2, ¿cómo es volver a interpretar al director del penal?
— Para los actores, la dulzura de los personajes, las escenografías vivientes y especialmente la carcelaria, hace que cuando uno está grabando se sienta preso también. La escenografía potencia lo mal que se la puede pasar dentro de las rejas, porque allí en esos muros inexpungables hay mucha tristeza y soledad.
— Se nota a medida que avanza la trama que se estás habitando allí…
— Es que el penitenciario tiene su identidad a partir de la reclusión del interno. El poder que tiene el director de una prisión es como el poder de Dios.
— Hay escenas maravillosas que tenés con el personaje de Claudio Rissi…
— Nos tenemos un gran cariño, somo dos actores que se quieren. En pantalla eso se transmite y se puede ver que hay amor y generosidad. La cosa se construye de a dos. Eso se da también por la productora que tiene una mirada en la ficción y con el acento puesto en todos los detalles.